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Celebración del quinto aniversario de la creación de la DFC, con intervención de Antony Blinken, secretario de Estado [DFC]
Para intentar contrarrestar la influencia ejercida por China en el mundo a través de sus créditos y su Iniciativa del Cinturón y la Ruta, Estados Unidos remodeló su propio instrumento de financiación pública en el exterior con la creación en 2019 de la US International Development Finance Corporation (DFC). Aunque la dotación de esta agencia ha ido en aumento, no ha ocurrido así con los programas destinados a Latinoamérica, región a la que el gobierno estadounidense ha dedicado en 2024 la cuarta parte de lo que invirtió hace una década, en contraste con el incremento de partidas para otras regiones, como Asia. A pesar de su retórica, Estados Unidos no acaba de diseñar una estrategia coherente y duradera para rivalizar la creciente influencia china en buena parte de su propio hemisferio.
“Queremos asegurarnos de que nuestros vecinos más cercanos sepan que tienen una opción real entre la diplomacia de la trampa de la deuda y enfoques transparentes y de alta calidad para la infraestructura y el desarrollo”, declaró el presidente Joe Biden en noviembre de 2023, en la Cumbre de Líderes de la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas (APEA). La frase de Biden mostraba la incomodidad estadounidense ante la actividad de China en Latinoamérica y evidenciaba la creciente competencia geopolítica en la región. Sin embargo, a pesar de la retórica, la realidad es que para los líderes regionales que ven a Estados Unidos como un aliado potencial y un acelerador de su crecimiento económico, la nueva iniciativa se quedaba corta. La ausencia en la cumbre de Katherine Tai, representante de Comercio de Estados Unidos, reforzaba la habitual sensación de que Washington no está interesado en realizar una apuesta competitiva en Latinoamérica y más bien prefiere atender negocios y obligaciones lejos de su vecindad.
Esa percepción no es del todo cierta, pues no hay que olvidar que Estados Unidos es el país con mayor inversión en Latinoamérica, responsable de un tercio de la inversión extranjera directa (IED) recibida en la región. En 2023 la IED que llegó a los países latinoamericanos tuvo su origen en EEUU en un 33%, por debajo del 42% de 2021 y del 39% de 2022, pero igualmente importante, como indica el último informe de la Cepal. De acuerdo con la línea habitual, en 2023 el segundo inversor individual fue España, con un 11% (de la UE en conjunto procedió el 22%). China, origen solo del 4% de la IED recibida por la región en 2021 y del 3% en 2022, en 2023 restringió sustancialmente esa actividad ya reducida, con cantidades imperceptibles.
Pero el dato de la IED es equívoco para valorar la influencia ‘política’ que pueden ejercer las grandes potencias. A diferencia de Estados Unidos, cuya inversión en el exterior se debe básicamente a la iniciativa privada mientras que las partidas públicas se han venido concentrando en ayudas al desarrollo a países pobres, China se ha volcado en otorgar créditos estatales a gobiernos de todo el mundo, en una primera fase (120.000 millones de dólares a gobiernos latinoamericanos desde 2005), y ahora, en una segunda, a dotar financieramente a sus empresas para que tomen posición en los distintos mercados nacionales. Está, además, el capítulo comercial: China se ha convertido en el primer socio comercial de economías importantes, como las de Brasil y Chile, arrebatando esa plaza a Estados Unidos. En un lapso de veinte años, China ha catapultado su influencia en Latinoamérica, con una gran presencia en áreas como infraestructura, telecomunicaciones y generación de energía.
Inversiones a la baja
Para revertir esta situación, Washington puso en marcha en 2019 la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (DFC por sus siglas en inglés), creada a partir de una agencia precedente. La Administración estadounidense quiso adecuar ese instrumento financiero para contrarrestar el alcance global de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. La DFC se presenta como la contraparte que se adhiere a los altos estándares de respeto al medio ambiente, los derechos humanos y los derechos de los trabajadores. Mientras que China usa su músculo financiero estatal, la DFC crea alianzas con el sector privado para financiar soluciones a los desafíos más críticos del mundo en desarrollo.
Desde 2019, la DFC ha promovido 117 proyectos para 15 países de la región. Los más beneficiados de este capital han sido Colombia, a la que se le han dedicado casi 1.670 millones de dólares en 16 proyectos, seguida de Brasil, con 11 proyectos y un ingreso de 1.400 millones de dólares, y de Ecuador, con 1.100 millones de dólares en 16 proyectos. El presupuesto total destinado al desarrollo del hemisferio occidental entre 2019 y 2023 ascendió a 7,38 millones de dólares y podría acercarse a los 8.000 millones el acumulado al término de 2024. Las mayores áreas de enfoque son las de finanzas y seguros, servicios técnicos científicos y profesionales, así como minería y agricultura.
A pesar de esto, en la última década la inversión para Latinoamérica ha ido en retroceso. A inicios de la misma, los números alcanzaban los 2.120 millones de dólares, pero en el ejercicio de 2023, estos disminuyeron a 1.080 millones. En noviembre de 2024, el total se acercaba a los 500 millones, lo que hacía prever que el año cerraría con la menor inversión de Estados Unidos en la década. Esto no sucede con las naciones de Asia, donde entre 2019 y 2023 la inversión de la DFC alcanzó los 7.38 millones de dólares: aunque en el conjunto de esos años se trata de una cifra a la destinada a Latinoamérica, el interés estadounidense por Asia está al alza. Desde 2022 la inversión de la DFC para Asia ha llegado a triplicar lo que se destina al hemisferio occidental.