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Sistema de manejo de fosfatos en El Halassa Wash Plant, de OCP, en el término marroquí de Khouribga [TSK]
La guerra en Ucrania ha supuesto una crisis en el suministro de energía que ha llevado a Europa a sustituir en gran medida el gas ruso por gas proveniente de otros países, Estados Unidos entre ellos. La inflación ha afectado no solo a los ciudadanos europeos; casi la mitad de los países del mundo han registrado este año una de doble dígito. Otros, sin embargo, han encontrado en la crisis mundial una oportunidad para incrementar la producción y la exportación de ciertas materias. Es el caso de Marruecos con los fosfatos.
Con anterioridad a las sanciones internacionales aplicadas tras invadir Ucrania, Rusia lideraba las exportaciones de fertilizantes a nivel mundial, con un 15,1% de cuota de mercado. Antes de la guerra, Europa era especialmente dependiente de los fertilizantes rusos, que suponían un 30% de las importaciones de fertilizantes que realizaba la Unión Europea. No sólo eso: hasta marzo de 2022, el 37,1% del suministro de gas –componente principal de los fertilizantes fosfóricos y nitrogenados– de la UE provenía de Rusia.
A modo de contexto, los fertilizantes son sustancias empleadas en agricultura para proporcionar nutrientes a la tierra y favorecer el desarrollo de los cultivos. Su importancia reside en que, como la tierra va perdiendo capacidad productiva con cada cosecha, es necesario devolverle o incrementarle artificialmente esos nutrientes. Se dividen en tres categorías principales según su composición: nitrogenados, potásicos y fosfóricos.
Debido a la creciente población mundial, la industria de fertilizantes se encuentra en auge. En 2020, el mercado global de este producto suponía más de 190.000 millones de dólares, con una previsión de crecimiento de un 2,6% entre 2022 y 2030 (un 2,4% en términos volumétricos).
Los fertilizantes son, pues, clave para garantizar la seguridad alimentaria global. Por esa misma razón, pueden ser fácilmente empleados como herramienta de presión económica. Marruecos, importante productor de fosfatos, elemento clave en la fabricación de fertilizantes, ha visto cómo sus exportaciones de esta materia prima y de fertilizantes han aumentado como consecuencia de la guerra de Ucrania. Los fosfatos suponen el 20% de las exportaciones de Marruecos y contribuyen en un 5% a su PIB. En 2022, el país experimentó un aumento de un 54,8% en la exportación de fosfatos con respecto a 2021, lo que constituía salto sin precedentes que le reportó cerca de 10.000 millones de euros.
La compañía estatal de extracción y producción de fosfatos,“Office Chérifien des Phosphates (OCP), tiene el control sobre algo más del 70% de las reservas de fosfatos mundiales y una cuota del mercado global del 31%. En las presentes circunstancias, se espera que Marruecos se posicione como el principal exportador mundial. A ello contribuirán, previsiblemente, otros factores clave como el acceso marroquí a grandes reservas de rocas fosfóricas a bajo coste de producción, o las restricciones impuestas por los mercados a los fertilizantes provenientes de China, que han aumentado el precio de los fosfatos, incrementando los beneficios de OCP. Según el último informe financiero de la compañía, en 2022 registró ganancias de 8.955 millones de dólares, lo que ha supuesto un incremento del 39% respecto al año anterior.
La presencia de OCP se hace notar en todo el mundo. Por ejemplo, ha sido en India donde la compañía ha experimentado el crecimiento más significativo en 2022: un 66% con respecto al 2021. En India el 50% de los fertilizantes a base de fosfatos provienen de la compañía marroquí; en Brasil, un 40%, y en Europa, un 41%. Pero, donde sin duda OCP se lleva el mayor pedazo del pastel es en África, con el 54% de las exportaciones, ostentando, además, un papel casi hegemónico en algunos países como Nigeria, al que suministra el 90% de los fertilizantes que este país importa anualmente, y en el que se anunció la construcción de una fábrica de producción de fertilizantes.
OCP cuenta con centros de producción y almacenamiento de fertilizantes por todo el mundo, pero especialmente en África, lo que contribuye al aumento de influencia del país alauita en el continente. OPC tiene 12 compañías subsidiarias en África, y prevé abrir más fábricas en un futuro.
La empresa estatal marroquí exporta fosfatos a diversos países africanos en forma de donaciones o a precios muy reducidos; por ejemplo, en julio de 2022 destinó el 20% de su producción a esta modalidad, y anunció el envío de 15.000 toneladas de fertilizantes a Ruanda, país en el que, además, tiene prevista la construcción de una fábrica para este año.
Brasil, Japón y Bangladesh, entre otros, ya han acudido a Marruecos en busca de alternativas a los fertilizantes rusos. El ministro de Agricultura de Brasil se reunió con el presidente de OCP en mayo de 2022 para firmar un acuerdo para la construcción de una fábrica de procesamiento de fosfatos en el país sudamericano. Su homólogo japonés también solicitó un incremento en las importaciones de fosfatos y se firmó con Bangladesh un acuerdo para el envío de 40 mil toneladas de fertilizantes.
Algunas dificultades
Marruecos también ha sufrido algunas dificultades en su producción de fertilizantes debido a las restricciones en los envíos rusos. Como ya se ha comentado, hasta el momento Marruecos era el segundo mayor exportador de fosfatos del mundo. Sin embargo, depende de las importaciones para la fabricación de ciertos productos fertilizantes compuestos, especialmente aquellos con nitrógeno. Es el caso del amonio anhídrido, compuesto del que es el cuarto mayor importador a nivel global y que tradicionalmente adquiría de Rusia. Debido a las sanciones impuestas a Moscú y del empeoramiento de sus relaciones con Argelia, de quien también importaba este producto, Marruecos ha estado buscando nuevos proveedores durante 2022, especialmente optando por Egipto y Arabia Saudita.
El aumento de precios que ha experimentado el mercado de los fosfatos decaerá posiblemente de forma leve una vez que China aumente sus exportaciones, que se vieron fuertemente afectadas por la crisis del Covid. Por otro lado, la demanda en la Unión Europea se ha visto ligeramente debilitada en 2022, ya que los agricultores han reducido las aplicaciones de fertilizantes en el campo debido a problemas de asequibilidad y disponibilidad. A largo plazo, es posible que las políticas medioambientales que la UE ha desarrollado, entre las que se cuentan algunas como la inclusión de la roca fosfórica en la lista de materias primas críticas de la UE, el límite de seguridad (ADI) de la EFSA para el fósforo en los alimentos (2019) y las políticas de economía circular, tengan un impacto negativo en las importaciones de fosfatos. A pesar de ello, y en vista del debilitamiento generalizado de la economía, todavía queda un tiempo considerable para que se llegue a notar el efecto de dichas políticas.
El permanente conflicto en el Sáhara Occidental
La situación del Sáhara Occidental también parece lastrar a Marruecos. OCP, la compañía nacional de fosfatos, se esfuerza en dar una buena imagen sobre su actividad en el Sáhara Occidental, donde, al parecer lleva a cabo numerosas iniciativas educativas y sociales con la población local. De las cuatro minas más importantes que la compañía opera –Khouribga, Benguerir, Youssoufia y Boucraa–, la última se encuentra en el territorio ocupado del Sáhara Occidental, donde opera con su filial “Phosboucraa”, que a su vez actúa como una fundación social.
Según OCP, la mina de Boucraa suma tan solo el 2% de las reservas totales del país (con el 8% del total de extracción de roca fosfórica anual de la empresa), lo que hace que, de las cuatro minas que opera OCP, esta sea la de menor rendimiento y la que menores ingresos genera. Ello no constituye un obstáculo para que, mediante su fundación, la compañía lleve a cabo diversas iniciativas sociales para fomentar el desarrollo de las comunidades locales, especialmente en lo que a proyectos de innovación y de educación se refiere, según difunde la propia empresa. Casi pareciera que el desembolso de la fundación supera a las ganancias percibidas por las minas, y es que el conflicto aún latente en el Sáhara Occidental también afecta a la imagen de la compañía en el extranjero.
En palabras de la compañía, el 100% del beneficio obtenido se reinvierte a través de la fundación en el Sáhara ocupado por Marruecos. De ser así, alguien podría pensar que el Sáhara Occidental debería de ser un territorio con un alto índice de desarrollo humano y estabilidad general. Nada más lejos de la realidad; diversas organizaciones han venido denunciando desde hace más de una década las continuas violaciones por Marruecos de los derechos humanos en tierras saharauis. Las autoridades marroquíes reprimen sistemáticamente cualquier movimiento a favor del proceso de autodeterminación del pueblo saharaui, además de obstruir el trabajo de las ONG, no permitiendo su inscripción y hasta agrediendo físicamente a periodistas y activistas. Los saharauis vienen denunciando desde hace muchos años que Marruecos se está beneficiando ilegalmente de sus recursos naturales, entre ellos los fosfatos.
A pesar de ello, Marruecos no ha dejado de cosechar apoyos a sus pretensiones sobre el Sáhara Occidental. En septiembre de 2022, el presidente de Kenia, William Ruto, retiró su reconocimiento a la República Árabe Saharaui Democrática, gesto que fue aplaudido por el rey de Marruecos. Poco después del anuncio, el Ministerio de Exteriores marroquí declaró el fortalecimiento de lazos comerciales con Nairobi, especialmente en lo referente a la seguridad alimentaria, que va de la mano de las exportaciones de fertilizantes. Situación similar se vivió ese mismo mes de septiembre con Guatemala. El país centroamericano firmó con Marruecos un acuerdo centrado en agricultura y fertilizantes, en cuya celebración Guatemala expresó su apoyo al plan de soberanía marroquí sobre el Sáhara. Mientras tanto, Perú expresó su apoyo al pueblo saharaui y al referéndum de autodeterminación, lo que le costó que Marruecos cancelara el envío de 150.000 toneladas de fertilizantes al país. Este tipo de eventos pone de manifiesto la importancia que los fosfatos y fertilizantes tienen en el juego diplomático de Marruecos.
Como se ha visto, la industria de fosfatos de Marruecos juega un papel crucial en sus relaciones exteriores, particularmente en la disputa del Sáhara Occidental. El dominio del país en el comercio mundial de fosfato y la escasez de fertilizantes provocada por las tensiones geopolíticas lo han convertido en un actor clave en el mercado mundial de fertilizantes, situación que, cabe pensar, se afianzará en el futuro. Dado que la demanda de fertilizantes sigue siendo alta, es probable que la importancia del fosfato para la economía de Marruecos continúe creciendo en los próximos años, y con ella, las posibilidades de que Rabat ponga su privilegiada situación al servicio de sus esfuerzos diplomáticos para asegurarse la soberania sobre el Sahara Occidental.