Despertar naval en el Sur Global

Despertar naval en el Sur Global

COMENTARIO

08 | 06 | 2024

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Además de China e India, otros países como Argelia, Brasil, Egipto, Filipinas, Irán, Malasia, Nigeria y Vietnam están desarrollando sus armadas para ganar en poder naval

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Visitantes internacionales en febrero de 2024 en la cubierta del INS Vikrant, el primer portaaviones construido en India [Armada de India]

Tras casi dos décadas relegados a un segundo plano por la guerra contra el terror, los mares vuelven a ser uno de los centros de gravedad del pensamiento geopolítico actual, y con ellos, el poder naval. Ello se debe, fundamentalmente, a la dependencia cada vez mayor que tiene nuestra sociedad del mar: casi tres cuartas partes de la población mundial reside a menos de 50 kilómetros de la costa, y más del 80% del comercio mundial es transportado por vía marítima.

Además, un examen rápido de los tres focos más importantes de conflicto (y potencial conflicto) en la actualidad –Ucrania, Oriente Medio y el Mar de China Meridional– revela una importancia sustancial de lo marítimo y lo naval en todos ellos. En el caso del tercero, las constantes tensiones entre China y sus países vecinos se suman también a las aspiraciones de Pekín por “unificar” Taiwán. Ambas circunstancias amenazan con hacer estallar lo que podría convertirse en un conflicto eminentemente marítimo con consecuencias globales catastróficas.

Sin embargo, más allá de los conflictos, para salvaguardar esos intereses económicos que proporciona a las naciones la explotación del mar y sus recursos, las marinas de guerra vuelven a ser un instrumento indispensable para garantizar la protección de todas aquellas actividades marítimas nacionales; incluidas las infraestructuras críticas submarinas, que colonizan cada vez más los fondos marinos. La prueba de este cambio de mentalidad se hace especialmente patente en los países del Sur Global, muchos de los cuales han realizado inversiones significativas en sus capacidades navales durante los últimos años.

China es, sin duda, el ejemplo más claro de la importancia de emplear el mar para perseguir sus intereses económicos y militares. Durante las últimas décadas, y con especial énfasis desde que Xi Jinping llegara al poder, el gigante asiático ha convertido a su marina de guerra (en inglés, People’s Liberation Army Navy o PLAN) en una de sus prioridades nacionales más importantes. Tanto es así que ha transformado una potencia eminentemente continental en una de las potencias navales más importantes del globo (con la marina de guerra más grande del mundo).

Impulsada por una industria naviera que supera con creces a la de su antagonista estadounidense, Pekín ha buscado aumentar el tamaño de su flota con nuevos destructores, fragatas, submarinos de propulsión nuclear y buques de asalto anfibio; a la vez que ha ido expandiendo su presencia en el Indo-Pacífico con bases en Yibuti y Ream (Camboya). En el plano comercial, China ha establecido uno de los proyectos comerciales marítimos más grandes de la historia: el collar de perlas.

Por otro lado, como consecuencia de las ambiciones expansionistas de Pekín en torno a la región del mar de China meridional (contrarias en muchos casos a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar o UNCLOS), países como Filipinas, Vietnam o Malasia se han visto obligados a reforzar sus medios para hacer frente a las constantes incursiones de buques de la Guardia Costera y las milicias marítimas chinas dentro de su zona económica exclusiva (ZEE) e incluso en sus aguas territoriales.

Junto a China, India es otro de los actores emergentes más importantes de la región del Indo-Pacífico, y al igual que el gigante asiático, Nueva Delhi supone también un ejemplo notable de la importancia del poder naval y el pensamiento marítimo en su ascenso como actor clave. Durante la última década, la marina de guerra de la India ha ido aumentando progresivamente sus credenciales como uno de las principales fuerzas regionales –precisamente para hacer frente a la amenaza que supone el crecimiento de Pekín. Además de contar ya con una flota capaz (que incluye dos portaviones, dos submarinos de misiles balísticos y una flota de escoltas con más de veinte unidades en activo), Nueva Delhi ha buscado también aumentar el número de bases aeronavales alrededor del Índico; la última de ellas en las islas Laquedivas, al suroeste del país. Durante los últimos meses, las fuerzas navales indias han logrado frustrar varios ataques a buques mercantes en el mar de Arabia y el Golfo de Adén.

En el continente americano, Brasil ha destacado también por sus aspiraciones marítimas durante las últimas décadas. La marina brasileña (Marinha do Brasil) es a día de hoy la fuerza naval más grande de toda Iberoamérica, y cuenta con unas capacidades dignas de reconocimiento. Entre sus últimas adquisiciones destacan las nuevas fragatas clase Tamandaré, que serán entregadas entre 2025 y 2028, y que dotarán a su marina de una mayor capacidad de proyección en el Atlántico Sur. Junto a ellas, el buque portahelicópteros NAM Atlântico, y los cuatro submarinos clase Scorpène que han adquirido con el programa PROSUB, sitúan a Brasil en el camino a convertirse en una marina con gran protagonismo en el Atlántico Sur. Además, otros países del continente como Chile, Colombia o Perú, también han realizado sendas inversiones en sus activos navales, principalmente a través de la adquisición de fragatas y patrulleros transferidos por marinas de guerra de primer orden (Reino Unido, Estados Unidos o Francia, principalmente). Otras, como la de Argentina, han anunciado también sus intenciones de hacer lo propio en los próximos años.

En el norte de África, Egipto y Argelia, entre otros países, han invertido grandes esfuerzos para dotar a sus fuerzas navales de capacidades sólidas. El primero, a base de adquisiciones de buques a otras marinas occidentales, cuenta con ocho submarinos de ataque, siete corvetas (incluidas dos de la clase Descubierta construidas en Ferrol), más de una docena de fragatas multipropósito, e incluso un buque anfibio portahelicópteros clase Mistral francés. Además, coopera asiduamente con las fuerzas navales de la Alianza Atlántica en diversos despliegues y ejercicios conjuntos. Argelia, por su parte, se ha ido consolidando como otra de las marinas más importantes del continente africano, ayudada en buena parte por Moscú. Pese a que una parte de su flota está basada en unidades antiguas de tiempos de la Guerra Fría, como los submarinos de ataque clase Kilo o las fragatas clase Koni, el buque anfibio portahelicópteros clase San Giorgio o las fragatas MEKO A200 alemanas la convierten en un actor importante en el Mediterráneo occidental.

En el Golfo de Guinea, la marina de Nigeria se encuentra también en un proceso de modernización destacable. El grueso de su flota lo constituyen una fragata alemana y dos patrulleros de altura, además de varias decenas de patrulleros más pequeños. Pese a que algunos de ellos son heredados de la marina estadounidense y la china, durante los próximos años Nigeria tiene prevista la adquisición de algunas unidades anfibias y patrulleros de altura de última generación. Por otro lado, Sudáfrica también ha mostrado interés en sus capacidades, habiendo realizado varios ejercicios navales conjuntos con China y Rusia (el más reciente en febrero de 2024).

Por último, Irán merece una mención especial en lo relativo a sus actividades marítimas. La República Islámica cuenta con las fuerzas navales de su marina convencional y las de la Guardia Revolucionaria, que, pese a no ser particularmente numerosas, le permiten llevar a cabo las conocidas como campañas de disrupción marítima. Para ello emplea, generalmente, buques de tamaño reducido y vehículos de superficie no tripulados o USVs (cuyo uso tanto ha proliferado en el mar Negro durante los últimos dos años), lo que permite mantener la situación por debajo del umbral de conflicto abierto –dentro de lo que se denomina ‘zona gris’. Con una posición geoestratégica privilegiada, Teherán está en posición de cortar el tráfico mercante que transita a través de uno de los puntos de estrangulamiento (‘chokepoints’) marítimo más importantes del mundo –el más importante en lo que al tráfico petrolero se refiere: el estrecho de Hormuz. Además, en lo que recuerda a la «guerra de los petroleros» derivada del conflicto entre Irán e Iraq en los años ochenta, los ataques hutíes contra el comercio marítimo en el mar Rojo desde octubre de 2023 están siendo posibles gracias al apoyo iraní (tanto en material y armamento como en inteligencia).

En el actual contexto de confrontación entre grandes potencias, en el que el dominio marítimo es cada vez más importante, el cambio de mentalidad de estos países responde a la necesidad cada vez más acuciante de proteger unos intereses nacionales que ven cada vez más amenazados. Las ambiciones marítimas de todos ellos auguran desde hace años un verdadero despertar naval en el sur global, que se preparan para el que muchos ya consideran como «el siglo marítimo». A ellos se suman también las naciones occidentales, a las que la crisis del Mar Rojo ha puesto de manifiesto la permanente importancia de proyectar una disuasión efectiva en el mar.