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"La Universidad de Navarra tiene una estructura colosal, pero aquí el alumno es lo primero"

Conversación con Alan Vieira, de Brasil

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Alan Vieira acaba de finalizar sus estudios de Teología. FOTO: Manuel Castells
02/06/14 09:03 Fina Trèmols

Álex y Alan Vieira son hermanos. Álex era monaguillo y Alan, aunque fuera por imitación, quiso serlo también. Cuando Alan tenía 11 años sus padres se separaron. La reacción de su madre fue acudir con más frecuencia a una iglesia de San Gonçalo, la segunda ciudad más poblada del estado brasileño de Río de Janeiro. Un sacerdote misionero holandés que ya murió les celebraba misa los domingos. Por aquellas fechas a Álex le preguntaban a menudo si quería ser sacerdote: él salía con evasivas.

Al poco tiempo, la iglesia pasó a ser parroquia y el padre Wallace, que entonces tenía 28 años, se hizo cargo de ella. Había sido formador en el seminario y muchos seminaristas iban a verle y a hablar con él. Alan supo entonces lo que era un seminarista, ya que jamás se había imaginado el proceso por el que un hombre llega a ser sacerdote. El padre Wallace visitaba otras iglesias y no tenía ningún inconveniente en que Alan le acompañara. Su madre le castigó con no ir a la misa diaria por un tiempo, hasta que una parroquiana le hizo ver que ese castigo no era demasiado conveniente. Dos años después, en 2003, cuando Alan tenía 13 años, acudió a unos encuentros vocacionales. Participaba también en un Grupo de Vicentinos, fundado por el beato Federico Ozanan, que se dedicaban a desempeñar trabajos sociales. En 2004  volvió a participar en esos encuentros.

Su padre creía que era su madre quien le metía a Alan en la cabeza la posibilidad de ser sacerdote; y a su vez su madre pensaba que lo de acudir a los encuentros vocacionales era porque quería suplir, de algún modo, el vacío de su padre. Ninguno de los dos tenía razón. A Alan le gustaba una chica –de la nunca llegó a ser novio- y sabía perfectamente que ella estaba colada por él. Pero en 2005 trazó en un papel dos columnas -ventajas e inconvenientes- y tomó libremente la decisión de ir a estudiar al seminario. "Tenía muy clara la idea de entregarme a Dios", explica. Habló con la chica, quien le animó en su decisión, y les contó primero a su madre y hermano, y después a su padre, que se marchaba al seminario menor.

Entró en el de la Archidiócesis de Niteroi, que comprende 14 ciudades y 71 parroquias, con un total de dos millones y medio de habitantes. Dos años más tarde, en 2007 empezó sus estudios de Filosofía con otros 100 seminaristas. Cuando hablaba por teléfono con su padre, este invariablemente le preguntaba: "¿ya has desistido?".

Durante los tres cursos que estuvo allí, hizo pastoral juvenil, pastoral catequética y pastoral vocacional. Y por su cuenta, aprovechando que tenía un día libre a la semana, junto con otros tres seminaristas, se iba a la cárcel. Allí descubrió la importancia de la esperanza. "A aquellas personas había que escucharles y hablarles de esperanza; si no, la vida no tiene sentido".

Su Arzobispo no solía mandar a sus seminaristas a estudiar fuera de la Archidiócesis. Unos se iban un año de misión a la Amazonia y  otros a la región central del país. A Alan le mandaron  a Navarra. Fue a finales del curso 2009-10 cuando le propuso ir a estudiar a la Facultad de Teología, algo sorprendente. Cuando se lo contó a su madre, le preguntó: "¿dónde está Navarra?" Y al decírselo a su padre entendió que aquella decisión tomada en 2005 iba en serio. Nunca más le ha preguntado si ya había desistido. En una ocasión, recuerda Alan, hablando con él por teléfono, su padre le preguntó por su vida de oración, si rezaba diariamente y si iba a misa todos los días. Ha vuelto a practicar. Incluso ha pensado en lo mucho que le alegrará ver a Alan  celebrar la Santa Misa.

De la Universidad de Navarra y del Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa, donde ha vivido durante estos cuatro años, se lleva "la universalidad, la fraternidad, el servicio, la profesionalidad y las cosas pequeñas". Y las enumera una detrás de otra, como quien lo ha pensado antes y lo lleva incrustado en el corazón. Y las explica: "El otro tiene siempre mucho que enseñarte; hay que vivir como hermanos, que es lo profundamente evangélico; hay que tener una disposición espontánea para ayudar al otro;  la Universidad de Navarra tiene una estructura colosal, pero aquí el alumno es lo primero y se pone todo su servicio. Bidasoa es muy grande, vivimos allí más de 100 personas, pero es mi casa. Todo lo pequeño es importante: desde atender a los recién llegados, que muchas veces no saben hablar ni una palabra de castellano, a apagar una luz".

Alan Vieira fue ordenado diácono el 22 de marzo de 2014 en la parroquia de San Nicolás de Pamplona. Le acompañaron sus padres, su hermano Álex y su actual párroco. Regresa a Brasil el 15 de junio y queda a la espera de ser ordenado sacerdote cuando lo disponga su Arzobispo. 

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