Nada peor que la anarquía

Nada peor que la anarquía

RESEÑA

05 | 06 | 2024

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La madurez realista de Kaplan lleva a advertir que, en política internacional, lo mejor es apuntar a lo posible en lugar de a lo meramente justo

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Portada del libro de Robert Kaplan ‘El telar del tiempo’ (Barcelona: RBA, 2024) 398 páginas

El nuevo libro de Robert D. Kaplan tiene las características propias más esenciales de una obra de madurez. Como en la mayoría de sus escritos, la geografía y la geopolítica que se deriva de ella, entregadas muchas veces en clave de relato de viajes, ocupan las reflexiones de este periodista estadounidense que va y vuelve continuamente de la historia al presente y vuelta.

En ‘El telar del tiempo’, expresión tomada del gran historiador británico Arnold Toynbee, Kaplan presenta también un viaje –esta vez a lo largo del Gran Oriente Medio, de Egipto a Asia Central, en realidad en visitas discontinuas–, pero además reflexiona sobre una trascendente cuestión de fondo, sobre la que hace una apuesta políticamente muy incorrecta, solo posible quizás en una madurez que descuida el qué dirán: no debemos imponer la democracia en país cuyos procesos internos, pacíficos o revolucionarios, no la propicien; más vale regímenes autoritarios lo menos arbitrarios posible que una situación de anarquía en la que el pavor por no saber a qué atenerse aniquila por completo la vida de las gentes. En política internacional, hay que “apuntar a lo que es posible en vez de lo que es meramente justo”, afirma. Lo dice desde el pensamiento ‘realista’ en relaciones internacionales, que él siempre ha defendido, frente a los “éxtasis idealistas”, como califica a los excesos de la corriente opuesta, que en Washington han primado muchas operaciones militares fallidas.

Kaplan sostiene esta reflexión sobre una sentida confesión: su error al apoyar en 2003 la invasión estadounidense para derrocar a Sadam Husein, que transformó una dictadura especialmente sangrienta en algo todavía peor: una anarquía en la que el sufrimiento fue aún mayor. En estos veinte años el autor ya había expresado otras veces su ’mea culpa’, pero aquí lo hace de modo más detallado y razonado. Se lamenta de haber “suspendido como realista”. Alega que habiendo conocido de cerca el régimen de Sadam –fue en un viaje allí cuando sintió el mayor miedo de su vida–, creyó que su derrocamiento solo podría traer algo mejor, y no fue así. No es que piense que la anarquía que hubo después fuera culpa de la innegable ineptitud de Estados Unidos en la gestión de su invasión, pues opina que, de no producirse la invasión, la Primavera Árabe de 2011 habría supuesto en Irak el mismo caos que el vivido Siria. “Por desgracia, cualquier tipo de Estado es casi siempre mejor que no tener Estado alguno”, concluye. En cierta manera, toda esta consideración viene a cerrar un proceso interior que Kaplan empezó a acoger en su mente cuando al final de la Guerra Fría escribió el libro ‘The Coming Anarchy. Shattering the Dreams of the Post Cold War’ (2000).

El título de ‘El telar del tiempo’ hace alusión a la importancia de mirar en la historia, en el hacerse de los pueblos, para intentar comprender el presente y vislumbrar algo del futuro: al modo como las corrientes profundas de los mares determinan en última instancia las olas que se manifiestan en la superficie. Por eso el viaje a lo largo del Gran Oriente Medio de Kaplan está repleto de incursiones en la historia antigua de las naciones que visita, alternando esas visiones de gran angular con las interpretaciones más contemporáneas que diversos interlocutores del autor le trasladan en las conversaciones que transcribe.

Basándose en la geografía y las realidades que esta configura, Kaplan valora la cohesión de Egipto como nación, el carácter más federativo de Etiopía, la incoherencia interna de Siria e Irak y las posibilidades de Irán y Afganistán. Sobre Arabia Saudí advierte que cualquier intento de forzar una democratización del país llevaría muy posiblemente al islamismo, por lo que tal vez sea mejor un régimen modernizador como el actual, que está incorporando algunas libertades.

En cuanto a Irán, Kaplan se muestra optimista sobre la posibilidad de una contrarrevolución. Dice que el régimen de los ayatolás se encuentra “en el principio del fin”. Al escribir esto quizá se dejó llevar por el impacto de las manifestaciones populares que se produjeron en el país en 2022, cuando terminaba el libro (se publicó en inglés en 2023). De todos modos, estas apreciaciones las realiza en un contexto en el que aboga por aplicar la imaginación. “En geopolítica y en la comprensión de nuestro mundo, la herramienta más poderosa es la imaginación”, advierte. “Hay cosas que sabemos que son posibles, pero simplemente no podemos imaginar de forma palpable como sucederían exactamente y, por lo tanto, en nuestro pensamiento las descartamos”. Un cambio en Irán, que por su sofisticación como nación tiene menos riesgo de caer en el caos, supondría un motor de transformación positiva para todo Oriente Medio.

Por último, al referirse a Asia Central, Kaplan lo hace en conjunto, sustituyendo el detalle de las vivencias personales que venía relatando por una reflexión geopolítica global que sierve de colofón del libro. Con su creciente presencia en esa región, mediante el trazado de ferrocarriles, carreteras y oleoductos inscritos en su Iniciativa de la Franja y la Ruta, China está en posición de intentar controlar la gran masa interior euroasiática que Mackinder, el padre de la geopolítica, denominó la Isla Mundial, cuyo control aseguraría el dominio global. Precisamente toda la lucha de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría consistió en evitar que ninguna potencia dominara Asia Central.

Si en sus libros inmediatamente anteriores –‘La mentalidad trágica’ y ‘Adriático’– Kaplan había mostrado un intelectualismo más allá quizá de la expectativa de lectores más pegados al terreno, ’El telar del tiempo’ vuelve a consideraciones geopolíticas de gran interés práctico.