La emoción del primer día en la Escuela de Arquitectura
El primer día es un día de nervios, los alumnos van llegando poco a poco tímidos, aferrados a sus móviles con miradas discretas por encima de los dispositivos al vestíbulo de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra para intuir a qué se van a enfrentar. Tras el reparto de la documentación, los alumnos comienzan a sentirse más seguros, ya saben grosso modo qué les deparará el tan esperado primer día.
En un momento todos se encuentran sentados en el Aula Magna. Eduardo Domingo, director de Desarrollo de la Escuela rompe el hielo dando la bienvenida a los alumnos que empiezan. Les habla de la importancia de hacer visible la Escuela, es un influencer nato, consigue 100 likes en Instagram en menos de minuto.
A la intervención de Eduardo Domingo le sucede Miguel A. Alonso, director de la Escuela que hace cercana ese aula que impone por momentos. Les habla de la vida universitaria. "Tenéis que aprender a mirar", dice. "Los arquitectos y diseñadores tienen que aprender a cultivar la mirada y contagiar el buen gusto que desarrollan en el campus. Es importante abrirse a todos", continúa. "Os invito a que seáis todos una unidad, que os ayudéis unos a otros. La etapa universitaria es un momento donde uno se conoce a sí mismo, donde debe sacar todo lo que uno posee dentro, desarrollarlo, potenciarlo". Con estas palabras Miguel A. Alonso ha alentado a los alumnos a comenzar con espíritu de ayuda.
Seguido, Maite Gil, subdirectora de alumnos, apoyada en el ejemplo de Rafa Nadal y su entrenador Toni Nadal habla de la importancia del acompañamiento académico. Tal y como sucede a los grandes profesionales del deporte, que tienen un entrenador que motiva, alienta ayuda y alecciona, los alumnos no estarán solos, contarán siempre con el apoyo de su asesor, que le acompañará en la carrera . El asesoramiento, libre y voluntario dependerá del alumno, dependerá de él sacarle el mayor partido. Con los nervios transformados en la emoción de comenzar termina la sesión de bienvenida para hacer un breve descanso.
Ya se nota el ambiente distendido. Unos acuden a visitar la Escuela y las infinitas posibilidades que ofrece (el laboratorio, los talleres, la biblioteca, el oratorio), otros van con su coordinador, que les dará las pautas para el éxito. Poco a poco el miedo se disipa. Ya no hay nadie solo, no hay miedo y se palpa una energía positiva que contagia la planta baja de la Escuela.
Se van formando pequeños grupos en el vestíbulo, los asesores acuden al encuentro de los alumnos para compartir con ellos una comida en grupo donde todos ellos tienen la posibilidad de preguntar, compartir sus miedos y comenzar su trabajo, aprender y exprimir todas las fuentes de conocimiento que se presentan a su alrededor.
Probablemente, el día acabe tomando algo entre desconocidos, con paseos por el campus, y estrechando lazos, probablemente acabe siendo el principio de un camino que jamás olvidarán.