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Depósitos de gas en Bolivia [YPFB]
Una mala gestión gubernamental del ‘boom’ gasístico está empujando a Bolivia a una crisis financiera de difícil salida. Sin apenas reinversión en el sector de hidrocarburos durante los años de bonanza de altos precios internacionales, hoy la producción se está reduciendo de modo exponencial: en 2022 la extracción de petróleo cayó un 10,9% y un 9,2% la de gas; en 2023 el descenso fue del 15,6% y del 13% respectivamente. De exportar hidrocarburos por valor de 6.624 millones de dólares en 2014, Bolivia exportó 2.058 millones en 2023, un tercio menos de los combustibles que tuvo que importar. El acumulado déficit de la balanza de pagos ha dejado al país sin apenas divisas.
Bolivia sobreabundaba en gas hace diez años. En 2014, la producción alcanzó los 22.187 millones de metros cúbicos. Aunque el gas natural ha sido en estos años la gran baza económica y el principal valor de exportación de Bolivia, también el petróleo, si bien en volúmenes mucho más modestos, conoció su desarrollo, con una producción ese 2014 de 18,6 millones de barriles. Pero desde entonces se ha dado un progresivo declive que los últimos años se ha acelerado, cayendo a cifras que son la mitad de las de hace una década: en 2023 se extrajeron 13.390 millones de metros cúbicos de gas y 8,6 millones de barriles de petróleo, según el Instituto Nacional de Estadística boliviano.
El ‘boom’ del gas se dio gracias a las inversiones internacionales en prospección y explotación que hubo antes de la llegada al poder de Evo Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS) en 2006. Solo meses después de alcanzar la presidencia, Morales nacionalizó el sector, dando todo el protagonismo a la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). A lo largo de quince años, la renta lograda por el país en el negocio alcanzó los 50.000 millones de dólares, de acuerdo con el cómputo del Ministerio de Hidrocarburos y Energías. Eso ayudó a financiar el proyecto gubernamental del MAS, que ciertamente incluía un incremento del gasto social; sin embargo, el interés político cortoplacista redujo lo que debía ser destinado a reinversión, tanto para el mantenimiento de los pozos como para exploración de nuevos yacimientos. Se dio una sobreexplotación de los pozos existentes y descuidó la capitalización de YPFB. De esa negligencia deriva el complicado cuadro financiero que sufre hoy Bolivia.
El Gobierno de Luis Arce, también del MAS (aunque ahora el partido está dividido), ha intentado poner remedio con un Plan de Reactivación del Upstream lanzado en 2021 y que incluye 36 proyectos exploratorios. Arce fue ministro de Economía y Finanzas con Morales y comparte la misma prevención ideológica hacia la iniciativa privada y extranjera, lo que deja a YPFB con las aportaciones que pueda realizar el Estado como única financiación extra posible y esto probablemente sea insuficiente.
Esa misma restricción ideológica ha lastrado la explotación del litio de Bolivia, país que posee las mayores reservas de ese mineral estratégico, pero que propiamente no ha dado comienzo a su extracción. Finalmente, el Gobierno de Arce se ha abierto a la participación de empresas de Rusia y China, y tal vez podría buscar algún socio en el sector del gas. En octubre de 2023 YPFB y la venezolana PDVSA firmaron un acuerdo de colaboración por el que la primera realizará actividades en Venezuela; esa cooperación podría también revertir en sentido contrario.
Hasta hace un año, el Gobierno no reconocía la gravedad del declive del gas, un producto de orgullo nacional, pero finalmente el propio Arce ha admitido que el país ha “tocado fondo” en la producción gasística. La falta de divisas del país, que afecta a muchos ciudadanos, está directamente relacionada con la menor exportación de hidrocarburos y el Gobierno tuvo que apuntar públicamente a la causa.