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Investigadores chinos en la base científica Tainshan, en la Antártida [Xinhua]
El uso de colaboraciones científicas y tecnológicas como herramientas para mejorar las relaciones entre estados es la base de la diplomacia científica y tecnológica. Estas colaboraciones pueden tratarse de investigaciones conjuntas, compartir conocimiento científico, colaboración en proyectos para reforzar los lazos diplomáticos, etc. China lleva tiempo practicando esta diplomacia, beneficiándose de los adelantos técnicos que pueden ofrecerle países más avanzados y ofreciendo parte de sus conocimientos a naciones emergentes. No obstante, la crecente rivalidad con Estados Unidos está dificultando ese despliegue.
Este estilo de diplomacia no solo sirve para que los estados puedan aprovechar estas interacciones y mejorar sus propias tecnologías, sino que también es una oportunidad para demostrar superioridad e influencia en este terreno. Es cada vez más común que la preeminencia en el ámbito tecnológico se vincule con el poder. Hoy en día, la escena internacional está siendo especialmente dominada por los avances en la inteligencia artificial, demostrando nuevamente el poder de la tecnología y sus diversas aplicaciones (incluso en el ámbito militar), generando incertidumbre en cómo se abordará este tema en las futuras relaciones diplomáticas. La incorporación de la inteligencia artificial en estrategias gubernamentales es solo un ejemplo de cómo la tecnología está cambiando la diplomacia.
La diplomacia científica cuenta con los siguientes aspectos: 1) diplomacia para la ciencia, que es el uso de la acción diplomática para facilitar la colaboración científica internacional, 2) el uso de la ciencia como ‘soft power’ para promover objetivos diplomáticos, y 3) el apoyo directo a expertos para asesorar la acción diplomática. Estos tres aspectos crecen al mismo ritmo que los restos de la globalización. La colaboración científica y tecnológica también aplica para la llamada ‘era de la colaboración’.
Cómo funciona la diplomacia científica y tecnológica china
En China, la diplomacia tecnológica y científica se utiliza para reforzar su posición global en el ambiente científico y mejorar sus relaciones con otros estados. Al encontrarse en una posición ventajosa respecto al resto de países, China es uno de los mayores referentes en el ámbito tecnológico y científico. Proyectos como la Iniciativa del Cinturón y Ruta (BRI por sus siglas en inglés), en la que colaboran en proyectos de infraestructura junto con otros estados, son solo un ejemplo de esto.
Aunque no exista formalmente una ‘diplomacia científica’ en el gobierno chino, la diplomacia pública en China se basa mayormente en normas culturales en vez de normas legales como en los estados occidentales. La ciencia y la tecnología han sido partes fundamentales del poder blando chino desde la década de 1970, cuando China buscaba acceder a mejores tecnologías en el mercado internacional. Desde entonces ha funcionado como una extensión de la diplomacia pública, que incluye centros científicos en las embajadas chinas de 144 países, además de la asociación con ministerios y academias que participan en actividades internacionales científicas, y el envío de miles de estudiantes y académicos chinos al extranjero con el propósito de colaborar en investigaciones y proyectos. En un principio, China empezó a colaborar científicamente sobre todo con países de Europa del Este debido a la previa relación de China con la Unión Soviética. Décadas más tarde China empezó a expandir sus horizontes diplomáticos y a colaborar con países occidentales por igual.
De esta manera, las empresas chinas están invadiendo actualmente los mercados globales a través de compañías como Huawei y Xiaomi, y por otro lado, dominando el sector de las redes sociales con el gran éxito de Tik Tok. En consecuencia, la tecnología se ha convertido en una de las principales fuentes de influencia china en su política exterior, al poder acceder de esta manera a sociedades que tradicionalmente han estado más alejadas de la cultura e influencia asiática.
La competencia entre EEUU y China
La competencia por el liderazgo internacional está adoptando una forma diferente a lo que se ha visto en las últimas décadas, en las que la fuerza militar y la economía eran los principales impulsores del poder. Nuevos modos de conflicto que giran alrededor de la tecnología y el ciberespacio (filtraciones, ‘fake news’, ciberataques, etc.) adquirieren cada vez más relevancia. Esto también ha afectado la relación diplomática y la competencia entre China y Estados Unidos, la cual abarca los campos de inteligencia artificial, tecnología cuántica, biotecnología, tecnología espacial, entre otros. Ambos países invierten una importante cantidad de recursos en la investigación y desarrollo de estas tecnologías, buscando liderar mundialmente en este ámbito. Un ejemplo de esta competencia científico-tecnológica por el poder entre Estados Unidos y la República Popular China fue la carrera de producción de vacunas contra el COVID-19. Esto demuestra la importancia que tiene la ciencia y tecnología como componente diplomático para los estados.
Desde que el Acuerdo de Cooperación en Ciencia y Tecnología entre Estados Unidos y China firmado en 1979, ambos países accedieron a una dinámica de colaboración en el ámbito científico y tecnológico con el fin de beneficiarse mutuamente de investigaciones conjuntas e intercambios de información, principalmente en los sectores de la agricultura, la ganadería, la salud y el espacio. Este acuerdo llegó a su fin en 2018 en el auge de la guerra comercial entre ambos países, cuando China dejó de renovar el acuerdo. Desde ese entonces, los choques entre Washington y Pekín no han hecho más que crecer, afectando a decenas de científicos e ingenieros de ambas nacionalidades debido a este entorno hostil referente. La mayoría afirma “no sentirse seguros” y buscan nuevas oportunidades en otros países.
La Administración de Joe Biden utilizó la excusa de proteger la seguridad nacional para limitar los acuerdos científicos y tecnológicos de Estados Unidos con China, además de seguir imponiendo sanciones comerciales y resaltar las tensiones relacionadas con Taiwán. En los últimos meses, la falta de confianza entre ambas partes ha llevado a que se intensifiquen los controles de exportación de tecnologías sofisticadas, complicando aún más la colaboración tecnológica.
En medio de roces diplomáticos, la Casa Blanca ha hecho referencia a ataques cibernéticos a los portales de internet del Departamento de Estado y del de Comercio estadounidenses por parte de piratas informáticos chinos, mientras que el secretario de Estado Antony Blinken canceló en febrero de este año una visita a China debido al incidente del ‘globo espía’ chino. Los momentos de aspereza, no obstante, se combinan también con ocasiones de acercamiento, como fue el encuentro entre Xi Jinping y Joe Biden en noviembre de 2022 durante la cumbre del G-20 en Bali y el más reciente, en noviembre de 2023, en el marco de cumbre de la APEC en San Francisco. También se han producido otros contactos diplomáticos en un esfuerzo para no seguir deteriorando la ya frágil relación entre ambos países, tratando de mantener abiertos los canales de comunicación entre las dos capitales y evitar que suceda otro estilo de guerra comercial como la del 2018. A pesar de la competencia, también existen muchos casos de colaboración científica entre ambos países. La NASA acaba de saltarse sus propias reglas para pedir acceso a las muestras lunares obtenidas por China en la expedición del Chang'e-5.
A lo largo de las décadas, el gigante asiático ha utilizado como puente la tecnología y la ciencia para mejorar sus relaciones con otros países. No obstante, la situación actual de las relaciones entre China y Estados Unidos cuenta con dificultades agravadas por tensiones políticas y económicas. La diplomacia científica sigue siendo un espacio para el diálogo y construcción de nuevas relaciones, ofreciendo oportunidades para superar las diferencias y aportar en los avances científicos de ambos. La forma en la que ambas naciones manejen esta intersección entre la política y la tecnología podría tener un impacto significativo en la situación actual y en la dirección futura de la colaboración científica global.