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Portada del libro de Paul D’Anieri, ‘Ukraine and Russia. From Civilized Divorce to Uncivil War’ (Cambridge: Cambridge University Press, 2019) 277 páginas.
A juzgar por la gran cantidad de artículos, resúmenes, estudios y debates que está generando, puede aventurarse que la guerra ruso-ucraniana es el asunto que más interés suscita actualmente entre el público, al menos en lo que se refiere al campo de las relaciones internacionales. En ese tráfago de literatura, sin embargo, no son abundantes los análisis profundos que ayuden a discernir y comprender en toda su complejidad, más allá de las inmediatas, las causas que han provocado la escalada del conflicto hasta el nivel de hostilidades abiertas que vemos hoy.
‘Ukraine and Russia. From Civilized Divorce to Uncivil War’ es un intento de explicar, no ya la guerra, sino el conflicto en que ésta se enmarca. Publicado en 2019, el libro no alcanza a incluir la reciente escalada de tensiones que explotó en una guerra abierta el pasado 24 de febrero de 2022, y se detiene en 2014 en el momento inmediatamente posterior a la toma rusa del control de la península de Crimea y a la subsecuente invasión de las provincias de Donetsk y Lugansk. Toda la obra es, de hecho, un intento de explicar las razones que se ocultan detrás de estos acontecimientos y las dinámicas que los animan.
Esta limitación, sin embargo, no resta un ápice de valor explicativo a la obra pues, en definitiva, la guerra que contemplamos en estos momentos no es sino el último episodio de la política asertiva que el Kremlin sigue desde la llegada de Putin a la presidencia, y que ha tenido un importante punto de inflexión –además de un antecedente a la guerra actual para quien fuera capaz de verlo– en la invasión rusa de Georgia en 2008.
Metodológicamente, D’Anieri recurre en su análisis causal a un relato cronológico de las relaciones que Ucrania mantiene con Rusia que, sin pretensiones historicistas, se apoya en la Historia para identificar las claves que ayudan a entender los hechos que siguieron a la conocida como revolución del Euromaidan de 2014, las dinámicas que animaron este movimiento pro-Occidental, y la reacción rusa al mismo. El punto de partida para hacerlo es 1991, año en que Ucrania obtuvo su independencia de la Federación Rusa poco después del colapso de la Unión Soviética.
Para el autor, el argumento de fondo que explica la acción rusa en 2014 –y, por ende, la actual confrontación armada– se resume en la constatación de que el fin de la Guerra Fría desencadenó dos fuerzas constantemente en tensión: de un lado, el proceso de democratización de Europa del Este; de otro, la insistencia de Rusia por retener su estatus de “gran potencia” y el dominio que, históricamente, ha mantenido sobre su vecindario inmediato.
Esta circunstancia, suficiente por sí sola para confrontar a Rusia con Ucrania, se vio alimentada por otras dinámicas, de alcance europeo, que complicaban la búsqueda de soluciones pacíficas a lo que parecía un conflicto irresoluble. Una de ellas la planteaba la existencia del “dilema de seguridad”; un conocido problema de las relaciones internacionales por el cual, los movimientos que un actor ve necesarios para reforzar su seguridad son percibidos por otros como una amenaza, desencadenando un proceso de acción-reacción que puede, eventualmente, desencadenar una guerra. Así, por ejemplo, las sucesivas ampliaciones de la OTAN hacia el Este después de 1991, y los intentos de Ucrania de ingresar en la Alianza Atlántica, fueron percibidos por Rusia como una amenaza a su seguridad.
Otra dinámica surgía del hecho de que la propia idea de difundir la democracia entre los países de la antigua órbita soviética alimentaba dicho dilema de seguridad en lo que el autor denomina “fusión de democracia y geopolítica”. En la medida en que Rusia se alejaba de la democracia liberal mientras el resto de Europa la abrazaba, la división continental entre estados democráticos y no democráticos cada vez más enfrentados aparecía más y más nítida. Tal división podría ser únicamente evitada si Rusia abandonaba su pretensión de mantener su estatus de gran potencia y se consolidaba como un estado democrático. Ninguna de estos cambios se produjo, y Europa avanzó hacia la división.
Uno de los puntos débiles del libro esté, tal vez, en la falta de referencias a las causas raíz del conflicto, que resultan necesarias conocer y comprender en toda su variedad y complejidad si es que, de verdad se busca una resolución duradera del conflicto. Mientras que el autor hace un notable trabajo en identificar las causas que podríamos denominar “intermedias” del conflicto –las que arrancan en 1991–, parece renunciar a profundizar hasta las remotas que lo alimentan, entre las que podemos identificar algunas de índole histórica, cultural, o geopolítica. Aunque, evidentemente, no faltan referencias a ellas, no son examinadas en detalle, lo que deja el análisis un tanto incompleto.
‘Ukraine and Russia’ ofrece un relato exhaustivo –y a la vez atractivo– de la evolución de la confrontación entre Ucrania y Rusia que ha derivado en la guerra actual. Sin duda, un título de obligada lectura para quien desee profundizar en sus causas últimas.