11/10/2022
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El Diario Montañés
Elena Bermejo |
Profesora de la Facultad de Enfermería
Perdemos nuestra salud mental
Hablar de salud mental, se ha convertido en los últimos años en un tema prioritario de salud pública. Al igual que en la mayoría de los países, en la última década la salud mental ha disminuido en España, con un notable empeoramiento tras la pandemia por COVID-19. Pero es la juventud en particular la que se ha visto especialmente afectada, ya que la incidencia de los problemas de salud mental entre las personas de 15 a 24 años se ha duplicado en la mayoría de los países durante estos últimos años. Y a este hecho le acompaña la gravedad de un incremento del suicidio en la adolescencia; siendo la segunda causa de muerte de los jóvenes en Europa. Una solución irreversible que se presenta para muchos/as como única salida ante un sufrimiento que se hace insoportable. Desenlace que, desafortunadamente, es también alarmante entre nuestros mayores a causa de la soledad.
Se suman las voces que abogan por su cuidado
Esta preocupación ha hecho eco en numerosos medios de comunicación, comunidades científicas, e incluso, ha visto por fin luz en la agenda política a nivel nacional (nuevo plan de Acción de Salud Mental 2022-2024) y un mayor respaldo a nivel mundial (revisión y extensión del plan integral de Salud Mental 2013-2030 propuesto por la OMS). Sin embargo, a pesar de que son cada vez más los esfuerzos destinados a resolver la gran encrucijada que enfrenta nuestra salud mental, la apuesta general sigue estando marcada por un claro enfoque "patologicista"; (orientado a la enfermedad) y circunscrito en un modelo genérico de atención sanitaria, en lugar de revitalizar el tan olvidado modelo comunitario de salud mental. Asunto que hoy con motivo del Día mundial de la Salud Mental nos lleva a preguntarnos ¿qué estamos considerando por salud mental?
Una mirada salutogénica
Desde un enfoque salutogénico (aquello que genera salud) todas las personas, en materia de salud, nos encontramos en lo que Eriksson y Lindström (2008) denominaron “el río de la vida”; un proceso continuo en el que nos acercamos y alejamos de la salud a lo largo del transcurso de la vida. En esta analogía, el río está lleno de riesgos y recursos que nos protegen o ponen en peligro nuestro bienestar.
Si como resultado de los estresores y circunstancias que rodean nuestra vida, nos adentramos en la corriente de este río, éste se vuelve cada vez más profundo y agitado, y tal vez, nos resulte difícil encontrar un punto de apoyo para seguir a flote. Desde aquí nos puede costar mantener una visión clara de nuestra propia situación y es muy posible que necesitemos que alguien nos ayude a subir hacia la superficie de nuevo. Pero si esta ayuda no está disponible y /o no encontramos los recursos suficientes para seguir nadando, se incrementan nuestras posibilidades de quedar atrapados en las corrientes subterráneas o terminar en un desenlace fatal. Por ello, lo que determina si nos hundimos o nos mantenemos a flote, en gran medida, es nuestra capacidad para nadar y afrontar los retos que encontramos en el transcurso del río, pero también la disponibilidad de los recursos adecuados de apoyo que vamos a necesitar en este proceso.
Los recursos que generan salud mental
Estos recursos (los denominados activos de salud) van a estar determinados por factores como el contexto político, socioeconómico, cultural, la accesibilidad a la educación, el trabajo, el acceso a los servicios de salud, el sistema familiar, el género, la edad o nuestro sentido de pertenencia y red de apoyo social. En definitiva, van a depender de las condiciones (determinantes sociales) en las que vivimos, trabajamos, disfrutamos y envejecemos, y por ende, nos predisponen a una buena o mala salud o riesgo de enfermedad.
Cuando hablamos de la disponibilidad de recursos no podemos solo referirnos a aquellos a nivel individual, sino que, debemos prestar especial atención a todos aquellos a nivel social, familiar y comunitario, que complementen estos primeros y nos den fuerza y empuje para nadar hacia el bienestar. Es crucial, por tanto, asegurar la disponibilidad de estos activos de salud bajo una mirada de equidad, en la que aseguremos la igualdad de oportunidades y la accesibilidad de todas las personas a poder hacer uso de ellos. De poco, o muy poco, sirve que ofrezcamos servicios sanitarios orientados a la ayuda psicológica en la población, si los propios barrios no ofrecen recursos donde la persona pueda desenvolverse en su vida diaria dentro de un entorno inclusivo, seguro y comprometido con su bienestar mental.
Crear las condiciones favorables para el bienestar mental
La promoción de la salud mental es crear las condiciones favorables y garantizar los recursos de salud para que se pueda dar el bienestar mental. Para todas las personas, independientemente del lugar del río en el que se encuentre en un momento dado, o de si son jóvenes o mayores, o tienen un problema de salud física o mental. Cuando nos enfocamos en los niveles de bienestar, sabemos que incluso aquellas personas que sufren una enfermedad mental, pueden experimentar bienestar de muchas otras formas, y a su vez contribuir al mismo tiempo a reducir sus síntomas, fomentar su recuperación, e incluso, ahorrar grandes costes sociosanitarios.
Por esta razón, se hace imprescindible que conozcamos a fondo nuestro contexto, los recursos que ofrece o no nuestra comunidad, nuestros vínculos y nuestros recursos personales (inteligencia emocional, autocuidado, sentido de coherencia, red de apoyo social, espiritualidad, proyecto de vida, etc.). Para que, desde ahí identifiquemos y comprendamos con qué factores protectores y de riesgo contamos para hacer frente a los estresores vitales que; sin duda, en un momento u otro, a todas las personas nos tocará enfrentar.
Como el lema de hoy nos invita a reflexionar, tenemos derecho a crecer en bienestar, en comunidades inclusivas, enriquecedoras, y ser capaces de empoderar a las personas desde la tan valiosa infancia; para que avancen hacia el extremo superior del río. Será desde ahí, desde donde podremos nadar en calma y ser verdaderamente innovadores, creativos, altruistas, productivos y resilientes. Pero para lograrlo, necesitamos abogar por la promoción de la salud mental dentro de la salud pública, por la aplicación de la salud mental en todas las políticas y por una clara acción intersectorial para su promoción.
Un compromiso desde la enfermería por la salud mental comunitaria
La enfermería en general, y de salud mental en particular, tiene una clara responsabilidad en materia de promoción de la salud mental. Es por ello que, como enfermera de salud mental, investigadora y docente, guardo un fuerte compromiso personal y profesional con este enfoque, y contribuyo al Departamento de Enfermería Comunitaria y Materno-Infantil de la Facultad de Enfermaría (Universidad de Navarra) en el progreso del área de salud mental. En esta área estamos trabajando para construir proyectos que respondan a un marco claro de promoción de la salud mental que vaya desde lo individual, familiar y comunitario hasta su apuesta política.