El ambivalente compromiso verde de los países del Golfo

El ambivalente compromiso verde de los países del Golfo

ANÁLISIS

27 | 06 | 2024

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A pesar de la diversificación económica, el PIB petrolero mantiene su fuerza y la apuesta por las renovables es aún muy tímida

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António Guterres, secretario general de la ONU, y Mohamed bin Zayed, presidente de EAU, en la COP 28 celebrada a finales de 2023 en Dubái

El Gobierno español, por boca de su vicepresidenta Yolanda Díaz, llegó a calificar de “distópico” el hecho de que la COP 28 –la conferencia de Naciones Unidas sobre el cambio climático celebrada el año pasado– tuviera lugar en Emiratos Árabes Unidos (EAU), un país fundamentalmente petrolero, y que además fuera presidida por Al Yaber, director ejecutivo de ADNOC, la compañía de hidrocarburos nacional emiratí.

Sin embargo, la visibilidad de EAU –y de otros vecinos como Arabia Saudí y Qatar– en esa conferencia de la ONU realzó el compromiso expresado por estas naciones, junto con el resto de las participantes, en avanzar hacia un mundo descarbonizado. En la cumbre diversos líderes de los países del Golfo Pérsico sumaron su firma al acuerdo que decretaba “el principio del fin” de la era de los combustibles fósiles, a pesar de que sus economías se basan en la producción y comercialización de esos productos. En el fondo, más que apostar propiamente por el fin del paradigma petrolero, lo que hacían esos países era comprometerse al desarrollo de energías limpias, de manera que estas también crezcan en su ‘mix’ energético nacional y les ayuden a transitar hacia un modelo global en el que, si bien los hidrocarburos seguirán extrayéndose para diversos usos, ya no serán el combustible que mueve el mundo.

Los países del Golfo se han encontrado ante la tesitura de cerrarse a cualquier cambio, dando la espalda a las convenciones internacionales, o sumarse a los esfuerzos generales por una economía sostenible energéticamente. La decisión no ha sido sencilla, porque para ellos los hidrocarburos han venido constituyendo un alto componente de su PIB y porque en las últimas décadas han supuesto un recurso estratégico que les ha dado una gran influencia en el mundo. En la última década, no obstante, Arabia Saudí y otras naciones vecinas han ido planificando una diversificación económica que garantice su adaptación a una nueva era de reducido consumo de combustibles fósiles.

Compromisos de la COP 28 en Dubái

Enfrentarse a las consecuencias climáticas de la explotación de los hidrocarburos y promover una solución eficaz requiere una respuesta conjunta internacional. Un importante avance fue el Tratado de París, en vigor desde 2016, que entre otras medidas estableció el compromiso de políticas tendentes a limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados, recuperando los niveles que presentaba el planeta en la época preindustrial. El tratado fue acordado por la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), de la cual la COP constituye el órgano supremo de toma de decisiones. Hitos destacables han sido el Protocolo de Kioto, el Acuerdo de Copenhague o el ya mencionado Acuerdo de París.

En la COP 28, celebrada en Dubái entre el 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2023 (la COP 29 tendrá lugar a finales de 2024 en Azerbaiyán, otro productor petrolero), se llevó a cabo el balance mundial del Acuerdo de París, constatando que se han registro pequeños avances, pero sin conseguir los objetivos marcados, poniendo así en evidencia la necesidad de desarrollar políticas más efectivas. En concreto, losfirmantes se fijaron el objetivo de reducir las emisiones de gases invernadero un 43% hasta 2030 y un 60% hasta 2035.

El Acuerdo de Dubái, adoptado por unanimidad del plenario, acogió el compromiso a triplicar la capacidad global de energías renovables para el año 2030, acelerar la disminución progresiva del uso de la energía basada en el carbón, crear un fondo para los países más vulnerables al impacto climático y, sobre todo, lograr el abandono de combustibles fósiles para alcanzar cero emisiones netas en 2050.

Importancia de las energías fósiles para el Golfo

El control de las fuentes energéticas ha sido y sigue siendo condición de poder político y económico, de ahí que quien controla estos recursos pueda ser reacio a perder influencia global. El peso de Oriente Medio en el mundo se debe precisamente a su producción de hidrocarburos, algo que los países del Golfo han hecho valer en las últimas décadas y también hoy.

En 1973, el sorpresivo ataque conjunto de Egipto y Siria a Israel durante el Yom Kippur derivó, tras la victoria judía, en el boicot petrolero de las naciones árabes de la OPEP contra Occidente. Esa crisis del petróleoocasionó una importante recesión en numerosos países, entre ellos Estados Unidos, que sufrió una inflación del 12%.

El valor estratégico del control de las energías fósiles se ha vuelto a poner de manifiesto con la Guerra de Ucrania y las consecuentes sanciones económicas a Rusia. El desequilibrio en el mercado a raíz de la guerra conllevó una subida drástica de los precios de los combustibles, especialmente a lo largo de 2022.

Esta situación, onerosa para Occidente, se presenta como una oportunidad para los países de Oriente Medio, tanto porque supone un aporte adicional de ingresos derivados de los hidrocarburos, como por la mayor la dependencia que Europa tiene de los suministros de específicos países, como es el caso del gas natural licuado procedente de Qatar (la dinastía Al Thani, conocedora de la necesidad energética del viejo continente, está desarrollando un plan por el que pretende aumentar un 80% su producción).

La importancia estratégica que a los países del Golfo Pérsico otorga la condición de primordiales fuentes energéticas explica que Arabia Saudí, principal exportador de petróleo crudo, y Emiratos, junto con Irán, hayan ingresado este año en BRICS+, organización que de esta manera aglutina a países que originan el 44% de la producción mundial de petróleo.

El petróleo crudo es el producto más comercializado del mundo en términos monetarios, afectando en 2022 a una masa dineraria de 1,45 billones de dólares. En 2023 se registró el máximo histórico de demanda mundial, liderado por China y los mercados emergentes. Con todo esto, no sorprende que Saudi Aramco (empresa petrolera estatal saudí) registrara en 2022 161 millones de dólares de beneficio, superando los resultados combinados de otras importantes compañías energéticas como Shell, BP, ExxonMobil y Chevron, y constituyendo un récord de ganancias en cualquier ámbito del mercado internacional. Los ingresos provenientes de los combustibles fósiles han contribuido directamente a que los estados de la península arábiga (contabilizando su PIB en bloque) hayan superado a países como Rusia o Brasil, para colocarse entre las 10 principales economías del mundo.

Dependencia del PIB

El aumento de los ingresos provenientes de los combustibles fósiles oculta el esfuerzo que algunos países del Golfo están realizando para diversificar su actividad económica, de manera que esa diversificación no ha supuesto los últimos años un aumento de la contribución de las actividades no relacionadas con los hidrocarburos en el PIB nacional.

Así, el PIB no petrolero de Arabia Saudí se ha mantenido en torno al 65% del PIB, de acuerdo con los datosdel Fondo Monetario Internacional (FMI): la cuota llegó al 73% en 2020, influida por la menor necesidad de combustible en el mundo debido a la reducción del transporte durante los cierres de la pandemia de Covid-19, y bajó al 55,9% en 2022, año en que los precios del petróleo subieron a raíz de la invasión de Ucrania.

Una fluctuación similar puede observarse en el peso que en el PIB de Qatar tiene la actividad no relacionada con los hidrocarburos, que en 2020 ascendió al 71% durante el cese de actividad mundial por la pandemia, y bajó al 55,8% en 2022 ante la mayor demanda de gas de Qatar como alternativa al gas ruso. El FMI estima que la contribución en 2023 al PIB qatarí fue del 61,1% y podría ser del 65% en 2025 y 2026.

Menos fluctuación coyuntural se aprecia en el caso de Emiratos, cuyo sector no petrolero ha aportado los últimos años en torno al 72% del PIB, como indican las estadísticas del país (la contribución aumentó diez puntos después de que en 2014 cayera drásticamente el precio del petróleo, pero desde entonces se ha mantenido más o menos constante).

Las cifras constatan que el grado de dependencia de los combustibles fósiles no está disminuyendo en las economías del Golfo; si bien los gobiernos de la región están fomentando actividades alternativas pensando en un momento en que disminuya la demanda de petróleo y gas en el mundo, seguirán extrayendo y exportando hidrocarburos mientras puedan colocarlos en el mercado. En este sentido, el ministro de energía de Arabia Saudí, el príncipe Abdulaziz bin Salman, afirmó en 2021 que “cada molécula de hidrocarburo” sería extraída. Por su parte, el director del departamento de Oriente Medio y Asia Central del FMI, Jihad Azour, declaró que los exportadores de petróleo “deben aumentar y reforzar sus reservas y utilizar este momento como prueba de fuego para una diversificación sostenible”. Con ello, avalaba la estrategia de los propios países de aprovechar sus recursos naturales mientras puedan y crear con ello un colchón financiero que facilite la transición de modelo económico.

Energías renovables

Si en el caso de la contribución al PIB no se nota la incidencia de los pasos que están dando los países del Golfo en búsqueda de actividades económicas alternativas, dado el peso que mantiene el sector de hidrocarburos en los balances nacionales gracias a los elevados precios que paga la demanda internacional, sí puede observarse, en cambio, una incipiente apuesta, aún muy reducida, por las energías renovables.

Esa apuesta puede interpretarse como una estrategia para maximizar los ingresos provenientes del crudo: avanzar en la sustitución del consumo nacional de petróleo o gas por fuentes renovables, para vender en el exterior todo el combustible fósil posible en un momento de buenos precios y así aprovechar la demanda global antes de que esta comience a disminuir por las políticas impulsadas a raíz del cambio climático. Pero también puede interpretarse como una sincera opción por las energías verdes, en parte como modo de fomentar el desarrollo de punteras tecnologías que están recibiendo inversiones en todo el mundo.

Partiendo de cero, EAU y Arabia Saudí se han fijado metas realmente ambiciosas. Emiratos se ha propuesto que el consumo nacional de energía proceda en un 50% de fuentes renovables y que las emisiones de carbono se reduzcan un 70%, todo ello para 2050. El mismo listón de poder generar el 50 % de su energía mediante fuentes no contaminantes se lo ha marcado Arabia Saudí, aunque en este caso el horizonte es 2030, veinte años menos. Para avanzar en su propósito, los saudíes cuentan con 12 proyectos que incrementarán la capacidad solar y eólica (Qurrayat, Madinah, Rafha, Alfaisalia, Rabigh, Jeddah, Mahad Dahab, Saad, Alras, Wadi Adwawser, Qurrayat,Yanbu y, sobre todo, Sakaka). También están invirtiendo en iniciativas innovadoras; así, en 2022 Saudi Aramco fue pionera en enviar un cargamento de hidrógeno azul a Corea del sur.

Las metas mencionadas, sin embargo, se antojan difíciles de alcanzar a la vista del escaso porcentaje que hoy supone la energía renovable en estos países; especialmente inalcanzable es en el caso de Arabia Saudí, que en 2030 se quedará bastante lejos del horizonte deseado. Desde 2018 este país ha incrementado muy tímidamente su capacidad eléctrica instalada a partir de fuentes renovables, llegando solo al 2,9% del total en 2023, según la Agencia Internacional de la Energía Renovable (Irena). En cuanto a generación efectiva, la cifra es aún menor: solo el 0,1% (dato de 2021, el último ofrecido por Irena). EAU y Qatar superan notablemente a los saudíes con un 14% y un 7,2% de capacidad instalada, y un más tímido 4,2% y 0,3% en cuanto a generación, respectivamente.

Visiones

Para entender el enfoque de Oriente Medio respecto de las energías fósiles y la transición energética hay que tener en cuenta la contundente afirmación de Mohamed bin Zayed, presidente de Emiratos y emir de Abu Dabi: “En 50 años, cuando puede que tengamos el último barril de petróleo, la pregunta será: ¿cuándo este barril se haya exportado al extranjero, estaremos tristes?... Si invertimos hoy en los sectores adecuados, puedo aseguraros que lo estaremos celebrando en ese momento”.

Esta ambición regional de diversificación se plasma en las nuevas estrategias nacionales anunciadas la última década. Se trata de la ‘Visión 2030’ de Arabia Saudí, la ‘Estrategia Energética 2050’ de Emiratos y la ‘Visión Nacional 2030’ de Qatar. Otros países del Golfo han planificado también programas similares, como Bahréin, Kuwait y Omán. Estos proyectos, que apuntan a una elevada inversión privada, incluyen importantes obras de infraestructura y apuestas tecnológicas, con el desarrollo incluso de grandes ciudades de carácter futurista, como la saudí NEOM.

La ‘reinvención’ de los países del Golfo pasa también por una intensa diplomacia pública, que busca ofrecer una imagen nacional renovada. Conscientes de las divergencias sociales y culturales con Occidente, están promoviendo campañas para ser vistos como estados modernos e involucrados en la protección de los derechos humanos. Ejemplos de estos intentos son la propia acogida de la COP 28 en Emiratos, la celebración del último Mundial de Fútbol en Qatar o el desembolso de grandes cantidades de dinero para que algunos de los futbolistas más mediáticos vistan las camisetas de clubes saudíes.

Esta apuesta les ha servido para una renovada imagen nacional y para la atracción de inversiones extranjeras. De momento, sin embargo, cabe hablar de cierta ambivalencia, pues las cifras revelan tanto un continuismo en su dependencia de los recursos fósiles como una apuesta aún muy tímida por una producción eléctrica a partir de fuentes renovables, a pesar de compromisos públicos como los de la COP 28, que sobre todo buscan comprar tiempo.