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Hélices de un aerogenerador [Pixabay]
La apuesta mundial por las fuentes de energía renovables ha hecho aumentar la generación eólica; a su vez, la construcción de los nuevos ‘molinos de viento’ ha disparado el consumo de madera de balsa: una madera tan liviana como resistente, ideal para las hélices de los aerogeneradores, especialmente para las de menor tamaño. Ecuador es el principal exportador –en 2019 dobló sus ventas internacionales y en 2020 las volvió a doblar– y China es el mayor comprador. El negocio ha potenciado la explotación ilegal de este árbol tropical y ha creado preocupación sobre su gestión sostenible.
La balsa en un árbol nativo de Sudamérica que crece especialmente en el trópico ya que necesita clima húmedo y tierra fértil para desarrollarse adecuadamente. Cada árbol puede llegar a medir entre 25 y 30 metros, lo cual es muy beneficioso para sus productores pues eso ofrece un alto rendimiento por ejemplar. Además, la edad perfecta para cortar el árbol se sitúa apenas entre los tres y cuatro años desde que se planta, lo que permite obtener altos beneficios en poco tiempo.
Sus características de madera liviana y suave y a la vez de alta resistencia –fuerte y de poco peso al mismo tiempo– la hacen perfecta para la fabricación de revestimientos de cruceros, esquís, puentes... y especialmente para las hélices de los aerogeneradores. Las aspas de las turbinas se fabrican en parte con madera de balsa porque es más barata que el metal, tiene más resistencia que el plástico y a diferencia de esos materiales es ideal para adaptarse y recuperarse en los días de mucho viento. Como especifica Carlos Martínez-Thiem, experto en el sector, la balsa tiende a usarse en mayor proporción en turbinas pequeñas. “Los aerogeneradores convencionales tienen aspas que generalmente se fabrican a partir de fibra de vidrio, en una proporción que puede ser de unas 24 toneladas GRP, con poco más de una tonelada de madera, y media tonelada de metal”, detalla. Esto hace que cuando los aerogeneradores convencionales, que tienen una vida útil de 10 a 20 años, son desechados, no compense reciclar la madera, pues sería algo laborioso y costoso.
Con la decidida apuesta mundial por la energía eólica y la creciente demanda de sus molinos se ha incrementado también la demanda internacional de madera de balsa. No obstante, como explica Martínez-Thiem, la oscilación de su precio, con sus recientes alzas, no se debe tanto a la evolución global de esa demanda como a otros factores, como pueden ser las vicisitudes en las posibilidades de acceso al material o en el transporte mundial.
Ya que Sudamérica tiene el clima tropical perfecto para el cultivo y explotación de balsa, es lógico que el mayor productor y exportador de esa madera sea un país de esta región. El primer lugar corresponde a Ecuador, que pone en el mercado el 20,3% de la madera de balsa disponible globalmente. Otros países sudamericanos exportadores son Chile (3,92%) y Brasil (3,77%), de forma que los tres suponen casi un tercio del mercado mundial.