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El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en un encuentro celebrado antes de las últimas tensiones [Gob. de Grecia]
En los últimos meses, la escalada verbal entre los gobiernos de Turquía y Grecia ha tensionado las relaciones entre los dos países vecinos, que comparten no solo una frontera terrestre sujeta al flujo migratorio, sino también una disputada delimitación marítima, en un cada vez más complicado Mediterráneo Oriental.
El episodio de un centenar de migrantes encontrados en octubre desnudos en el río Évros, que separa Turquía y Grecia, ha avivado las tensiones entre ambos países. Atenas acusa a Ankara de utilizar a los migrantes para crear problemas en la Unión Europea, mientras que el gobierno turco acusa a griegos y resto de europeos de devolver migrantes de forma indiscriminada.
Por otra parte, varios movimientos recientes griegos de militarización de algunas islas del Mar Egeo han provocado la alerta turca. Con diversas delimitaciones marítimas en cuestión, Ankara puede interpretar algunos de esos movimientos como una provocación de sus vecinos.
Las elecciones del próximo año en los dos países (las presidenciales turcas están programadas para junio y las legislativas griegas para agosto) pueden estar alimentando el interés de ambos gobiernos de cultivar el voto nacionalista.
De hecho, las declaraciones de los líderes políticos de ambos países muestran cómo las relaciones greco-turcas están estancadas en el rencor de conflictos pasados. Los discursos están repletos de comentarios sobre disputas históricas como la de Esmirna en 1922, mencionada en junio pasado por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien se refirió entonces a la expulsión de tropas griegas de la actual ciudad turca de Izmir, “arrojando a los infieles al mar” y finalizando así la Guerra de Independencia turca (1919-1923).
Si bien una confrontación armada entre Turquía y Grecia, socios en la Alianza Atlántica, parece improbable, la evolución del nacionalismo y la constatación de una creciente enemistad abre la incertidumbre sobre el futuro. Más adelante, examinamos aquí tres posibles escenarios sobre el desarrollo del conflicto de fondo.
Tensión migratoria
La situación política entre Turquía y Grecia ha vuelto a tensarse luego de que se encontraron a 92 personas intentando cruzar la frontera de ambos países a través del rio Évros el pasado 17 de octubre. Estas personas, que declararon ser solicitantes de asilo en Turquía, procedían en su mayoría de Siria y Afganistán, y acusaron al gobierno turco de un trato “humillante” hacia ellos. Fueron localizadas desnudas y sin pertenencias.
El director de comunicación del gobierno turco, Fahrettin Altun, respondió a la acusación con la frase: “La máquina griega de noticias falsas vuelve a trabajar”. De esta manera, el gobierno turco negó haber tratado de manera despectiva a sus refugiados, sin llegar a explicar claramente cómo 92 personas fueron abandonadas en el Évros, aparentemente robadas y ubicadas allí sin su consentimiento.
Turquía y Grecia no gozan, precisamente, de una buena reputación en lo que se refiere a la acogida de migrantes. Son reconocidos internacionalmente por sus acusaciones mutuas de malos tratos hacia los migrantes. Frontex, la agencia de fronteras de la Unión Europea, ha sido acusada de no aceptar a los migrantes en territorio europeo y devolverlos a la frontera de países limítrofes con su territorio. Pero el gobierno griego y Frontex niegan rotundamente llevar a cabo estas devoluciones ilegales de migrantes, mientras que Ankara hace énfasis en ellas, afectando a la imagen de Frontex y de los griegos.
Para afrontar esta migración irregular que lleva ocurriendo desde hace años, en 2016 la UE estableció varios principios como, por ejemplo, el de que todos los nuevos migrantes ilegales que llegan a las islas griegas sean devueltos a Turquía si no cuentan con la documentación adecuada. La UE decidió esta política a la vista del dramático aumento de tráfico de seres humanos a través de la ruta migratoria del Mediterráneo Oriental.
Conflicto marítimo
La disputa de límites marítimos entre los dos países se remonta al primer tercio del siglo XX. Desde entonces el reclamo de soberanía sobre 6 millas náuticas desde la línea de costa ha enfrentado a Atenas y Ankara, pues muchas islas griegas (algunas disputadas por sus vecinos) están muy próximas a la plataforma continental turca.
La Organización de las Naciones Unidas proclamó en 1982 la Convención sobre el Derecho del Mar, que entró en vigor en 1994. La Convención otorga a los estados la posibilidad de reclamar aguas de soberanía a una distancia de hasta 12 millas náuticas desde la línea de su costa. Si Grecia reclamara las 12 millas náuticas, el Mar Egeo se convertiría, ‘de facto’, en un lago griego. Turquía se vería muy perjudicada a corto, mediano y largo plazo por esta posible decisión, por lo que el gobierno turco ha declarado en varias ocasiones que considera esta posibilidad como un ‘casus belli’. Esto ha causado numerosos enfrentamientos diplomáticos entre los dos países.
Esa disputa marítima tiene varios matices, ya que las plataformas continentales de estos países se superponen, problema que aconseja aplicar la tradición consuetudinaria en defecto de lo previsto por la Convención sobre el Derecho del Mar de Naciones Unidas. Entre varias formas aceptadas por la ONU para delimitar una línea media definitiva, Grecia prefiere establecer una línea mediana provisional entre las costas insulares griegas y turcas, mientras que Turquía se decanta más por tomar en consideración factores subjetivos relevantes para las partes y mantiene su postura inicial sobre las medidas de la línea mediana, según la cual la mediana debe calcularse desde la línea costera continental.
Este conflicto ha estado especialmente vivo desde la década de 1970. La delimitación de áreas territoriales y marítimas, que podrían ser de gran ayuda para la economía de ambos países, es un punto clave de disputa. El control del espacio aéreo es también de gran importancia, ya que, militarmente hablando, controlar la información de vuelo y la actividad aérea de la zona es un gran activo para cualquier potencia.