Una sociedad para todas las edades
La profesora Ana Canga, de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Navarra, analiza el 'Día Internacional de las Personas de Edad'
El 14 de diciembre de 1990, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el primer día de octubre "Día Internacional de las Personas de Edad", representado una oportunidad única para evaluar el posible impacto de la revolución demográfica en las distintas sociedades y desarrollar estrategias y políticas apropiadas a fin de resolver los nuevos retos planteados para la construcción de una "sociedad para todas las edades".
El lema de este año es "Mejoramiento de la calidad de vida de las personas de edad: promoción de las estrategias mundiales de las Naciones Unidas".
Según la organización Mundial de la Salud (OMS), actualmente hay alrededor de 600 millones de personas de más de 60 años. Una cifra que se podría duplicar en el 2025 y llegar a casi dos mil millones hacia el año 2050. La mayoría de ellos vivirán, además, en países en vías de desarrollo. Esta evolución demográfica hace que los estados contemplen la necesidad de un nuevo reconocimiento social a las personas mayores: que se valore el patrimonio cultural, humano y social que representan para el conjunto de la sociedad y que las políticas sociosanitarias respondan a las necesidades de la persona anciana proporcionándole una atención holística.
Y es que en nuestro mundo las personas mayores desempeñaran un papel cada vez más importante, a través del trabajo voluntario, la transmisión de su experiencia y conocimiento; y el lugar que ocupan dentro del núcleo familiar. A todo ello pueden contribuir hasta los últimos años de su vida si gozan de buena salud y viven en un ambiente de tolerancia y respeto.
Por ello es derecho y obligación de todas las sociedades ofrecer un soporte social a este grupo, que ejerza una influencia positiva sobre el bienestar y la satisfacción vital del mayor, aumentando su autoestima. En este sentido, la clave reside en saber aprovechar su potencial como base para el desarrollo de sociedades futuras; con políticas y programas que mejoren su capacidad, les garanticen independencia, apoyo y atención adecuados a medida que van envejeciendo.
Es aquí donde los profesionales de Enfermería ocupamos una posición fundamental. Nuestra relación con las personas y sus familias nos permite intervenir de cerca para dar respuesta a sus necesidades a lo largo del ciclo vital, orientando, guiando y acompañándolas en todo su recorrido vital; mostrando especial atención a los grupos de población más vulnerables y colaborando con otros profesionales sociosanitarios a través de actividades interrelacionadas.
La Enfermería, además, trabaja para la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, pretende fomentar la autonomía, así como la participación plena y activa de las personas mayores en la sociedad. Los profesionales de enfermería poseemos las competencias necesarias para promover hábitos saludables y así prevenir la aparición de enfermedades desde un punto de vista individual y colectivo.
Pensamos que la atención de enfermería debe ir dirigida a prestar unos cuidados holísticos seguros y efectivos, adecuados a unos valores y principios éticos que respeten la dignidad del anciano promoviendo los principios de las personas mayores de participación, autorrealización, independencia, cuidado y dignidad. Asimismo, nuestro deber es frenar todo tipo de discriminación contra las personas mayores y evitar hábitos sociales que conllevan actitudes negativas hacia ellas. Como ya reconocía la OMS en 1998, el envejecimiento es parte integral y natural de la vida y un privilegio y logro de la sociedad.
La enfermería tiene hoy una posición estratégica y la capacidad de producir la diferencia cualitativa en la atención sanitaria a esta población gracias al desarrollo de la profesión.
Cabe destacar la aportación que enfermería puede hacer para plantear nuevas políticas y dirigir los cuidados a las personas mayores. No se puede olvidar que se debe implantar políticas desde la prevención en las edades más tempranas para que todo el ciclo vital de la persona se desarrolle de la mejor manera posible y en unas condiciones optimas. Así se favorecerá un envejecimiento activo y exitoso.
Como enfermeras podemos y debemos asegurar a las personas no solo que sus vidas sean mas largas, sino que también sean mejores más enriquecedoras y plenas, mejorando así su calidad de vida.
Ana Canga Armayor (Profesora Enfermería Geriátrica)