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Lanzamiento de proyectiles desde Gaza [captura de vídeo]
El Estado de Israel está siendo atacado por Hamas, la autoridad de facto en la franja de Gaza, un grupo terrorista que ganó las elecciones parlamentarias de 2006 y un año después empleó la fuerza para tomar el control de Gaza. Hamas ha recurrido al uso de la violencia en su enfrentamiento con el Estado de Israel, ha condenado el aumento de los asentamientos judíos y durante años ha llevado a cabo atentados y lanzado misiles a territorio israelí.
Las noticias hablan de niños decapitados, toma de civiles como rehenes y familias enteras masacradas sin ningún tipo de respecto a la dignidad humana, todo ello en medio de celebraciones desde Irán. Como respuesta, Estados Unidos ha movilizado un grupo de ataque naval, con su portaaviones más moderno, y ha asegurado que Israel tendrá todo lo que necesita para defenderse.
Israel ha declarado el cierre total de Gaza, dejando poblaciones enteras sin agua, sin acceso a comida y sin electricidad, y ha atacado infraestructuras civiles. Con ello, a las familias masacradas y torturadas de un lado, le suceden ahora de otro las numerosas víctimas palestinas de los bombardeos. En esa escalada, el grupo terrorista Hamas asegura que matará y trasmitirá en directo el asesinato de un rehén por cada palestino muerto, mientras que Israel declara una ofensiva total sobre una franja de la que, en un bloqueo total, solo se podría huir a través de Egipto. Sin embargo, el gobierno egipcio dio la orden de cerrar el cruce fronterizo de Rafah, que conecta Egipto con Gaza, para “impedir el éxodo masivo” de palestinos, en un intento por evitar favorecer las “pretensiones” de Israel.
Pero ¿qué debe exigir la comunidad internacional a Israel que, como Estado legítimo, ha recurrido a una respuesta nunca vista para asegurar su supervivencia, en línea con la responsabilidad primordial de proteger a su población?, ¿cómo debe responder un Estado cuando el agresor no respeta los derechos humanos más básicos y arremete contra la población civil de manera generalizada y sistemática?
Estamos una vez más ante una realidad poco desarrollada desde el derecho internacional que debe adaptarse a la asimetría de los conflictos actuales y no permitir el retorno a los hechos vividos en las grandes guerras del siglo pasado con pérdidas humanas indiscriminadas. Más allá de la legítima defensa de un Estado, que le es debida considerando que su soberanía deriva indiscutiblemente —entre otros factores— de su capacidad de proteger a su población, sus acciones defensivas también deben verse ceñidas por la proporcionalidad y el respecto al derecho internacional humanitario que le es vinculante. Entonces ¿cuál es el límite cuando el agresor no se ciñe y tampoco tiene la intención de ceñirse a estos mismos límites?
Encontramos un espacio gris entre los límites infranqueables que le son debidos a los Estados como miembros legítimos de la comunidad internacional, que los obligan a respetar el derecho internacional humanitario, y un agresor cuyas acciones no se van a ver limitadas por el espectro de medidas no coercitivas desarrolladas a lo largo de los últimos años para poner fin a la barbarie y dar protección de la población de un Estado. Cuando delitos atroces son cometidos por grupos terroristas, el comportamiento del agresor es impredecible y conlleva vulneraciones que van en contra de la dignidad humana como la tortura, la violencia sexual, el desplazamiento forzado de rehenes civiles y demás actos que remuerden la conciencia humana.
No obstante, el bloqueo total de una población por parte de un Estado que en su defensa arremete de manera indiscriminada contra civiles tras declarar la ofensiva total es contrario al derecho internacional humanitario. Hay que dejar claro que atacar a civiles, destruir su infraestructura y limitar los servicios básicos, así como causar hambruna pueden constituir delitos de lesa humanidad. Las respuestas de un Estado se deben ceñir a medidas que afecten lo menos posible a la población civil y cuyos efectos no sean generalizados sobre esa población; las medidas deben dirigirse a “objetivos militares”, si por objetivos militares podemos llamar en este caso a los insurgentes miembros de Hamas y sus cabecillas y bases de operación. Es imperativo el establecimiento de corredores humanitarios para permitir la salida de la población civil de la franja de Gaza. En definitiva, una respuesta proporcional debe tener como objetivo a los responsables de la comisión de delitos atroces y no a la población civil.
Con la escalada militar de la operación Espadas de Hierro se esperan pérdidas humanas indiscriminadas aun cuando es evidente que en términos comparativos no existe posibilidad de que Hamas pueda alcanzar por la fuerza sus objetivos. En tan solo cinco días las pérdidas humanas alcanzan 1.200 muertos en Israel y al menos 1.055 en la franja de Gaza. Preocupa a su vez que se abra otro frente a manos de Hezbolá desde la frontera con el Líbano.
Las complejidades de los conflictos actuales requieren también una interpretación compleja, en lugar de conformarnos, desde la comodidad de nuestros hogares, con una narrativa simple inundada por ‘fake news’ que suelen reducir el conflicto —según qué medio— a algo entre “ellos los buenos” y “aquellos los malos”. Se requiere realmente una mirada crítica sobre el rumbo hacia el que avanzan nuestras sociedades. Estamos presenciando un conflicto en el que la población mundial está dividida en cuanto a buenos y malos, donde los argumentos sesgados valen más que la vida de las personas inocentes víctimas del conflicto ya sean palestinas o israelís.