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Portada del libro de Carlos Solar ‘Cybersecurity Governance in Latin America. States, Threats, and Alliances’ (Albany: State University of NY, 2023) 340 p.
Tratándose de un área en desarrollo –continuos avances técnicos, nuevas amenazas y subsecuentes soluciones para evitarlas, en continuos ciclos de velocidad acelerada– el libro de Carlos Solar, investigador en universidades británicas especializado en cuestiones de crimen y seguridad, especialmente en el hemisferio occidental, es una fotografía muy momentánea de la situación de la ciberseguridad en Latinoamérica y el Caribe. El esfuerzo de Solar es aplicar métodos cuantitativos a la realidad de ese sector, para que algo que de por sí puede verse como etéreo –ciber, nube, internet– pueda cimentarse en datos. Las conclusiones a las que llega el libro concuerdan con las intuiciones generales, por lo que su aportación es más fundamentación sobre la que edificar que descubrimiento. Por lo demás, para el ajeno a este campo y a la particular región del mundo escogida, el detalle expuesto puede hacérsele excesivo.
Lo más interesante de esta obra es quizás su constatación de que los países latinoamericanos mantienen una doble cara: en su mayor parte tienen acuerdos generales con Estados Unidos, por compromiso contra el crimen organizado y por necesidad de la ayuda técnica estadounidense, y al mismo tiempo entablan intensas relaciones comerciales con China que suponen la adquisición de equipos que a la postre pueden atar a los distintos países con el gigante asiático en asuntos de seguridad.
Países como Argentina, Brasil y Chile, y en menor medida Colombia y México, han establecido acuerdos con el Departamento de Estado o el de Defensa de EEUU para recibir asistencia en ciberseguridad. Existe lo que Solar denomina ‘Digital Pax Americana’ (o Latinoamericana, según el caso), una no agresión entre los vecinos latinoamericanos contra sus respectivos sistemas informáticos, en cierta manera garantizada por la ayuda tecnológica de Washington a la mayoría de ellos.
Aunque algunos países quisieran sustraerse a ese orden, apunta Solar, es tal la superioridad digital de EEUU que difícilmente, sin romper demasiado el statu quo, podrían intentar ponerse bajo el paraguas de otra potencia, como Rusia, con la que Venezuela sí tiene una especial relación (y crecientemente Nicaragua), o como China, que ha estrechado su vinculación con varios otros.
Según el autor, el poder cibernético de EEUU, junto a la influencia militar de esta potencia en un campo como el de la ciberseguridad, directamente controlado muchas veces por las fuerzas armadas de cada país, “constituye un elemento disuasorio digital y físico” frente a cualquier otra potencia de fuera de la región. “Incluso los líderes anti-estadounidenses más comprometidos de la región dependen en cuestiones de seguridad de lo que pueda proveerles tan gran potencia. De igual modo, EEUU juega un papel indispensable sobre el terreno en las políticas de seguridad de menor escala”, afirma.
No obstante, los países de la región han ido estrechando lazos con China, que se ha convertido en primer socio comercial de muchos de ellos, de forma que han desarrollado una dualidad que, curiosamente, pueden prolongar. “Los estados latinoamericanos pueden mantener vías separadas para los propósitos de seguridad y de comercio sobre todo porque China es un proveedor distante, y se preocupa más de la implicación de EEUU en Asia Oriental a través de ‘proxies’ que de las Américas”. Es decir, que China, al menos de momento, prefiere no tensar el beneficio estratégico que esa penetración tecnológica puede darle.
Esa doble cara se manifiesta, notoriamente, en cómo varios países de larga colaboración con EEUU, como Chile y Brasil, han estado dejando abierta la posibilidad de que Huawei desarrolle sus redes de 5G, a pesar de las presiones estadounidenses. Además, Argentina, Bolivia, Ecuador, Panamá y Uruguay han comprado cámaras chinas con tecnología de reconocimiento facial, lo que ha generado polémica en ciertos sectores.
De todos modos, no está claro que esa situación pueda sobrevivir a una confrontación más directa entre Washington y Pekín. Solar destaca cómo los productos tecnológicos chinos han beneficiado a mucha gente, por lo que ciertas sociedades no ven a China como el peligro que pinta EEUU. Y eso que, como el autor parece secundar, el régimen chino “tiene la habilidad de interferir los servicios de la tecnología de la información y la comunicación suministrados por empresas como Huawei”.
Aunque estas líneas se han centrado en un aspecto específico, el libro de Solar aborda diversas cuestiones, como la penetración de internet en la región. Así, Latinoamérica reúne al 10,4% de los usuarios mundiales de la red, y tiene un índice de penetración del 67,2%, algo por encima de Oriente Medio y por debajo de Oceanía, bastante por detrás de Norteamérica (95%) y Europa (85,2%). También revisa cómo los principales países han organizado su ciberseguridad y qué políticas han establecido al respecto, así como el papel de las fuerzas armadas o de las autoridades civiles en este campo.