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El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a su llegada a Rabat para participar en la XII Reunión de Alto Nivel entre España y Marruecos en febrero de 2023 [Fernando Calvo]
En las últimas décadas, Marruecos ha ido fortaleciendo su posición en el escenario internacional, consolidando su economía y su influencia en la región del Magreb. Mientras tanto, España ha mantenido una posición más discreta en la relación con su vecino del sur, tratando de no ofenderle y buscando la estabilidad en su política exterior.
Sin embargo, esta estrategia de cautela parece estar resultando en lo que algunos califican como el reiterado sometimiento de España a la voluntad de Marruecos. En los últimos meses, la relación entre ambos países ha experimentado un crecimiento de la tensión a cuenta de cuestiones como la inmigración desde territorio marroquí, la soberanía de Ceuta y Melilla, o el Sáhara Occidental.
Crisis migratoria en Ceuta y espionaje al Gobierno
Marruecos mostró bien a las claras su capacidad de presionar a España en mayo del 2021, al facilitar el acceso a la frontera con Ceuta a sucesivas olas de migrantes; cerca de 8.000 lograron entrar en la ciudad española en apenas unos días. Después de que la inteligencia marroquí conociera que España había acogido al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali (que tiene pasaporte español), para brindarle asistencia sanitaria, el país africano respondió con una avalancha de emigrantes hacia la ciudad autónoma española. Varios informes del Centro Nacional de Inteligenciasacaron a la luz que hubo una propagación de rumores entre la comunidad migrante subsahariana de que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de Marruecos iban a levantar los controles en la costa norte. Según esos informes del CNI, la policía marroquí habría recibido instrucciones desde Rabat para reducir la vigilancia en la franja costera, y las autoridades locales habrían también facilitado el transporte de migrantes subsaharianos a la cercanía de Ceuta. Como resultado, varios barcos intentaron partir de las costas de Tánger.
Curiosamente, ese mismo mes de mayo de 2021 los teléfonos móviles del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y de tres de sus ministros —Interior, Defensa y Agricultura— fueron infectados con el programa israelí ‘Pegasus’. Recientemente, el Parlamento Europeo ha concluido que es “plausible” que Marruecos esté detrás del espionaje, mientras que el Gobierno español se ha abstenido de señalar a Marruecos o a cualquier otro país como responsable.
El CNI destacó entonces el papel del rey Mohamed VI en lo sucedido, y aventuró que la intención de Marruecos no era sino la de presionar al Gobierno de España para conseguir que se posicionase de su parte en la cuestión del Sáhara Occidental. En marzo de 2022, Marruecos logró este objetivo, como se verá más adelante.
Rabat podría adoptar nuevas medidas soberanistas en el Sáhara, lo que podría provocar incidentes y reabrir el debate sobre las zonas de solape entre las aguas saharauis y las españolas en las islas Canarias. Asimismo, la diplomacia marroquí aún mantiene la narrativa de soberanía propia sobre las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, las islas y peñones del Mediterráneo y, en ocasiones, hasta sobre las islas Canarias, sobre la base de que son vestigios del colonialismo español.
El conflicto sobre Sáhara Occidental
La cuestión del Sáhara Occidental es una pieza fundamental en el juego de poder de Marruecos, además del principal punto de disputa con España, al menos hasta marzo de 2022. La pandemia de Covid-19 se dejó notar de forma devastadora en los campos de refugiados de Tindouf, donde la ración de comida por persona bajó de los 17 a los 5 kilos (con severos casos de malnutrición). El consecuente debilitamiento del Frente Polisario favoreció que Marruecos, en noviembre de 2020, violara el acuerdo de alto el fuego aprobado por la ONU en 1991, provocando a su vez que el Frente Polisario declarara la guerra a Marruecos pocos días después.
La situación empeoró tras el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental por parte de Estados Unidos en diciembre de ese mismo año, en contravención de la posición de las Naciones Unidas, que considera el Sáhara Occidental como un territorio no autónomo bajo supervisión del Comité Especial de Descolonización de la ONU. Precisamente para para llevar a cabo un referéndum de autodeterminación se creó la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO) en 1991, aunque no haya conseguido avances significativos desde entonces y acumule la renuncia de dos de los enviados especiales del Secretario General al territorio del Sáhara Occidental (una en 2004 y otra en 2019).
El gesto más significativo en la historia reciente del conflicto ha sido, quizás, el que hizo el presidente del Gobierno de España (aún considerada como potencia administradora por la ONU) en marzo de 2022. En una carta enviada al Rey de Marruecos, Pedro Sánchez respaldaba la propuesta de autonomía de Rabat y abandonaba la posición histórica de España sobre el conflicto del Sáhara Occidental, consistente en apoyar la autodeterminación en los términos establecidos por las Naciones Unidas. Esto ocurría en paralelo al envío español de armas a Ucrania y a las muestras de apoyo y solidaridad con el pueblo ucraniano que mostró el Gobierno de Madrid tras la invasión rusa de su territorio, en lo que puede interpretarse como una postura contradictoria a la mantenida en el caso del Sáhara Occidental, víctima también de una ocupación –la de Marruecos– desde 1975, cuando cesó de ser una provincia española.
Está por ver también cómo evoluciona la cuestión sobre el control del espacio aéreo del Sáhara Occidental, que hasta la fecha compete al Centro de Control de Tránsito Aéreo de Canarias. El senador de Coalición Canaria Fernando Clavijo hizo saltar todas las alarmas al preguntar al Gobierno sobre el punto séptimo de la Declaración Conjunta entre España y Marruecos firmada en abril del 2022, en la que se anunciaba el inicio de conversaciones sobre dicho espacio aéreo. El Gobierno confirmó que las conversaciones ya se habían iniciado, y aseguró que, de ningún modo, habría una concesión a Marruecos. Resulta cuestionable, sin embargo, que, habiendo el Gobierno español mostrado una inclinación hacia el plan de soberanía marroquí, no se vaya a producir a corto o medio plazo una cesión del espacio aéreo del Sáhara a Marruecos. Bajo esta perspectiva, Marruecos tendría competencia legítima y control sobre el espacio aéreo (y marítimo), dado que el Sáhara Occidental se consideraría como parte del territorio marroquí.
Conciliación con Marruecos: Reunión de Alto Nivel
El pasado mes de febrero tuvo lugar en Rabat la XII cumbre hispano-marroquí o Reunión de Alto Nivel (RAN), en la que el presidente del Gobierno español no hizo sino reafirmarse en el nuevo posicionamiento de apoyo al plan de soberanía marroquí sobre el Sáhara.
En la RAN, España también anunció su intención de duplicar la financiación destinada a Marruecos hasta los 800 millones de euros. Según el propio Ejecutivo español, esta vía de financiación tendrá un impacto significativo en el empleo del país magrebí, generando más de 20.000 puestos de trabajo en los sectores textil, agrícola y de automoción. A este respecto, cabe señalar que las anuales inyecciones de dinero español a Marruecos anteriores a este incremento buscaban el mismo objetivo de reducir el desempleo en el país africano, lo que, lógicamente, debería haber llevado aparejado un descenso paralelo en el número de emigrantes marroquís. Sin embargo, la realidad es que la tasa de emigrantes marroquíes que marchan de su país no ha hecho más que crecer año tras año, alcanzando los 3,3 millones en 2020. Es cuestionable pensar, por tanto, que doblar el presupuesto vaya a suponer una mejora lo suficientemente significativa en materia migratoria, incluso teniendo en cuenta que España no está atravesando un periodo de especial bonanza económica, y que, en cuanto al desempleo, España está por encima de Marruecos, con 12,3% y 10,7% respectivamente.
La “buena voluntad” mostrada por España, y el énfasis puesto por el Gobierno español en la importancia de la RAN no se vio correspondido por una actitud similar al otro lado del Estrecho. Así, el rey de Marruecos declinó asistir al encuentro, pese a lo cual, Sánchez incluyó en la visita una ofrenda floral a las tumbas de Mohammed V y Hassan II (abuelo y padre del actual monarca). Considerando que el dirigente español hizo de la exhumación de Franco uno de los ejes centrales de la primera fase de su progresista legislatura, resulta paradigmático el homenaje a la personalidad de Hassan II, quién impulsó precisamente la invasión de la colonia española del Sáhara Occidental y quien ordenó el bombardeo sobre la región del Rif con napalm y fósforo blanco.
Distanciamiento con Argelia
La actitud de ambos países apunta a que Marruecos goza de una posición de dominio sobre España que se ve fortalecida por la permisividad que muestra el Gobierno de Madrid. El respaldo al plan marroquí sobre el SáharaOccidental, más allá de mejorar relativamente el control de las fronteras de Ceuta y Melilla –lo cual, además, está por ver–, no puede decirse que haya favorecido a España. España podía haber jugado un papel clave en el sector energético de una Europa que estaba buscando alternativas al gas ruso y, sin embargo, se ha enemistado con Argelia por apoyar el plan de Marruecos.
La disputa sobre el Sáhara Occidental ha sido un punto clave de tensión entre Argelia y Marruecos, con Argel claramente posicionada en favor de la autodeterminación de los saharauis, no sólo por una cuestión moral o por algún interés que pueda tener sobre las tierras del Sáhara, sino porque las pretensiones de Marruecos van mucho más allá del Sáhara Occidental: el llamado ‘Gran Marruecos’ abarca también las regiones argelinas de Tindouf y Béchar; y a nadie le interesa tener un vecino con aspiraciones imperialistas que eventualmente podrían poner en jaque tu soberanía.
Recientemente, en una entrevista concedida a Al Jazeera, el presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, dejó muy claro que las relaciones con Marruecos habían llegado a un “punto de no retorno”, culpando a Marruecos de ello. En la entrevista, Tebboune también criticó a España, a la que acusa de ser parcial hacia Marruecos y afirmó que aún tiene la responsabilidad de resolver el problema del Sáhara Occidental debido a su pasado como potencia colonial. Y es que las relaciones entre Argelia y España no han hecho más que deteriorarse a medida de España ha ido haciendo concesiones a Marruecos.
Argelia puede constituir la gran alternativa al gas ruso de la que España, como puerta de entrada a Europa, podría haberse beneficiado considerablemente. Antes de que España anunciara su apoyo al plan marroquí sobre el Sáhara, Argel había prometido a Madrid aumentar la capacidad del gaseoducto Medgaz que conecta Argelia con España directamente, de 8 a 10.000 millones de metros cúbicos anuales. Tras la ruptura de relaciones, ese aumento no se producirá, con el agravante de que ahora este gaseoducto será el único que Argelia mantendrá abierto con España, ya que cerró unilateralmente el gaseoducto del Magreb (que conecta Argelia con España vía Marruecos), de mayor capacidad.
Esta oportunidad perdida por España ha hecho inclinar la balanza a favor de otro país mediterráneo. Argelia busca ahora reforzar sus lazos comerciales con Italia con la construcción de un nuevo gaseoducto (el conocido como GALSI) que pretende convertir a Italia en ese ‘hub’ energético para Europa que España parece haber perdido la oportunidad de ser. Conviene destacar que, actualmente, Estados Unidos se ha convertido en el mayor exportador de gas a España, en forma de gas licuado, más caro que el que entra por gaseoducto. Es decir, España ahora tiene que depender del gas de Estado Unidos, de mayor precio, en vez de obtener el suministro de Argelia, más barato y más rápido. Un detrimento económico emanado de la enemistad cosechada con Argelia por el reconocimiento del Sáhara marroquí.
Requilibrar la balanza diplomática
Por remota que pueda parecer la posibilidad, llegados a este punto, España aún podría posicionarse sobre la cuestión del Sáhara Occidental, y confrontar con Marruecos, en línea con lo que lleva más de una década pidiendo la ONU. Si bien es cierto que eso aumentaría la fricción con Marruecos, que se vería sobre todo reflejada en los flujos migratorios, no parece razonable seguir manteniendo una posición que hace que España vea perjudicada sus relaciones con otros socios comerciales que, en el mercado actual, suponen una gran oportunidad económica.
No se trata solo de un gesto de solidaridad y responsabilidad con el pueblo saharaui, sino también de ver la oportunidad que puede suponer que un Sáhara soberano pueda pactar con España el comercio de sus recursos naturales libremente; y, por encima de todo, no perder su soberanía nacional en favor de intereses extranjeros.
Especialmente en una tesitura en la que el mundo occidental se ha posicionado en contra del imperialismo, resulta razonable pensar que Europa apoyaría el referéndum que Naciones Unidas pide para el Sáhara Occidental. El Gobierno español debe pues reconsiderar cuál es el papel que desea jugar, y sopesar si una actitud laxa, que a corto plazo pueda calmar las aguas, es beneficiosa o no para los intereses del país a largo plazo.