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Imágenes en Navarra del III Centenario de la canonización de Javier (II)


Photo /Varias fotos de la visita real el día 23 de septiembre de 1922. Foto de la crónica del P. Eguía
La visita real al castillo de Javier hace un siglo: 23 de septiembre de 1922

La celebración del III Centenario de la canonización de san Francisco Javier contó con numerosos actos que se vieron realzados con su relicario, traído de Roma, junto al Cristo del Cangrejo, llegado desde Palacio Real de Madrid. Entre el 21 y 25 de septiembre de 1922 tuvieron lugar la celebración de un solemne triduo dispuesto por la Diputación, el Congreso Nacional de la Unión Misional del Clero, la peregrinación oficial a Javier y el gran desfile cívico-religioso por las calles de la capital navarra. El día 23 se celebró la peregrinación oficial a Javier, con la Diputación Foral y las Diputaciones de las provincias Vascongadas al frente, además de numerosas delegaciones de otras tantas localidades, así como varios prelados. La presencia de Alfonso XIII, que llegó al castillo en automóvil, procedente de San Sebastián, aportó gran realce a los festejos. La peregrinación a Javier fue un prólogo de la jornada vivida en Pamplona el día 24 de septiembre, de la que ya nos ocupamos en otra entrada en este blog.


Público en las inmediaciones del castillo. Foto Archivo General de Navarra

Las relaciones que conocemos son laudatorias, recargadas y un tanto pomposas, en plena sintonía con la época, ponderando unos valores en torno al santo navarro y, por supuesto, a las autoridades que participaron en los actos. Son textos que aún respiran a tiempos pasados, aportan un sinnúmero de nombres de autoridades y traducen un fenómeno de exaltación religiosa con una intencionalidad propagandística para empatizar con los lectores y llevarlos hacia unos ideales, señalando conductas a seguir, en muchos casos.

Alfonso XIII y las autoridades en Javier

El programa diseñado para las celebraciones tuvo como uno de los actos más relevantes la “Peregrinación Oficial al Castillo de Javier”, preparada con todo cuidado y detalle por la Junta encargada por la Diputación Foral de Navarra, con la participación ayuntamientos y parroquias de la comunidad foral. Para mayor trascendencia de la fiesta se invitaron a cardenales, arzobispos y obispos, así como a los diputados en Cortes y a las Diputaciones de las provincias Vascongadas.

El rey llegó desde la capital guipuzcoana. Su recepción en Irurzun, estuvo a cargo del gobernador civil, del vicepresidente de la Diputación y algunos diputados. Desde allí se dirigieron en automóvil a Javier, por Aoiz, para no interferir la carretera de Monreal por donde venía el grueso de la peregrinación. En Lumbier y Liédena se habían preparado arcos florales por los vecinos y el trayecto estuvo vigilado por la guardia civil, guardas de montes y “otros funcionarios de la autoridad”. A su paso por Sangüesa fue recibido masivamente, con repique de campanas, el estruendo de numerosos cohetes y los sones de la marcha real, interpretada por la Banda de Música. Con sus autoridades locales al frente, entró bajo palio en la parroquia de Santa María y veneró a Nuestra Señora de Rocamador.


Autoridades en el castillo de Javier. Foto Archivo General de Navarra

El redactor de El Pensamiento Navarro afirmaba que Navarra estaba ese día en las rutas que conducían la patria chica del santo navarro, a caballo, a pie y sobre todo en una caravana automovilística que trajo consigo mucha expectación popular y producía “singular impresión en las gentes de los pueblos”, ya que “Navarra entera está en las carreteras, camino de Javier movida por un mismo resorte, la fe”.

En Javier todo estaba preparado desde las seis de la mañana, con el canto del rosario por los alumnos de los jesuitas. En El Pensamiento Navarro se pondera el trabajo de la Junta del Centenario, especialmente de su responsable máximo y alma de aquellas celebraciones, Ignacio Baleztena, que estuvo desde primera hora cuidando del más mínimo detalle. En un párrafo de la crónica del padre Eguía, leemos: “¿No veis el espectáculo consolador de la carreta de Pamplona? … Monreal, Idocin, Navascués, Sangüesa, todos allí se aprestan a la expectación popular. Una y otra caravana de autos, o de cualesquiera carruajes y cabalgatas, los electriza, los pone en tensión y pinta en sus rostros las más expresivas muestras de gratitud y alegría. Los cardenales purpurados, los prelados eclesiásticos, hácenles inclinar sus frentes con devoción”.

Todo el conjunto de la localidad de Javier se engalanó para la ocasión. La relación del jesuita Constancio Eguía afirma: “También recibió mucho contento su Majestad de ver el atavío patriótico que ostentaban los edificios nuestros y el pueblo todo. La Escuela Apostólica aparecía revestida de colgaduras en los vanos, alternando los colores nacional y de Navarra. El castillo desplegaba a los vientos sus banderas. De los tres torreones, en el mayor se izaba la bandera pontificia, en el mediano, llamado de San Miguel, la bandera patria española, en el oriental o más bajo la bandera de Navarra. Las almenas de los baluartes mostraban sendas colgaduras, en las tres almenas surgían tres banderas de Francia, de Portugal y de Japón, en atención a los tres cónsules nacionales que asistieron a la fiesta. De las ventanas pendían escudos de Navarra”. En la zona de los frontones se colgaron arcos, tapices de la casa de Javier y de los reinos españoles.


Alcaldes roncaleses que acudieron a la fiesta. Foto de la crónica del P. Eguía

El recibimiento en Javier, a eso de las once de la mañana, se califica en distintas crónicas como entusiasta, con miles de personas esperando, las campanas y cohetes. Acompañaban al rey el presidente del Consejo de Ministros y distintos cargos de su casa civil y militar. Fue recibido en la puerta de la residencia de los jesuitas por el provincial y el rector de la Compañía de Jesús, la Diputación Foral y autoridades civiles y eclesiásticas. Tras un breve descanso en el interior, se procedió a la celebración de la misa solemne ante un altar presidido por el lienzo de Javier pintado por Elías Salaverría, a cuyos lados se ubicaron los maceros de la Diputación Foral. Para el adorno del ámbito celebrativo se contó con los consejos y dirección de Julio Arrieta, “de cuyo gusto artístico no hay duda, estuvo a la altura de siempre:  orden y belleza presidieron la disposición del altar y del estrado”. El mencionado Luis Arrieta fue el encargado del diseño de las medallas de la conmemoración del III Centenario en Navarra y de la del peregrino, así como del dibujo que ilustra el Programa de las Fiestas a celebrar, bellamente ilustrado por Artes Gráficas de Pamplona en aquel año de 1922.

Se trajeron ricos damascos de la Diputación y los cinco grandes tapices flamencos, valorados en aquellos momentos en un millón de pesetas. La parte musical corrió a cargo del Orfeón Pamplonés, bajo la dirección de Remigio Múgica, que interpretó la misa alemana dedicada al santo. Sin embargo, los Kyries y el Gloria los tuvieron que improvisar los alumnos de la Escuela Apostólica junto a algunos jesuitas, por el retraso con el que llegó la agrupación musical pamplonesa, que se incorporó a la celebración a partir del Credo. La lista de prelados, nobles y de autoridades militares, políticas es larguísima y la aporta Diario de Navarra, en la página primera del ejemplar correspondiente al día 24 de septiembre de 1922. Al finalizar el oficio religioso, se interpretó el Himno Oficial del centenario, compuesto por el maestro Joaquín Larregla y letra de Alberto Pelairea, con participación de la multitud, pues la melodía “ya se iba haciendo popular”.


Desfile procesional en Javier con el brazo relicario y la cruz del cangrejo. Foto Marín publicada en La Avalancha

Tras la misa, la comitiva visitó el Colegio Apostólico y el castillo, deteniéndose ante el famoso Crucifijo que sudó sangre en vida del santo. En aquel momento, según la crónica de Diario de Navarra, el diputado liberal Valentín Gayarre, se adelantó y le dijo al rey: “Señor, estamos ante un Cristo milagroso que según la tradición fluía sangre cuando el santo se hallaba en peligro; y aprovecho la ocasión para pedir a vuestra majestad el indulto del reo Pedro Abós”. El monarca contestó: “¡Si este Cristo quisiera resucitar a la muerta! En cualquier caso, tras algunas adhesiones a la petición, como la del director de ABC -Torcuato Luca de Tena-, y una insinuación real, el presidente del Consejo de Ministros se comprometió a estudiar el asunto cuando se contase con el oportuno expediente. Hay que hacer notar que el rotativo ABC se implicó reiteradamente en la petición de aquel indulto. El mencionado Pedro Abós, apodado “el Bolo”, sería indultado de su pena de muerte, en diciembre de aquel año 1922. El reo había sido condenado por haber asesinado a su mujer Valentina Martínez Sáinz, en las fiestas de san Blas de Lodosa del año anterior, el día 5 de febrero de 1921.

El banquete oficial contó con numerosísimas autoridades y fue amenizado desde el exterior por La Pamplonesa. Las mesas estaban ricamente adornadas con flores. Los peregrinos fueron obsequiados con bolsas personales “con abundantes raciones de fiambres, huevos y pollo, postres, pan y vino”. El monarca recibió a los alcaldes de Roncal con quienes conversó, interesándose por distintos aspectos del Valle. Como dato curioso, también se aportan los nombres de todos los representantes de las siete villas del Valle, que acudieron con sus trajes tradicionales y banderas. El alcalde de Isaba, Dositeo Ochoa, pronunció esta breve alocución: “Señor: Uno de los más altos honores para la comisión de las siete villas roncalesas es el de saludar a Vuestra Majestad y ofrecerle sus respetos. El Valle de Roncal que nunca retrocede, está con España, con Navarra y con su rey don Alfonso XIII. ¡Viva el Rey!”.

Para saber más

Diario de Navarra, 24 de septiembre de 1922, pp. 1 y 2
EGUÍA RUIZ, C., Reliquias de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier. Su recorrido triunfal por España, Madrid, Blass, S. A. Tipográfica, 1924

El Pensamiento Navarro
, 24 de septiembre de 1922, p. 1