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Imagen satelital del Río de la Plata [NASA]
Para acceder al interior del Río de la Plata, con el fin de alcanzar el puerto de Buenos Aires o para adentrarse en la hidrovía Paraná-Paraguay, principal ruta de las mercancías argentinas, los buques deben acercarse a Montevideo, haciendo tiempo de espera en aguas de Uruguay y pagando a ese país los servicios marítimos que presta. Proyectado hace años, Argentina se dispone ahora a habilitar el Canal Magdalena, un pasillo que pretende evitar las aguas uruguayas, al tiempo que aligerar el tráfico, pues deberá permitir navegar en los dos sentidos, a diferencia de la ruta actual. Con ello, Argentina busca una mayor autonomía logística; Uruguay estima que perderá cientos de empleos.
El Río de la Plata mide 325 kilómetros de longitud, desde la confluencia de los ríos Paraná y Uruguay hasta su final ensanchamiento entre la Bahía de Samborombón, en la ribera occidental, y Punta del Este, en la oriental. Actúa como frontera natural entre Argentina y Uruguay y constituye la principal puerta de entrada y salida para el comercio argentino.
Dada la poca profundidad de gran parte del Río de la Plata, la ruta que deben tomar los buques que penetran en el estuario sigue un recorrido central, al que se accede trasversalmente desde las proximidades de Montevideo. Desde cerca del puerto de la capital uruguaya, los barcos toman un canal artificial que discurre de este a oeste, el de Punta Indio, de un centenar de kilómetros de longitud, hasta empalmar con el Canal Intermedio (también conocido como Argentino), que constituye el principal surco del lecho del río. Por su estrechez, el Canal Punta Indio es de un único sentido, lo que obliga a los barcos, especialmente a los que proceden del océano, a realizar esperas que pueden llegar a los siete días. Esas esperas, en aguas de uso común pero administradas por Uruguay, generan un negocio de unos 40.000 dólares diarios para quienes prestan los diversos servicios portuarios en Montevideo (trasbordo de cargas, recarga de combustible y suministro de comestibles, entre otros).
Desde hace tiempo, Argentina desea promover una ruta alternativa, utilizando el Canal Magdalena, una prolongación natural del Canal Intermedio, alineada con la dirección de la corriente del río, que permitiría adentrarse en el estuario navegando por aguas argentinas, sin tocar jurisdicción uruguaya. Pero se trata de una vía menos profunda, de forma que las grandes embarcaciones no pueden utilizarla para acceder a los puertos fluviales del Río de la Plata. Por eso, Argentina proyecta adecuarla para el tráfico marítimo, dragando su cauce para que la profundidad pase de los actuales 4,5 metros a los 11 metros y para que alcance una anchura de 150 metros, facultando la navegación en los dos sentidos.
Aunque viene de atrás, el proyecto del Canal Magdalena en su presente formulación tiene sus orígenes en 2002, cuando la Prefectura Naval Argentina (PNA) planteó la conveniencia de no postergar más su realización debido al progresivo aumento de capacidad de carga en el transporte transoceánico. En 2013, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner tomó la iniciativa y comenzó a dar los pasos necesarios para su aprobación por los organismos competentes, entre ellos la Comisión Administradora del Río de la Plata (CARP). Los trámites quedaron culminados en enero de 2016, pero el gobierno de Mauricio Macri, que entonces echaba a andar, decidió abandonar el proyecto por su elevado coste.
Con el regreso del peronismo a la presidencia del país, de la mano de Alberto Fernández, y habiendo sido elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires el kirchnerista Axel Kicillof, el proyecto volvió a estar sobre la mesa. En el presupuesto federal de 2021 fue incluida una partida plurianual de 25,8 millones de pesos (unos 300.000 dólares al cambio en ese momento) para el comienzo de unas obras que pueden alcanzar un coste superior a los 300 millones de dólares. Superados los informes de impacto medioambiental del proyecto, ahora corresponde proceder a la licitación internacional de su ejecución.