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Portada del libro de Margarita Fajardo ‘The World That Latin America Created. The United Nations Economic Commission for Latin America in the Development Era’ (Cambridge: Harvard University Press, 2022) 281 págs.
En la posguerra mundial Europa tuvo el Plan Marshall y Latinoamérica, la Cepal. Desde luego, no fue lo mismo, pero cuando, terminada la contienda, los gobiernos latinoamericanos pidieron ayuda internacional –durante el conflicto, la región había enviado productos a los países absorbidos por el esfuerzo bélico; ahora veía paralizadas sus exportaciones y manufacturas–, la recién creada ONU acabó aceptando la puesta en marcha de la Comisión Económica para América Latina (a cuyo nombre luego se ha agregado “y del Caribe”). Estados Unidos declinó patrocinar algo similar al Plan Marshall, y al final lo que se erigió fue un centro de estudios que ayudara a los gobiernos a gestionar la economía. Los también nuevos Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, apartados del protagonismo que en Europa tenía el Plan Marshall, intentaron capitalizar esa iniciativa hacia Latinoamérica, pero pronto fue la ONU con su Cepal la que tomó la dirección.
El libro que ha escrito Margarita Fajardo explica cómo se creó la Cepal en 1948, sobre qué presupuestos ideológicos se estableció y cómo, de la mano del economista argentino Raúl Prebisch, encontró su voz propia. Se trata de una obra para interesados en historia de la política económica, probablemente demasiado exhaustiva para quien solo desee entender del debate ideológico en Latinoamérica, pero desde luego muy ilustrativa para ese propósito.
El título del libro hace referencia a la influencia que en otros lugares del mundo tuvo el pensamiento económico generado por la Cepal desde Latinoamérica; la obra cubre hasta la década de 1970, circunscribiéndose a la «era del desarrollo», como indica el subtítulo. La década de 1980, con la crisis de la deuda latinoamericana, engrosada por el fracaso de la política de industrialización por sustitución de importaciones que apadrinó la Cepal, supone un punto y aparte en el que Fajardo ya no entra.
Hoy esta comisión, en un contexto de consagración de la economía liberal de mercado y la globalización, sin las disputas doctrinales de antaño, sigue apoyando el trabajo de los gobiernos con sus informes, al tiempo que constituye una inestimable fuente estadística para las ciencias económicas y sociales.
La Cepal de Prebisch, con su sede desde el principio en Santiago de Chile, encontró pronto su surco: la teoría del centro y la periferia. Los ‘cepalinos’ no se oponían al comercio entre los países pobres y los industriales, a pesar de que el centro vendía productos acabados de alto precio a la periferia, a los que esta había contribuido con materias primas de bajo coste. Los ‘cepalinos’ pedían la oportunidad de también industrializarse y eso solo lo podrían hacer con divisas con las que poder comprar la maquinaria necesaria. El asunto era cómo superar la brecha de la falta de dólares en la periferia. Se daba la paradoja del desarrollo: la industrialización prometía reducir la dependencia de las exportaciones de simples materias primas, pero al mismo tiempo incrementaba la necesidad de importar equipos industriales, para lo que era necesaria una moneda fuerte que solo se obtenía mediante la exportación de ‘commodities’. La Europa posbélica pudo superar la falta de moneda fuerte gracias a que el Plan Marshall permitió los pagos en divisas locales. Algo así propuso la Cepal al sistema de Bretton Woods, pero no lo logró y, en términos generales, Latinoamérica no salió de ese círculo vicioso.
La teoría del centro y la periferia derivó en un estructuralismo cada vez más cerrado, que por su parte terminó en la teoría de la dependencia, presentada en términos marxistas por los autores más a la izquierda: hay pobreza porque hay ricos; la culpa es de la estructura y mientras esta no sea cambiada por la revolución no podrá superarse esa dinámica. Estos parámetros de pensamiento alimentaron la lucha ideológica en la región durante décadas. La Cepal no llegó a esos extremos, pero hubo ‘cepalinos’ que se distanciaron propugnando esas ideas. Algunos se distanciaron también por colaborar con gobiernos autoritarios como los de Brasil y Argentina, o con la revolución cubana, que en realidad constituyó una gran decepción para los pioneros de la Cepal.
El tiempo vendría a avalar las posturas más moderadas, como reconocería Fernando Henrique Cardoso, que de ser uno de los principales escritores de la dependencia pasó a ser el artífice de la estabilización de Brasil en la segunda mitad de la década de 1990. La autora de ‘The World That Latin America Created’ también se inclina por esa centralidad; solo en los coletazos finales de su historia, ya marginales, parece aceptar la terminología de la izquierda continental al llamar «ofensiva neoliberal» a las reformas que, en torno al cambio de siglo, tuvieron que aplicarse en la región para establecer el equilibrio macroeconómico y que permitieron el crecimiento que vino luego.