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Antecedentes para la declaración del monasterio de Fitero como Monumento Nacional, en 1931


PhotoArxiu Mas. Fototeca Archivo General de Navarra/Ábsides de la iglesia del monasterio de Fitero en 1916.

En junio de 1931 la iglesia y claustro del monasterio de Fitero fueron declarados por el Ministerio con la máxima categoría de Monumento Nacional. Ésta denominación era la máxima en la legislación española desde 1844, cuando se legisló sobre las Comisiones de Monumentos y se declaró como primer monumento nacional a la catedral de León. Como es sabido, en el siglo XIX, el patrimonio cultural se simbolizó en los llamados Monumentos nacionales, existiendo como “objetos culturales”, cuando aún no existía el concepto “patrimonio cultural”. Aquella catalogación fue sustituida en 1985 por la figura de Bien de Interés Cultural, cuando la legislación ya recogió el concepto de “bien cultural”, que integra todas las manifestaciones y testimonios significativos de toda actividad humana, con un lugar preeminente de las obras de arte y/o monumentos histórico-artísticos.

Los primeros que obtuvieron aquella distinción en Navarra, entre 1844 y 1927, fueron siete: los monasterios de Leire, Irache y La Oliva, la catedral de Tudela, la Cámara de Comptos, el palacio de Olite y la parroquia de Santa María de Sangüesa.

Al monasterio de Fitero, junto a otros diecisiete conjuntos, entre ellos la catedral de Pamplona, le llegó el momento en 1931. En el camino habían quedado sendos expedientes para conseguirlo que se fechan en 1899-1901 y 1908 que, aunque no llegaron a buen puerto, supusieron una toma de conciencia por parte de distintos sectores sociales para proteger a un conjunto arquitectónico relevante.

El primero de ellos se conserva íntegro en el Archivo Diocesano de Tarazona, a cuya mitra pertenecía entonces la villa de Fitero. Los promotores fueron el obispo de la diócesis, don Juan Soldevila y Romero y la parroquia de Fitero. Para aquellas fechas, don Pedro Madrazo había publicado algunas páginas sobre el monasterio, tras visitarlo con ocasión de una estancia en el Balneario. El motivo más cercano para decidirse a la realización del expediente fue la presencia en la localidad del mismísimo presidente del Consejo de Ministros, el liberal don Práxedes Mateo Sagasta, en el mes de julio de 1894. El político debió visitar el conjunto monacal y mantuvo correspondencia con los líderes de su partido en Fitero. La impresión que causarían a Sagasta y al propio obispo Soldevilla los tramos recién hundidos del claustro bajo (1893) fue una circunstancia que aprovecharon las entidades locales.


Crujía del claustro del monasterio de Fitero en 1916. Arxiu Mas. Fototeca Archivo General de Navarra

El expediente se inició en el mes de junio de 1899. El ministro de Fomento da cuenta en una de las cartas de la aprobación por parte de la Real Academia de la Historia del preceptivo informe, quedando a la espera de que hiciese otro tanto la de San Fernando. Desde esta última institución, el arquitecto Enrique María Repullés era quien debía redactar el texto correspondiente, pero no hizo sino poner inconvenientes de todo tipo para desplazarse a Fitero y pedía fotografías para emitir su juicio. Las fotografías se encargaron y se remitieron a Madrid con notas explicativas, extraídas del libro citado de Madrazo. De nada sirvieron las fotos, ya que Repullés emitió un dictamen desfavorable con el argumento de que “ya hay otros monumentos de este tipo declarados y otros edificios con más valor”.

La contrariedad del informe del académico de San Fernando hizo que tanto el obispo de Tarazona como las autoridades locales acudiesen directamente a Sagasta, que respondía recomendando paciencia y esperar a que mejorase el conde de Romanones que, desde 1901, ocupaba la cartera de Instrucción Pública. Al poco tiempo, Sagasta se retiró de la política y las necesidades más perentorias se cubrieron con un legado de 5.000 pesetas del legado testamentario de doña Josefa Octavio de Toledo.

El segundo expediente en aras a la consecución de la categoría de Monumento Nacional, se data en 1908 y se conserva en al Archivo Municipal de Fitero. En aquel momento existía una nueva circunstancia a tener en cuenta, la visita y conocimiento in situ del monasterio por parte de don Vicente Lampérez y Romea, que trajo como consecuencia la publicación en el Boletín de la Real Academia de la Historia de un trabajo monográfico sobre la iglesia, en 1905, con inclusión de planos, fotografías, alzados y dibujos. Lampérez, uno de los grandes historiadores de la arquitectura española, había dejado escrito: “La arquitectura del Cister no produjo en España nada tan grandioso”

En esta ocasión sería el alcalde, Eloy Andrés, quien quiso apuntarse el tanto utilizando sus influencias, en este caso, con el diputado a Cortes por el distrito de Tudela, Lorenzo Sáenz y Fernández. Se envió al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes una instancia rubricada por la corporación municipal y el párroco don Martín Corella, apoyada con frases textuales del texto de Lampérez. 

Las buenas expectativas no prosperaron y la declaración quedó pendiente hasta la resolución favorable fechada en 1931, dentro del gran conjunto de edificios declarados aquel año.


Interior de la iglesia monacal de Fitero en 1916. Arxiu Mas. Fototeca Archivo General de Navarra

Para saber más

FERNÁNDEZ GRACIA, R., “Un largo camino hasta la declaración del monasterio de Fitero como Monumento Nacional en 1931”, Fitero: el legado de un monasterio, Pamplona, Fundación para la Conservación del Patrimonio Histórico de Navarra, 2007, pp. 381-382
GONZÁLEZ VARAS, I., Conservación de bienes culturales: teoría, historia, principios y normas, Madrid, Cátedra, 2005
QUINTANILLA MARTÍNEZ, E., La Comisión de Monumentos históricos y artísticos de Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra, Departamento de Educación y Cultura, 1995