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Una pequeña escultura de Cristo a la columna con resonancias bávaras


PhotoCedida/Estampa grabada e iluminada del Cristo a la columna del santuario bávato de Wies, 1790

Muy apto para la contemplación en el periodo de Cuaresma y Semana Santa se presentaba el pasaje de Cristo a la columna, en muchas ocasiones glosado en los textos de clásicos como los de fray Luis de Granada o santa Brígida, que excitaban la compasión del fiel al contemplar a un Cristo humillado, sangrante por todo el cuerpo y aceptante del sufrimiento. 

Conocemos varias imágenes de pequeño formato con el tema de la flagelación, pero nos vamos a detener en una de mediados del siglo XVIII que, más que por calidad artística, es sobresaliente por su interés iconográfico. Representa a Cristo ante una columna baja y amarrado a la misma por unas cadenas que parten de sus brazos a los que se sujetan con unos grilletes. Respecto a la columna baja, nada de raro tiene que una obra de esa cronología la tenga, sino todo lo contrario, ya que desde fines del siglo XVI la columna alta fue sustituida por otra más menguada en altura, relacionada con la conservada en la iglesia de Santa Práxedes de Roma desde el siglo XIII. Con ello se ganaba en efectos dramáticos, ya que la figura perdía su punto de apoyo y se debía encorvar ante los azotes que, al no encontrar impedimento, vapuleaban pecho y espalda.


Cristo a la columna encadenado, copiando el modelo bávaro del santuario de Wies, segunda mitad del siglo XVIII. Foto E. Buxens. Diario de Navarra

La excepcionalidad de las cadenas y las argollas es mucho mayor, ya que nos llevan a un modelo concreto que no es otro que el titular del santuario bávaro de Wies, impresionante obra del rococó, levantado entre 1745 y 1754 por los hermanos Dominicus y Hojann Baptist Zimmermann, que desde 1983 pertenece al Patrimonio de la Humanidad, por declaración de la Unesco. 

La imagen titular es un Cristo a la columna conmovedor con su particular historia, que se remonta a 1730, cuando los premonstratenses de Steingaden mandaron hacer una imagen de Cristo flagelado con trozos de otras imágenes y lienzos, insistiendo en lo patético, con sangre y llagas por doquier. Al poco tiempo, la escultura quedó sin especial culto, hasta que en 1738 la campesina María Lory rezó ante ella y ocurrió el milagro de Wies, cuando palpó gotas de lágrimas en la cara de la imagen, lo que propició un gran movimiento de peregrinaciones, que obligó a levantar una pequeña capilla que muy pronto se mostró insuficiente para acoger a los peregrinos. Como es sabido, las cuerdas serán las que adquieren el protagonismo en la escena de la flagelación, a la hora de representar la sujeción de Cristo a la columna, pero no faltaron panegiristas, citando a san Jerónimo, que apuntaron la presencia de cadenas desde el mismo momento del prendimiento. Los grilletes tenían su punto de comparación con los de san Pedro, conservados en San Pietro in Vincoli de Roma y las propias cadenas serían evocadas por san Basilio, al tratar de la estola del sacerdote por recordar la pasión de Cristo. Además, durante algún tiempo y en algunos ambientes se creyó y difundió que las supuestas cadenas se habían conservado en Jerusalén con poderes de ahuyentar a los demonios, que atormentaban a personas.

La imagen de aquel prototipo se divulgó ampliamente a través de grabados de mayor o menor categoría, destacando los firmados por Klauber, e incluso pequeñas esculturas tanto de artistas célebres como Franz Ignaz Günter del Institute of Arts de Detroit datada en 1754, como de otros anónimos mucho más populares, en ocasiones con sus urnas. El hecho de haber sido objeto de grandes peregrinaciones favoreció aquella multiplicación, en donde nunca faltaban las cadenas con los grilletes en los antebrazos de Cristo y otros detalles como la columna bulbosa, el paño de pureza con una parte colgante en la zona superior, así como la propia actitud del flagelado. Al igual que en otros santuarios de gran popularidad en Europa, estampas, medallas y reproducciones de la escultura se podían adquirir en los días de romerías, haciendo su particular periplo. Algunas están en museos, como la escultura de Detroit, otras en colecciones particulares y otras siguen saliendo a la venta en subastas.


Grabado calcográfico del Cristo a la columna del santuario bávaro de Wies, c. 1750 por Klauber

La imagen que comentamos y ha servido para este excursus es una de tantas salidas de aquel santuario o realizada a petición de algún devoto a la vista de sus estampas grabadas. Posiblemente, fuese ejecutada en talleres alemanes, desde donde salieron figuras de madera policromada de pequeño tamaño destinadas a belenes, en la segunda mitad del siglo XVIII.