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Portada del libro de Javier Otazu ‘Los tres jaques del rey de Marruecos’ (Madrid: Catarata, 2021) 126 pág.
Los tres temas clave que, según Javier Otazu, condicionan la relación entre Rabat y Madrid desde hace décadas son las cuestiones migratorias, el Sáhara Occidental, y Ceuta y Melilla. El autor, conocedor de la realidad marroquí por sus años como corresponsal de la agencia Efe, expone además las debilidades con que España gestiona los tres expedientes ante un país como Marruecos, que sale siempre con actitud ganadora.Lo más significativo de su libro es que explica las circunstancias que llevaron al asalto masivo de más de 10.000 inmigrantes a la ciudad de Ceuta en 2021 y los motivos que llevaron a Marruecos a utilizar de ese modo a sus ciudadanos como arma de presión política contra España, de forma abierta y a ojos del mundo entero, aun a costa de dañar su imagen internacional.
Otazu empieza explicando el por qué de la obsesión migratoria, que atribuye a la hogra, término que se refiere a las humillaciones y represiones que sufren muchos marroquíes, y al brillo de Europa que atrae no solo a los necesitados, sino también a médicos, informáticos y miembros de clase alta, que buscan, no sólo mejores sueldos, sino reconocimiento y la calidad de vida que ofrece el otro continente.
Por otro lado, Marruecos recibe una gran parte de los fondos de la UE para el control de fronteras y así controlar la crisis migratoria, aunque Marruecos argumenta que no es suficiente y que el coste real de este control es mucho mayor.
Segunda clave: Ceuta. Aunque Marruecos aluda siempre a Ceuta y Melilla como territorios ocupados, esa referencia no es más que un eslogan. En realidad, reclamar Ceuta y Melilla no está en la agenda política de Mohamed VI. Ceuta es una atracción comercial que proporciona trabajo a muchos marroquíes. En sus escuelas los niños conviven, favoreciendo la integración cultural entre musulmanes y cristianos. Es fácil de comprender cómo la llegada masiva de emigrantes asustó tanto a los cristianos como a los musulmanes.
Desde que Marruecos cerró las fronteras por coronavirus y con ello se limitó enormemente el contrabando, Ceuta sufre una crisis económica que demuestra la gran dependencia de la ciudad de los flujos humanos con Marruecos, y lo frágil de la estabilidad de que ha gozado en los últimos años.
Tercera clave: el Sáhara Occidental. Para Marruecos, la soberanía sobre el Sáhara es una cuestión existencial que nadie en el país pone en duda. Rabat intenta vender una falsa imagen de integración entre saharauis y marroquíes que pretende que hasta los saharauis se sienten de Marruecos, y según la cual el Frente Polisario es un grupo mercenario que mantiene secuestrados a los saharauis en campos de refugiados. El incidente con España a raíz del tratamiento en España del líder saharaui Brahim Ghali guarda relación con este asunto.
Por otro lado, debido a que la libertad de prensa es prácticamente nula, los periodistas extranjeros no pueden acudir a la zona de conflicto para reportar, y si se les permite, es de forma arbitraria y completamente vigilados. Los periodistas y redactores tienen que medir sus palabras para no ser expulsados o condenados por falsos delitos como violaciones, abusos sexuales, etc. Tampoco existen órganos de prensa independientes, por lo que al final es muy difícil saber la verdad a través de dos versiones tan dispares.
Marruecos está utilizando el reconocimiento que hizo Trump de la soberanía marroquí sobre el Sáhara a cambio de normalizar sus relaciones con Israel para forzar a Europa a aclarar su postura sobre el asunto. El acuerdo tripartito entre EEUU, Marruecos e Israel demostró que las decisiones importantes de política exterior las toma el rey y su entorno, ya que esa importante cuestión no pasó por el parlamento ni se explicó a la ciudadanía. Marruecos es hoy en día una monarquía autoritaria donde no se cuestionan las decisiones de Mohamed VI y el parlamento es un órgano que no tiene influencia real ninguna.
Por otra parte, Rabat no ha dudado en tomar represalias militares, económicas o diplomáticas, sin importar la talla del adversario. Lo más sorprendente, según destaca el libro, es que ninguno de los países o instituciones afectadas han tomado medidas recíprocas contra Marruecos, sino que han aceptado inclinarse ante Marruecos, quien ha demostrado que defiende sus intereses con uñas y dientes.
El autor menciona también el papel de Argelia como apoyo del Frente Polisario, la inefectividad de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO) y el respaldo que encuentra Marruecos a sus tesis en parte del Consejo de Seguridad de la ONU, organización que ni siquiera menciona la pseudoguerra del Sáhara en sus resoluciones. En esa situación, el Polisario no puede sino recurrir al frente judicial en defensa de sus intereses en un conflicto que no deja puerta abierta a ningún tipo de negociación con salida beneficiosa para todos. Por lo tanto, la única vía que le queda al Frente Polisario es la vertiente judicial, pues Marruecos negocia con la UE recursos que no son suyos, sino extraídos de esta zona cuya soberanía aún está por determinar. Lo que está claro es que Marruecos nunca permitirá la realización de un referéndum de autodeterminación, pues la demonización del Polisario no deja la puerta abierta a ningún tipo de negociación con salida beneficiosa para todos.
Otazu sintetiza en apenas 126 páginas, de forma sencilla y objetiva, las cuestiones críticas de unas relaciones con Marruecos cuyo futuro es incierto, en parte por la moral asimétrica que la UE practica con Marruecos, por la cual Bruselas se posiciona frente a la violación de derechos humanos en Iberoamérica o Rusia mientras la pasa por alto en el país magrebí. Parece que ha tenido que ocurrir un asalto como el del 17 de mayo de 2021 en Ceuta para que el mundo diplomático reaccione y se pronuncie contra el autoritarismo de Mohamed VI.
* Una versión resumida de esta reseña se publicó previamente en la sección de lecturas recomendadas de Global Affairs Journal #4