In the image
Defile de la Victoria de 2023 en la Plaza Roja de Moscú [TV rusa]
Rusia acumula ya cinco años sin vender armas a Latinoamérica. Sin conflictos ni amenazas directas a su seguridad, la región suele estar a la cola en la compra de armamento. No obstante, los importantes ingresos que tuvieron sus países gracias al ‘boom’ de las materias primeras llevaron a un incremento del gasto y Rusia fue el proveedor más beneficiado, coincidiendo con el frente anti-estadounidense alentado por Hugo Chávez. Acabado ese singular periodo económico hace ya diez años, la adquisición de armamento ha descendido y también el papel de Rusia. De momento, el interés de Moscú en penetrar en una zona de tradicional influencia de EEUU, devolviéndole la presión que Washington aplica a Rusia en Ucrania, no se ha traducido en un resurgir de su comercio armamentístico con Latinoamérica, en la que pesa mucho la presente crisis económica.
Rusia es el segundo mayor exportador de armas del mundo, después de Estados Unidos y por delante de Francia, China y Alemania. Por su parte, América Latina constituye un amplio mercado que durante el ‘boom’ económico de su ‘década de oro’ (2004-2014) aumentó notablemente su volumen de compras, especialmente en su primer lustro. Coincidiendo ello, en el ámbito político, con el llamado ‘ciclo bolivariano’, ese aumento del gasto militar primó a Rusia como proveedor, que ocasionalmente superó a Estados Unidos como principal suministrador de armas a la región, gracias sobre todo a los pedidos de la Venezuela de Hugo Chávez.
Terminado el periodo de bonanza económica, sin embargo, las adquisiciones totales de armas descendieron. Si en 2010-2014 las compras de material militar por parte de Latinoamérica fueron el 10% de las transferencias globales de armas, en 2015-2019 cayeron al 5,7%, suponiendo un descenso del 40% entre ambos periodos.
El último informe de SIPRI se refiere a la horquilla más reciente de 2017-2021, que ha sido el lustro con menos operaciones de compra de armamento del último medio siglo en el caso de Sudamérica. En 2017-2021, la importación de armas de los países sudamericanos cayó un 55%, marcando una acentuación de la tendencia, plenamente acorde con el empeoramiento económico: al fin del superciclo de las materias primas siguió la crisis de la pandemia y, tras esta, se ha extendido el problema de la alta inflación.
En los últimos años solo Brasil ha mantenido un gasto sustancial, aunque en el puesto número 33 del mundo y con una caída del 17% respecto al periodo anterior (si bien tiene pendiente la entrega de 1100 vehículos blindados, 5 submarinos, 4 fragatas y 31 aviones de combate); le sigue Chile, con un aumento del 16%. El primero realizó el 37% de las importaciones de armas llevadas a cabo en Sudamérica, y el segundo el 21%.
La caída de las importaciones de armas ha ido acompañada de un descenso del protagonismo ruso en Latinoamérica. Desde 2017 ningún país de la región ha adquirido armas rusas, y en 2017 solo lo hizo Nicaragua, ya por debajo de sus volúmenes de compras anteriores. En 2015 y 2016 solo hubo tres países compradores: Brasil, Perú y Nicaragua. Las últimas adquisiciones de Venezuela fueron en 2014, mientras que las de México se dieron en 2012. En el periodo 2015-2019 Rusia solo realizó a Latinoamérica el 0,8% de sus exportaciones –volviendo al reducido nivel previo al auge ya descrito– y desde entonces no ha realizado ninguna más. En sus menguadas compras, los países latinoamericanos han mantenido otros proveedores.
Evolución de las ventas globales de Rusia
La crisis de Covid-19 y la invasión rusa de Ucrania han marcado las dinámicas del comercio internacional, incluida la compraventa de armas. Tras la pandemia, el PIB de Rusia cayó de 1,69 billones de dólares a 1,47 billones, mientras que el gasto público en defensa descendió desde 65.200 millones a 61.7100 millones, suponiendo una caída del 9,49% y del 3,94% respectivamente. Aunque la economía rusa ser ha visto perjudicada por la guerra, esta empuja a un incremento del gasto militar, que ya en 2021 creció un 2,9%, alcanzando 65.900 millones de dólares.
Está por ver cómo las sanciones internacionales afectan a la industria militar rusa, pues Rusia está encontrando modos de compensar su impacto negativo con el incremento de relaciones comerciales con varios países de Oriente Medio y Asia. La necesidad de suministros para su propio Ejército en Ucrania, que condiciona la actual producción rusa de material militar, limita su capacidad de exportación; no obstante, existen sistemas de armas que superan las urgencias rusas en sus frentes y de cuya exportación puede alimentarse una economía necesitada de ingresos.
Entre 2017 y 2021, justo antes del comienzo de la invasión de Ucrania en febrero de 2022, las exportaciones de armas de Rusia disminuyeron desde el 24% que representaban a nivel mundial hasta el 19% de 2011-2016. Sus ventas se concentraron en cuatro países (India, China, Egipto y Argelia), que supusieron el 73% de sus transferencias. El 61% de sus exportaciones fueron para Asia y Oceanía, el 20% para Oriente Medio, el 14% para África y casi el 5% restante para Europa (en el caso de Latinoamérica, en ese periodo solo hubo venta de armas rusas en 2017, a Nicaragua).