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Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, presidente y vicepresidenta de Nicaragua [19 digital, portal del régimen sandinista]
Las sanciones aplicadas por Estados Unidos para castigar al régimen de Daniel Ortega no han impedido la progresiva implantación de una dictadura en Nicaragua. La reciente liberación y expulsión de 222 presos políticos no parece haber sido consecuencia de la presión estadounidense; tampoco supone un indicio de arrepentimiento de Ortega, sino más bien lo contrario. Como principal socio comercial de Nicaragua, EEUU podría ser más efectivo en sus propósitos con una reducción de las importaciones que hace desde allí: Washington ha considerado excluir a Nicaragua del acuerdo del libre comercio entre EEUU y Centroamérica, y ha barajado también el extremo de prohibir la compra de productos nicaragüenses. Sin embargo, a pesar de proclamar esas intenciones, la realidad es que EEUU sigue aumentando su comercio –y su raro déficit comercial– con Nicaragua.
El comercio entre Estados Unidos y Nicaragua alcanzó en 2022 un récord de $8.304 millones, lo que supone un incremento del 21,97% respecto al año anterior, en el que también hubo un importante salto tras la moderación comercial del pandémico 2020. En esos dos años, mientras el Washington político ha buscado maneras de forzar al presidente Ortega para desandar la senda del autoritarismo, el comercio entre los dos países creció un 67,15%, según las cifras recogidas en el Censo estadounidense.
La economía nicaragüense depende enormemente de ese comercio, pues alrededor del 60% de sus exportaciones van destinadas a Estados Unidos. Nicaragua es el único país de Centroamérica que vende más a EEUU de lo que le compra: solo adquiere allí alrededor del 25% del total de sus importaciones. Esa situación de privilegio nicaragüense ha sido apuntada por quienes desde Washington destacan la incongruencia de estar sancionando con medidas aisladas al régimen de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, y sin embargo seguir premiándole con ese superávit comercial. En 2022, el déficit para EEUU en esas transacciones subió a $3.151 millones, un 25,89% más que el año anterior.
Es posible que el volumen de esa relación comercial se vea afectada a lo largo de este año por algunas decisiones adoptadas por la Administración Biden, como el anunciado fin del trato de favor en la importación de azúcar para 2023. Hasta ahora, no obstante, ha habido contraste entre la declaración de intenciones desde EEUU en materia comercial y el rédito que sigue obteniendo Nicaragua (el matrimonio Ortega-Murillo y sus hijos controlan diversas empresas importantes y se benefician de las exportaciones; si bien hay que tener en cuenta el daño que puede generarse en la población a raíz de ciertas sanciones económicas).
La liberación el 9 de febrero de 222 presos políticos, que fueron despojados de sus derechos civiles y nacionalidad y enviados inmediatamente a Washington, no parece responder a una necesidad de Ortega de negociar la relajación de las sanciones vigentes. Él mismo ha subrayado que esa decisión se tomó de modo unilateral, sin pactar nada con EEUU; solo se habría preguntado a Washington su disposición a recibir a los liberados. La Casa Blanca, por su parte, ha insistido en que no ha habido ninguna concesión para que las autoridades nicaragüenses del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) llevaran a cabo ese gesto. La medida respondería, más bien, a un deseo de Managua de quitarse de encima un problema, al tiempo que le puede permitir exhibir la carta humanitaria, por más que remarcando su carácter dictatorial.
No ha habido, desde luego, ninguna relajación de las sanciones, aunque cabría preguntarse si el hecho de que la EEUU haya seguido privilegiando comercialmente a Nicaragua autoriza pensar al régimen nicaragüense que ofreciendo alguna compensación de vez en cuando puede evitar sanciones de mayor calado, como el recorte o prohibición de las importaciones que realiza la potencia norteamericana.