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También hay que leer en el belén: algunos aspectos simbólicos (II)


noticia.dinamizado.fotoCedida/Danzantes y músicos en belén tradicional. Figuras murcianas en barro policromada de fines del siglo XIX. Colección particular
Ángeles y arcángeles

Las figuras aladas de estos seres celestiales otorgaban al belén su dimensión más ultraterrena. En unos casos eran adoradores u oferentes y en otros portaban instrumentos de la pasión. No hay que olvidar al respecto, la unión de todo lo relativo al belén y a la pasión, pues todo formaba parte del mismo relato.

En algunos casos, en el mismo portal se daban cita los arcángeles Miguel y Gabriel, como en el belén de Salzillo o en el de las Recoletas de Pamplona. El motivo no es otro que el relato del nacimiento que hace la Madre María Jesús de Ágreda en su Mística Ciudad de Dios, en donde afirma: “El Sagrado Evangelista San Lucas dice que la Madre Virgen, habiendo parido a su Hijo Primogénito, lo envolvió en paños y le reclinó en un pesebre. Y no declara quién le llevó a sus manos desde su Virginal Vientre, porque esto no pertenece a su intento. Pero fueron ministros de esta acción los dos Príncipes Soberanos San Miguel y San Gabriel que, como asistían en forma humana corpórea al misterio, al punto que el Verbo humanado, penetrándose con su virtud por el Tálamo Virginal, salió a luz, en debida distancia, le recibieron en sus manos, con incomparable reverencia…. Y al punto que los Santos Ángeles presentaron al Niño Dios a su Madre, recíprocamente se miraron Hijo y Madre Santísimos, hiriendo ella el corazón del dulce Niño y quedando juntamente llevada y transportada el él”.


Nacimiento con los arcángeles Gabriel y Miguel de las Agustinas Recoletas de Pamplona, siglos XVII y XVIII

Pastores y oferentes

En el belén tradicional cabían espigadores, huertanos recogiendo naranjas y un sinnúmero de oficios tradicionales propios de la sociedad preindustrial. Todos ellos conformaban un microcosmos festivo, reflejo de la alegría desbordante que producía la llegada de la Nochebuena. Constituía una auténtica explosión de vida, en donde los textos evangélicos de San Lucas y San Mateo fueron libremente reelaborados, con una fantasía prodigiosa y un artificio de invenciones entre todos los  personajes de la vida cotidiana, únicamente contrapuesto con el fasto y la riqueza de los Reyes Magos.

Particular interés poseen los grupos de danzantes y músicos que, por las calles y plazas de la estructura tridimensional del belén, alegraban el ambiente hasta límites insospechados, ya que ancianos, jorobados y lisiados se contagian y bailan al son de panderos, zambombas, sonajas e incluso instrumentos de viento y cuerda. La exaltación del gaudium, que invadía las casas y las celebraciones litúrgicas de aquellos días, se reflejaban en el belén popular, no sólo en danzantes y músicos, sino en gestos de pastores y rústicos, tanto en el mercado y en los trabajos ordinarios,  como  en alborozadas labradoras montadas en burros, con sus correspondientes presentes, que van cantando y tañendo instrumentos pastoriles. Abundan los viandantes, oferentes, hombres trabajando sus huertas, o almorzando en mesones los típicos huevos fritos o guisando las migas en enormes sartenes.


Viudas del belén de las Agustinas Recoletas de Pamplona, siglo XVII

Todas aquellas figuras constituyen el fiel reflejo de una sociedad rural y preindustrial, lo mismo que las diminutas casas de corcho. Las indumentarias tradicionales son las de manchegos, maragatos o huertanos de aquella España anterior al ferrocarril y a todo el despegue industrial. Ellos visten con capas españolas, catites, chambergos, camisas, calzones, abarcas, zamarras y polainas y ellas con sayas, delantales, sobrefaldas, pañoletas y sombreros. Los oficios y tipos representados son variados: labradores, ganaderos, cazadores, pescadores, herreros, bodegueros, hortelanos, tenderos y artesanos de todo tipo, sin que falten los desvalidos como viudas, tullidos y mendigos, para significar que para todos había venido en Mesías.


Tullidos del belén de las Agustinas Recoletas de Pamplona, siglo XVII

La vitalidad y la espontaneidad estaban garantizadas en aquel relato, servido para ser vivido y no sólo referido. En el caso de los belenes hispanos, el nacimiento no se perdía, como en Nápoles, entre un pueblo extrovertido y aún disparatado, sino que la escena se convertía en el centro de todo el relato. 

Poco importará que el hecho transcurra en invierno, unos se abrigan, otros andan con un simple chaleco,  siegan o recogen las frutas más variadas, mientras viejas y jóvenes bailan, despiojan a sus maridos y padres o se entregan a las más variadas labores de la casa y el medio agro-pastoril. Muchos de aquellos tipos se pueden identificar con los grabados de vestidos populares españoles estampados por Juan de la Cruz.


Pastor con niño y perro en barro policromado. Talleres murcianos, hacia 1885. Colección particular.

Los reyes magos, Herodes y la matanza de los inocentes

Los magos, por lo general a caballo, visten como monarcas occidentales con armiños, ricas capas, coronas y cetros. Antaño, simbolizaron a los tres continentes conocidos, pero en época de los belenes se suelen asociar a las tres edades del hombre. Su principal significado es que nos los revela como la gran manifestación, la Epifanía. Sus dones se asocian al Niño rey (oro), al Niño Dios (incienso) y al Verbo humanado (mirra).

La indumentaria primitiva de los magos fue, en los primeros siglos, vistosa y colorista, propia de los sacerdotes y sabios orientales. Más tarde, durante el Románico, se hizo más sencilla, al mismo tiempo que su tocado se sustituyó por la corona real. Al respecto, hay que recordar que el concepto de mago había ido adquiriendo un tono peyorativo, equiparándose al de brujo, y se quiso dignificar su imagen atribuyéndoles una posición real. En el arte de los siglos de la Edad Moderna, también en los belenes, los Reyes Magos aparecen a caballo, con espectaculares cortejos, vistiendo como monarcas occidentales, con armiños y ricas capas, acompañándose de coronas y cetros. 

También, Herodes solía vestir como un rey. Junto a sus soldados vestidos a la romana, con faldellines, armaduras y cascos, los que sacrifican a los inocentes portan gorros a modo de turbantes con remates rojos en punta, que los filian con los verdugos de la pintura desde fines de la Edad Media y que tanto aparecen en la escena de la Degollación del Bautista.


Escaparate de la Epifanía de las Agustinas Recoletas de Pamplona, a. 1731

Para saber más

ARBETETA MIRA, L., “Metodología y cuestiones previas para el estudio de los Nacimientos españoles”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, t. 48 (1993), pp. 169-212
ARBETETA MIRA, L., Oro, incienso y mirra. Los belenes en España. Madrid, Telefónica. Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2000
FERNÁNDEZ GRACIA, R., ¡A Belén pastores! Belenes históricos en Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra-Ayuntamiento de Pamplona, 2007
PEÑA MARTÍN, A., La Navidad en España en el siglo XIX. El Nacimiento y sus tradiciones, A. Peña Martín, 2016