Dos décadas de comercio con China

Dos décadas de comercio con China han potenciado Latinoamérica, pero también ‘reprimarizado’ sus exportaciones

ANÁLISIS

27 | 12 | 2023

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La demanda china de materias primas ha entorpecido el deseo regional de avanzar hacia productos de mayor valor añadido

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Collage con un dragón de la mitología china [CLI]

El gran dinamismo del desarrollo comercial entre China y América Latina y el Caribe desde inicios del siglo XXI ha sido considerada como una extensión natural de la conocida “Franja y Ruta de la Seda”. Sin embargo, recientes manifestaciones de un cierto desequilibrio comercial y una inversión irracionalmente estructurada han puesto en peligro la sostenibilidad de las exportaciones bilaterales.

Cuando el comercio latinoamericano con China cumple dos décadas de gran desarrollo, conviene hacer un balance acerca de qué beneficios, o perjuicios en su caso, ha supuesto para la región ese intercambio. Es lo que ha hecho la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU (Cepal) en su informe anual de comercio internacional, que dedica un capítulo a hacer ese oportuno balance.

Tan importante como la necesidad de expandir los flujos comerciales y las inyecciones de inversión, es modificar la estructura del propio intercambio bilateral. La reprimarización de las exportaciones conlleva notorias deficiencias internas (fragilidades estructurales, dependencias comerciales y falta de competitividad industrial) que provocan una gran vulnerabilidad ante cualquier ciclo económico internacional que conlleve a una reducción de los precios de los productos básicos. Al mismo tiempo, una mirada cercana a las actuales tendencias geopolíticas y económicas permite identificar una posible relocalización del valor agregado en las exportaciones regionales a China, al tiempo de renovar el interés de algún país en suscribir tratados comerciales particulares con China (en el contexto de crecientes tensiones comerciales entre potencias mundiales, perturbadas por las consecuencias de la guerra de Ucrania y Palestina).

Las relaciones económicas y comerciales entre China y ALC han experimentado un notable avance en las últimas dos décadas. En el año 2000, el intercambio bilateral apenas superaba los 14.000 millones de dólares. Sin embargo, dos décadas después, en 2022 registró una cifra aproximada de 500.000 millones de dólares, multiplicando así en ese tiempo 35 veces su valor. A día de hoy, China ha desplazado a la Unión Europea como el segundo socio comercial de la región, absorbiendo el 13% de las exportaciones y proporcionando el 22% de las importaciones regionales. Estados Unidos sigue manteniendo participaciones aproximadas del 40% de las exportaciones y del 30% en las importaciones, asegurándose así el primer puesto; no obstante, diversos países, sobre todo en Sudamérica, tienen a China como primer socio comercial.

Siendo la región una fuente de recursos materiales y energéticos necesarios para la pretendida expansión global de China, existen ciertos desafíos que, lejos de negar la prominente relación comercial, cuestionan su sostenibilidad y futuro. La región se enfrenta por sí sola a una situación interna de difícil coyuntura, marcada por distintos desafíos económicos relacionados con la reciente inflación, la incertidumbre y algún desajuste económico-estructural. A su vez, el capitalismo expansivo de China en lugares como Latinoamérica y el Caribe conlleva graves impactos de contaminación medioambiental en la extracción de materias primas o una importante incidencia en las condiciones laborales y del entorno de algunos pueblos originarios.

Sin duda alguna, la principal asignatura pendiente en materia de estrategias comerciales para poder continuar con el plan de acción conjunto 2022-2024 de cooperación entre China y la región, consiste en la diversificación y sofisticación exportadoras. Así lo ha manifestado el citado documento de la Cepal.

Las estrategias de diversificar y sofisticar las exportaciones con respecto a China son claves para lograr reducir la vulnerabilidad, fomentar el crecimiento económico sostenible y mejorar la resiliencia de una región frente a cambios en el entorno económico global. Sin embargo, este intento de contribuir al desarrollo de una economía regional más dinámica y competitiva pasa por la identificación y análisis de tres elementos determinantes que, a su vez, marcarán el porvenir de la relación bilateral: (1) la tendencia registrada del crecimiento de las exportaciones de la región, (2) la tendencia hacia una mayor reprimarización de las exportaciones, y (3) la diversidad en el patrón exportador de América del Sur en comparación con el patrón registrado en México, Centroamérica y el Caribe.

1. Tendencia de crecimiento de las exportaciones desde 2000

Entre los años 2000 y 2012, el valor de las exportaciones de la región hacia China experimentó un notable crecimiento, con una tasa anual del 31,2%, triplicando así el 9,6% correspondiente a la tasa de crecimiento de las exportaciones a nivel mundial. Durante este periodo, el promedio anual de las exportaciones de América del Sur a China aumentó de 4.500 millones de dólares (en el trienio de 2000-2002) a casi 84.000 millones de dólares (entre 2010 y 2012), multiplicándose por un factor de 18. Lo mismo ocurrió con las exportaciones de Centroamérica, cuyo valor creció 18 veces, pasando de un promedio anual de apenas 25 millones de dólares (en el trienio 2000-2002) a más de 460 millones de dólares (en el periodo 2010-2012). En los casos de México y el Caribe, los promedios anuales de exportaciones se multiplicaron por un factor de 12 y 10, respectivamente, entre ambos periodos. De esta manera, las exportaciones de todas las subregiones y México experimentaron tasas anuales de crecimiento de dos dígitos entre 2000 y 2012.

Este período estuvo marcado por el denominado “superciclo de los productos básicos”, al compás de una década de oro compuesta por una alza en los precios de las materias primas (especialmente del petróleo y del mineral de hierro) y una financiación más barata, ambas impulsadas por una notable expansión de la demanda china. Sin embargo, el previsto y continuado crecimiento de dependencia comercial y el dinamismo de las exportaciones regionales a China se redujeron significativamente en el período entre 2013 y 2022, a medida que la economía china moderó su ritmo de expansión, afectando la demanda de productos básicos. A pesar de ello, durante este periodo, las exportaciones a China continuaron aumentando a un ritmo mucho más elevado que las exportaciones totales de la región, con tasas anuales del 6,4% y 2,3%, respectivamente.

Se proyecta que China será el destino de exportación más dinámico y prominente para la región en los próximos años, aun afrontando desafíos relacionados con cuestiones medioambientales, dependencias estructurales o problemas competitivos para la región. Aunque otras zonas como la Unión Europea vuelvan a despertar su interés por recuperar el protagonismo que anteriormente tuvieron en la región, China seguirá creciendo como el factor más determinante de las exportaciones regionales en la próxima década.

2. Reprimarización de las exportaciones

Uno de los aspectos más interesantes a considerar en la relación comercial de América Latina y el Caribe con China consiste en la reprimarización de las exportaciones, un fenómeno que no deja de cuestionar el beneficio o la dependencia de dicha relación comercial (considerada por algunos como un claro ejemplo de neocolonialismo económico). Entre las décadas de 1960 y 1980, numerosos países latinoamericanos llevaron a cabo procesos de industrialización mediante la estratégica sustitución de importaciones. Sin embargo, en los años ochenta, diversos factores internos y externos (las crisis del petróleo en 1973 y 1979, y el creciente endeudamiento de la región) condujeron a lo que se conoce como la “década perdida”. Durante este período, estos países enfrentaron desafíos económicos significativos.

En la década de los noventa, con la llegada de políticas liberales, las iniciativas industriales en América Latina se enfriaron. Mientras tanto, en ese mismo periodo, China comenzó a realizar inversiones masivas para remodelar la estructura productiva de sus sectores industriales. Dada su considerable expansión en la primera década del nuevo siglo (derivada de sus elevadas inversiones), China no solo amplió sus relaciones comerciales con América Latina, sino que también incrementó sus inversiones en la región, especialmente después de la crisis de 2008. Bajo el lema de una relación comercial basada en el beneficio mutuo, una considerable dependencia comercial fue estructurada. Mientras que elevadas exportaciones de productos primarios hacia China resultaban positivas debido a la gran demanda y el aumento del precio de estas materias primas, la elevada inversión industrial china terminó por hacerse con la competitividad de los mercados de productos más sofisticados (esto es, de productos con una mayor tecnología). La disminución de la actividad industrial local en los países latinoamericanos dependientes de la mencionada “reprimarización de las exportaciones” conlleva un desequilibrio estructural para el correcto desarrollo de la región (vinculando su crecimiento económico a los periodos caracterizados por el auge de los precios en los productos básicos, e inhabilitando todo autodesarrollo que no descanse en la dependencia estructural en las industrias extranjeras capitalizadas por la inversión china).

Las exportaciones de bienes primarios experimentaron el mayor crecimiento entre los años 2000 y 2022, alcanzando al final de este período participaciones destacadas del 83% en América del Sur, del 68% en Centroamérica, del 51% en México y del 46% en el Caribe, como indica el informe de la Cepal. En particular, en América del Sur, la participación de productos primarios en las exportaciones hacia China superó el 90% en el trienio 2020-2022 en países como Argentina, Bolivia, Ecuador y Uruguay. Por otro lado, las exportaciones de México y Centroamérica presentan un contenido de productos con mayor intensidad tecnológica, especialmente manufacturas de tecnología baja y media.

Las exportaciones regionales hacia China muestran un notable grado de concentración en un conjunto limitado de productos. En el período entre 2020 y 2022, tan solo cinco productos (porotos de soja, minerales de cobre y hierro, petróleo y cátodos de cobre) representaron el 67% del total de las exportaciones a ese país. Además, solamente una lista de 20 principales productos abarca ya el 86% de las exportaciones totales de la región. Esta alta concentración de envíos adquiere más evidencia en el momento de comparar el número de productos exportados a nivel intrarregional, o incluso a Estados Unidos o la Unión Europea.

Aproximadamente el 93% de las exportaciones regionales hacia China entre 2000 y 2022 provino de América del Sur, reflejando la abundante dotación de materias primas en esa subregión. Entre los principales exportadores a China se destacan las mayores economías de América del Sur, especialmente Argentina, Brasil, Chile y Perú. De manera destacada, los últimos tres fueron responsables del 82% de estos envíos. En contraste, el 6% provino de México, mientras que tanto el Caribe como Centroamérica tuvieron participaciones inferiores al 1%. A pesar de esto, México y algunos países de Centroamérica (El Salvador, Guatemala y Panamá) y el Caribe (Cuba y la República Dominicana) tienen participaciones notables en algunos productos de mayor elaboración, como azúcar, ferroníquel y harina de pescado.

En algunos productos primarios, también han ganado relevancia países de menor tamaño. En los últimos años, por ejemplo, Ecuador y Panamá han atraído inversiones extranjeras en el sector minero, algunas de ellas provenientes de capitales chinos. Esto ha llevado a que ambos países se conviertan en exportadores netos (es decir, cuyo valor de los bienes exportados excede el valor de los bienes importados) de mineral de cobre, alcanzando en el trienio 2020-2022 una participación conjunta del 5% en las exportaciones regionales de dicho producto hacia China.

En específico, la región ha afirmado su posición como un proveedor significativo de alimentos para China, y las tendencias marcan que seguirá siéndolo (a pesar de que los desajustes estructurales de las exportaciones aconsejen una mayor diversificación en la tipología de productos). En el periodo comprendido entre 2010 y 2022, la región, en promedio, contribuyó con casi un tercio de las importaciones totales de alimentos de China. En ese lapso, Brasil individualmente representó, en promedio, el 21% de las importaciones chinas de alimentos.

3. Heterogeneidad del patrón exportador hacia China

Siendo China uno de los dos principales mercados de exportación de América del Sur (absorbiendo el 30% y el 37% de las exportaciones totales de Brasil, Chile y Perú en el periodo 2020-2022), mantiene un perfil más discreto entre los destinatarios de los envíos de los países centroamericanos (excepto Panamá) y del Caribe.

A diferencia de aquellas exportaciones interregionales a China, las importaciones de este muestran un grado más alto de diversificación. Además, los 20 principales productos importados por la región desde China sólo representan un 26% de las compras totales a este país. En relación a la naturaleza de estas importaciones, cabe destacar que China es un amplio proveedor de productos de cierta tecnología (partes y accesorios para máquinas, herramientas, computadoras personales, teléfonos celulares, circuitos electrónicos, células fotovoltaicas, equipos ópticos) además de la provisión de bienes de consumo, de capital e intermedios para las industrias locales de otros países.

Fenómenos como la creciente fragmentación, deslocalización o inclusión de los procesos de producción de países a nivel global han subrayado la necesidad de analizar el comercio en términos agregados, y no sólo brutos, advierte la Cepal. Desde esta perspectiva, un correcto análisis del grado de integración productiva entre los países de la región y China (calculado a partir de las proporciones de valor agregado local exportado e importado) muestra que existe una mayor y marcada integración productiva entre América del Sur y China, en comparación con las cifras registradas con Centroamérica o México.

En términos promedio, el 87% del valor de las exportaciones de América del Sur en 2017 se atribuyó al valor agregado local. De ese porcentaje, un 14% se destinó a China, una proporción similar a la destinada al resto de Asia y ciertamente superior a la asignada a Estados Unidos (11%) y la Unión Europea (11%). El valor agregado local destinado a China en Perú, Chile y Venezuela registran una cifra superior a la destinada a la Unión Europea e incluso al resto de la región. En los dos primeros, también excede al porcentaje de Estados Unidos. Aunque en Brasil y en Uruguay, el valor agregado local exportado a China esté por debajo del 20%, sus cifras registradas siguen superando a las de la Unión Europea y a las de Estados Unidos. Esta dominante participación de China en las exportaciones de valor agregado de América del Sur está mayormente estructurada en sectores económicos primarios como por ejemplo en la agricultura, ganadería, caza y pesca (67%), madera y papel (58%), y petróleo y minería (55%).

En cambio, en el caso de Centroamérica, solo un 2% del valor agregado local exportado se destinó a China, representando una fracción modesta del total de 76%, comparado con las fracciones de Estados Unidos (26%) y la Unión Europea (14%). Estos menores encadenamientos hacia adelante son superados por los valores de estos países destinados a la Unión Europea y a Estados Unidos.

Por último, en el caso de México, solo el 56% del valor de sus exportaciones en 2017 correspondió al valor agregado local, con una fracción mínima de un punto porcentual dirigido a China, frente al dominante 41% de Estados Unidos. Esta fuerte vinculación con Estados Unidos se debe principalmente a los beneficios comerciales a los que México se acoge bajo los términos acordados en el T-MEC.

La tarea de la diversificación

La irrupción de China en el comercio exterior con América Latina y el Caribe y su exitosa evolución posterior demandan la necesidad de afrontar una diversificación y sofisticación de las exportaciones por parte de la región, para así garantizar la tendencia de crecimiento en un entorno económico global cada vez más cambiante. La vulnerabilidad a la dependencia basada en la reprimarización de exportaciones con un único socio comercial, el riesgo de fluctuaciones en los precios de productos básicos y materias primas, el escaso fomento de innovación y productividad, la diversificación de exportaciones para acceder a mayores cadenas de valor global, y una mayor resiliencia y capacidad de adaptación a cambios en la demanda global, son cuestiones primordiales de esa gran tarea de diversificación que la región tiene que considerar a la hora de proyectar las relaciones bilaterales con China y el resto de sus socios comerciales.