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Sección del logotipo de la Cumbre de la OTAN de Madrid de los días 29 y 30 de junio de 2022
La OTAN se reúne en Madrid los días 29 y 30 de junio en una cumbre decisiva, pues en el marco de la tensiones con Rusia a raíz de la invasión rusa de Ucrania y del deseo de Suecia y Finlandia de ingresar en la organización, la Alianza debe aprobar un nuevo concepto estratégico para los próximos diez años. Repamos aquí el contenido de los conceptos estratégicos previos y las circunstancias que llevaron a adoptarlos.
Más de setenta años después de su creación, la Alianza del Atlántico Norte publicará en 2022 su nuevo concepto estratégico. El que será el octavo concepto en su historia vendrá determinado de manera importante por el contexto de la guerra entre Ucrania y Rusia, así como por la necesidad de reforzar los lazos entre Europa y Estados Unidos. También los conceptos previos fueron marcados por las particularidades internacionales del momento. Resulta útil, pues, a tan sólo unas semanas de la esperada cita en Madrid, repasar la evolución estratégica de la Alianza para entender las influencias y herencias que afectan al nuevo concepto.
Los documentos predecesores a los que se unirá este último en 2022 se pueden dividir en dos bloques. Por un lado, los primeros cuatro, publicados en el contexto internacional de la Guerra Fría, que tuvieron su foco en la disuasión y la defensa colectiva como herramientas principales. Por otro, los tres que los precedieron, ya en distintos contextos geopolíticos, que han reflejado de manera particular los desafíos y amenazas a los que los aliados se enfrentaban en cada momento concreto de su publicación.
La OTAN y la Guerra Fría
El primero de todos, publicado en 1950, fue sin duda influenciado por un contexto internacional en rápida evolución, pero ante todo marcado por un enemigo común: la Unión Soviética. Este primer concepto puso un énfasis particular en la disuasión del enemigo. De esta manera, se pretendía evitar al máximo la intervención militar armada, dejando recurrir a ella solo en última instancia. Ante todo, el objetivo de la Alianza en sus primeros años de existencia se centró en tratar de hacer ver al bloque soviético que una intervención armada no le convenía, y que, en caso de provocarla, la OTAN sería capaz de llevar a cabo una defensa eficaz. No obstante, este primer producto de la Alianza quedó en poco tiempo totalmente obsoleto.
Poco después de su publicación, numerosos eventos cambiaron de forma drástica el panorama internacional, entre los que sin duda destacó la Guerra de Corea. A raíz de este conflicto, surge el segundo concepto en el que dos años más tarde la OTAN plasmó de manera elocuente su nueva forma de entender Europa: las influencias ideológicas soviéticas no se restringían exclusivamente al entorno geográfico más próximo de la URSS, sino que Europa también podría llegar a verse afectada por las corrientes de ideología comunista. Así, con varios cambios en el marco mundial además de la guerra, entre los que hemos de destacar el nombramiento del general Eisenhower como comandante supremo aliado en Europa, esta segunda publicación giró en torno a la cuestión del porvenir de Alemania y su papel en la Alianza.
Otro evento que marcó, sin duda, un antes y un después a nivel internacional y también en la Alianza Atlántica fue el surgimiento de las armas nucleares con potencial de destrucción masiva. Con la llegada de Eisenhower a la presidencia americana, el desarrollo de estas armas adquirió un protagonismo notable, tal y como se refleja en los subsecuentes conceptos estratégicos de la OTAN. De esta manera, la principal obsesión del tercer concepto de la organización fue desarrollar las capacidades adecuadas para brindar una respuesta inmediata a cualquier ataque nuclear soviético. Conocida como “represalia masiva”, esta doctrirna se mantuvo en vigor por más de 10 años, durante los cuales se llevó a cabo un refuerzo del aspecto político de la Alianza (con el conocido informe de los Tres Reyes Magos).
En 1968 se publicó el cuarto y último concepto de la OTAN en el contexto de la Guerra Fría, enfocado esta vez en la denominada “doctrina de respuesta flexible”. El pretexto que venía manteniendo la organización durante la última década de disuasión basada en equilibrio nuclear pasó a llamarse Destrucción Mutua Asegurada (MAD en inglés), pero no terminaba de asegurar que la Alianza no se viera amenazada por la URSS. De esta forma, y con la llegada de Kennedy a la Casa Blanca, la nueva estrategia pretendió dar una mayor importancia a la diplomacia y a las opciones económicas, políticas y militares. Así, se consiguió que este concepto se mantuviera válido hasta el final de la Guerra Fría a través de sus instrumentos y su alta flexibilidad.