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Imagen de la toma en directo de un canal de televisión en Ecuador, en enero de 2024
INFORME SRA 2024 / [versión en PDF]
° Solo Bermudas, Chile y Cuba están por debajo del promedio mundial en la tasa de homicidios por 100.000 habitantes; el peor dato es el de Jamaica, según Naciones Unidas.
° Los homicidios han descendido en Brasil desde 2017 y en El Salvador desde 2019, pero aumentaron en 2021 en Colombia y desde entonces especialmente en Ecuador.
° Aunque en algunos lugares ha disminuido la percepción de inseguridad, la violencia se ha convertido en la principal cuestión de disrupción política, como antes fue la corrupción.
Latinoamérica sería más rica si tuviera menos violencia. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que si la tasa de homicidios de la región se redujera hasta alcanzar la media mundial, su economía podría aumentar medio punto más anualmente (y casi un punto en el caso de los países más azotados por la violencia, como en las últimas décadas han sido los centroamericanos). Ya el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) determinó que la violencia le cuesta a la región un gasto equivalente al 3,5% del PIB.
Los datos publicados en 2023 por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) mantienen a Latinoamérica y el Caribe como la región más violenta del planeta, en la que se cometen cerca de la mitad de los homicidios intencionados, cuando en ella habita solo el 8% de la población mundial. Esta realidad de conjunto no se ve alterada aun cuando se dan variaciones en distintos países: por ejemplo, ha habido un descenso de los homicidios en Brasil desde 2017 y en El Salvador desde 2019, mientras en 2021 aumentaron en Colombia y sobre todo en Ecuador, cuya tasa de homicidios se ha doblado desde entonces cada año (esa tendencia ya se destacaba en nuestra edición del año pasado: SRA 2023).
La UNODC atribuye la mayor violencia en Latinoamérica, en comparación con otras regiones del mundo, a la densidad del ecosistema de los grupos de crimen organizado. Establece que hay tres factores de riesgo especialmente determinantes en la persistencia del problema: el mantenimiento a muy altos niveles de la fabricación de droga (especialmente cocaína, pero también hay producción de heroína y marihuana, como en México y Paraguay, respectivamente); la proliferación y fragmentación de grupos criminales fuertemente armados, y el incremento del uso de armas de fuego.
Algunas encuestas registran una mejora relativa de la percepción individual. Así, el Índice Ley & Orden de Gallup sitúa al África subsahariana como la región con mayor sensación de inseguridad, superando desde hace unos años a Latinoamérica. No obstante, cabe advertir que se trata de una medición subjetiva, pues junto a correlaciones paralelas (es el caso del aumento de la criminalidad en Ecuador y Chile, que han pasado a ser el quinto y el sexto país del mundo, respectivamente, donde más ciudadanos consideran inseguro caminar solos por la noche), el índice también recoge una mejora de percepción en lugares con altas tasas de criminalidad (como en Venezuela y México, países que siguen siendo muy inseguros).
Desde el punto de vista público, de todos modos, la inseguridad se ha convertido en la principal cuestión de disrupción política a nivel regional (en países con gran violencia ya lo era), pasando a un primer plano en la discusión social y sustituyendo a la corrupción, probablemente la gran cuestión del debate político de la última década o década y media. La lucha del gobierno de Nayib Bukele en El Salvador contra las maras ha contribuido a remarcar esa actualidad.
Más allá de los datos objetivos de criminalidad, de la percepción ciudadana sobre ellos y de la articulación del discurso público al respecto también cabe hablar de una vertiente económica. No obstante, suele haber pocas referencias al impacto económico que en la región tiene el fenómeno, posiblemente por la dificultad de computarlo. Algunos estudios lo han abordado de modo nacional (por ejemplo, aplicado al conflicto armado de Colombia) y otros han intentado sistematizarlo en un contexto internacional, más ligado a la guerra que propiamente a la delincuencia. El FMI acaba de aportar su propia estimación.