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Acciones de voluntariado y cooperación internacional, en las que los estudiantes ponen en práctica los conocimientos adquiridos en clase, completan su formación más allá de las aulas

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La Universidad de Navarra tiene desde sus comienzos una explícita finalidad de servicio. Con el deseo de contribuir a la mejora de la sociedad, docencia e investigación buscan conocer y dar respuesta a los problemas y necesidades del mundo de hoy. Por eso, las paredes de un aula o de un laboratorio se quedan, a veces, pequeñas; y acciones de voluntariado y cooperación internacional completan la formación de nuestros estudiantes. Los alumnos ponen en práctica los conocimientos adquiridos en clase en iniciativas concretas de servicio a los más necesitados; y a la vez, continúan aprendiendo a través de enriquecedoras experiencias que les ponen en contacto con culturas y realidades diversas.

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Esperanza para las mujeres del Congo


Poner en práctica lo aprendido en las aulas, ayudando a quién lo necesita. Eso es lo que ha llevado un año más a un grupo de estudiantes de la Facultad de Medicina a embarcarse en el proyecto Elikia. Coordinado por el Dr. Luis Chiva, director del departamento de Ginecología y Obstetricia de la Clínica Universidad de Navarra, Elikia ('esperanza', en lingala) trabaja en la prevención del cáncer de cérvix en mujeres congoleñas.

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María Requena, natural de Pamplona, que acaba de terminar 4º de Medicina, ha sido una de las alumnas que ha participado este año en el proyecto. "En el Congo la gente vive muy al día. Las mujeres solo van a la consulta cuando se encuentran muy mal", explica. "Además de tratar a pacientes, hemos intentado formar a las mujeres para que se preocupen más por la prevención. Así, evitamos los tumores avanzados que pudimos ver los primeros días".

El equipo sanitario del que formó parte María partió de Madrid llevando más de 600 kg de material médico. Al llegar a Kinshasa, los seis profesionales y los ocho estudiantes que componían la expedición se instalaron en Mont Ngafula, unos de los barrios más desfavorecidos de la zona, donde se encuentra el Hospital Monkole. Entre el 30 de junio y el 13 de julio, el equipo trabajó para mejorar el sistema de cribado de cáncer cervical que se ha venido aplicando en viajes anteriores, que localiza a las pacientes con el Virus del Papiloma Humano (VPH) y lo erradica en su forma precancerosa, antes de que sea demasiado tarde. Este año, el proyecto ha introducido la prueba de PCR, capaz de dar un diagnóstico fiable en menos de una hora.

"Las pacientes pasaban por la consulta; les hacíamos una inspección visual y diferentes pruebas que mandábamos al laboratorio que pusimos allí para facilitarles los resultados el mismo día. Muchas pacientes venían de muy lejos y otras no estaban acostumbradas a la revisión médica, por eso resulta muy importante verlas, diagnosticarlas y tratarlas en la misma jornada", explica María.

El proyecto, que cuenta con la colaboración de la Fundación Amigos de Monkole, ha atendido este año a 535 mujeres.

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Clases de Economía a comunidades indígenas del Amazonas


También para ayudar, poniendo en práctica lo aprendido durante el curso, doce estudiantes de las facultades de Económicas y Farmacia viajaron a Perú el pasado 15 de julio para participar en un proyecto de voluntariado dirigido a tribus indígenas de la selva amazónica. Durante dos semanas, impartieron clases presenciales a emprendedores indígenas, cultivadores de cacao, en las que les explicaron fundamentos de organización empresarial, de las reglas del mercado, y principios básicos de contabilidad y finanzas. El proyecto contó con la colaboración de Campus Home.

"Emprendimos un viaje en bote de 8 horas por el río Ene, recogiendo a miembros de la tribu Ashaninka en el camino, hasta llegar a la comunidad de Chikireni. La experiencia fue un verdadero choque cultural. Conviviendo con los Ashaninka, nos sumergimos en sus tradiciones, comida y modo de vida, que ha permanecido inalterado durante siglos", explica Alejandro Sánchez, estudiando de 1º de ADE y Data Analytics. "Los Ashaninka han sufrido enormemente por la violencia del grupo terrorista Sendero Luminoso, que devastó sus tierras y vidas humanas con atrocidades indescriptibles. Este dolor histórico ha forjado su carácter y es una de las razones por las que están tan cerrados a la sociedad exterior", añade.

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"Ha sido un reto para nosotros adaptarnos a ellos. Primero porque tenían muy poca formación y teníamos que explicarles todo desde lo más básico; y luego, por el idioma: a veces no nos entendían, y teníamos una persona que nos ayudaba con la traducción al ashaninka, su lengua originaria”, cuenta Inés Encío, alumna de 3º de ADE Bilingüe. "Teníamos que explicarles por qué los precios del cacao cambian tanto de un día para otro. Utilizábamos carteles y un mapamundi para mostrarles cómo interactúan unos países con otros y qué factores pueden afectar a esos precios. Ellos solo conocen Perú: nunca han salido de sus comunidades. Les parecía increíble, por ejemplo, que los precios de Suiza pudiesen afectar al precio del cacao en Perú", añade.

Además, trabajaron en el colegio Aldea del Niño, en Mazamari, una escuela dedicada a la educación de niños indígenas de 6 a 17 años. Allí impartieron clases de refuerzo de Matemáticas y Lengua, y también dieron sesiones de formación básica de ética y antropología, acerca de la dignidad del ser humano, la igualdad entre hombre y mujer, el respeto en las relaciones personales, el cuidado de la vida y del medio ambiente… "Nos levantábamos de madrugada y empezábamos a dar clase después del desayuno. Por la tarde pasábamos tiempo con los niños, sobre todo, jugando con ellos", explica Javier Estrada, alumno de 4º de Farmacia. "La dedicación de los niños y su entusiasmo fueron verdaderamente inspiradores, y nos ayudó no solo a enseñar sino también a aprender de ellos", concluye Jaime Rodríguez, estudiante de ADE Bilingüe con una especialización en Data Analytics.

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Acompañados por el profesor Ignacio Ferrero, los estudiantes aprovecharon también para conocer Lima, Cuzco y Machupichu, una de las siete maravillas del mundo.

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Ingeniería para rehabilitar viviendas en El Salvador


Desarrollar un proyecto de voluntariado “profesional” fue también el objetivo de un grupo de estudiantes de la Escuela de Ingeniería - Tecnun al poner en marcha Be To Care El Salvador Zaintzeko Izan. Con él, seis estudiantes viajaron a El Salvador del 28 de junio al 18 de julio, para llevar a cabo, junto con aparejadores locales, la rehabilitación de una vivienda en el municipio de San Martín.

Pero el proyecto fue mucho más que la propia acción sobre el terreno: durante todo el curso 23-24, un total de 21 alumnas de distintos grados de la Escuela de Ingeniería, colaboraron en el proyecto, realizando actividades de difusión, búsqueda de fondos y tareas de logística. El objetivo: que las estudiantes pusieran en práctica sus conocimientos de gestión de empresa, materiales, construcción, diseño…

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"Fue una experiencia espectacular. Salíamos pronto, después de desayunar, porque se tardaba en llegar una hora en coche. Una vez allí, nos poníamos rápidamente manos a la obra con la ayuda de un equipo de personas experimentadas que nos iban guiando. Ellos nos explicaban como avanzar y luego nosotras tomábamos las riendas del proyecto. Todos los días comíamos allí con la familia o en los alrededores, para aprovechar el tiempo", explica Ana Simán, una de las estudiantes que viajó hasta San Salvador.

"Pudimos experimentar la pobreza muy de cerca. Es una realidad muy diferente a la de España", asegura Ana. "En lo personal, me impactó mucho que, a pesar de que haya mucha pobreza material, hay gente muy feliz. También nos impactó mucho la generosidad y la acogida de los salvadoreños. Todas las personas que nos encontrábamos, nos acogían de una forma muy cariñosa", añade.  

Además del trabajo de rehabilitación, las alumnas también pudieron conocer las instalaciones de las dos sedes de la Fundación Siramá, donde trabajaron en tareas administrativas y de formación a mujeres. Y también pudieron conocer el proyecto solidario "Familias Ayudando a Familias", que colabora con una comunidad de 39 familias de Apaneca, el municipio ubicado a mayor altitud de El Salvador, en la zona de las montañas. "La colaboración con ellos nos ha servido para identificar más viviendas en absoluta pobreza y dar continuidad a nuestro proyecto", asegura Ana. "Estamos ilusionadas con seguir ayudando en los poquito que podamos en los próximos años", concluye.

 

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