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Inoculado con el “virus” de la investigación

El graduado y doctor en Bioquímica por la Universidad de Navarra Iñaki Martín publica, con su equipo de IDIBAPS, el primer mapa funcional de la leucemia

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Iñaki Martín
FOTO: Cedida
04/06/18 16:26 Laura Juampérez

El mismo día en que Iñaki Martín (Bio, Bioq, PhD 01) y su equipo del IDIBAPS aparecían en la portada de todos los medios nacionales, y de muchos internacionales, Iñaki no dudó en responder a la llamada de su Facultad (Facultad de Ciencias, Universidad de Navarra). Nuestro objetivo era contar, a través de su testimonio, la historia de un graduado en Ciencias que con su trabajo –en el que también han participado especialistas de la Clínica Universidad de Navarra y el CIMA- ha marcado un antes y un después en la investigación sobre la leucemia.

Pero Iñaki no siempre tuvo tan clara su vocación. De hecho, reconoce que fue en la Universidad donde “se inoculó” con el virus de la investigación. “Era un estudiante pésimo en el instituto, hasta que llegué a la Universidad y se despertaron en mí capacidades académicas que desconocía. Todo por aquel interés en comprender...”.

Por eso recomienda a los estudiantes que busquen “su motivación”: “En esta carrera siempre se habla de falta de financiación; de precariedad, y de poco reconocimiento. Todo eso es cierto. Yo mismo, hasta finales de 2016, vivía con contratos temporales sin saber si podría estabilizar mi línea de investigación. En medio de aquella incertidumbre lo que nunca cambió fue mi “razón” para seguir”, asevera.

- ¿Podrías explicarnos brevemente en qué ha consistido vuestro hallazgo, publicado este mes en Nature Medicine?
Hemos generado, por primera vez, un mapa de alta resolución de las funciones del genoma de la leucemia linfática crónica y de los linfocitos B sanos. Para lograr esto, se han secuenciado diez capas de información molecular y ocho marcas epigenéticas diferentes, además del genoma y el transcriptoma de las mismas muestras de pacientes. Al integrar toda la información mediante herramientas computacionales (es decir, bioinformática), hemos podido crear el mapa funcional de la leucemia. Comparando el mapa de la leucemia con el de los linfocitos sanos, hemos podido descifrar los cambios funcionales en el genoma de la leucemia, lo que nos ayuda a comprender mucho mejor la enfermedad y a abrir nuevas vías a estrategias terapéuticas.

- Tu equipo ha descrito, por primera vez, cómo las células cancerosas crean sus propios centros de "súper producción" para lograr que la enfermedad se extienda del modo más eficiente. ¿Cuánto más sabemos sobre el cáncer, más certeza existe de su complejidad y de la necesidad de abordarla de forma personalizada?
Hemos encontrado que las células leucémicas construyen grandes áreas funcionales en regiones que no tenían función alguna en las células normales. Estas nuevas regiones funcionales se encuentran cerca de genes importantes para el crecimiento neoplásico, y dan lugar a la sobre-expresión de dichos genes. Esto lleva a una desregulación de la harmonía molecular de las células y a una proliferación celular descontrolada.

Cuanto más investigamos, más nos sorprende la complejidad detrás de esta enfermedad. No obstante, al mismo tiempo comprobamos que existe un orden detrás de dicha complejidad. Todos los factores que contribuyen al desarrollo del cáncer están entrelazados. De modo que cuanto mejor comprendamos esos mecanismos moleculares, mejor podremos detectar los puntos de vulnerabilidad para desarrollar tratamientos más específicos y efectivos.

- ¿Qué relación tienen esos "interruptores" que activan y desactivan los genes y esas tres familias de proteínas involucradas en la enfermedad?
El análisis de tantas capas de información epigenética (la metilación del ADN, la accesibilidad de la cromatina y seis modificaciones de histonas diferentes) nos ha permitido clasificar el genoma en 12 funciones diferentes. Al comparar la distribución de estas 12 funciones en el genoma de la leucemia con la de las células sanas hemos encontrado 500 regiones que se activan en la leucemia. Después investigamos las causas de dicha activación y encontramos que había tres familias de factores de transcripción -llamadas NFAT, FOX y TCF/LEF- con la capacidad de unirse al ADN cerrado y abrirlo, creando funciones reguladoras de los genes. Dicho de otro modo: esos 3 factores de transcripción pueden cambiar el “paisaje funcional” de las células sanas y transformarlo en un paisaje asociado a la leucemia.

- Junto con expertos en Bioinformática, os encontráis frente a millones y millones de datos sobre el funcionamiento de este tipo de cáncer. ¿Esos mismos datos os van a servir para dar nuevos pasos en la descripción de la leucemia?
De los 5 años de estudio, 2 los dedicamos a generar datos y 3 años a hacer estudios computacionales de análisis de datos. Esta segunda parte fue un reto enorme. Tuvimos que aprender y desarrollar herramientas bioinformáticas para integrar cantidades masivas de datos diferentes. Esto, como os podéis imaginar, no se hace con un ordenador personal, sino en grandes plataformas de supercomputación (trabajamos muy estrechamente con el Centro de Supercomputación de Barcelona).

Al final, nuestro estudio es un estudio semilla que abre el camino para nuevas investigaciones. Todos los datos generados están disponibles para que otros investigadores los analicen de maneras diferentes y creativas, y saquen nuevas conclusiones. Además, hemos generado una página web asociada al artículo para compartir datos y poder visualizar el mapa de la leucemia.

- Han sido 5 años de trabajo, 51 investigadores de 23 organismos de seis países diferentes. ¿Este estudio confirma que la investigación o avanza en equipos multidisciplinares y multicéntricos, o no avanza?
Durante las últimas décadas se ha dado un giro en la forma de investigar, de grupos individuales a grandes consorcios de investigación y colaboraciones interdisciplinares. Sin embargo, yo no diría que la ciencia no avanza si no se colabora, si no que, si se colabora, avanza más. Las colaboraciones son muy enriquecedoras. En nuestro estudio han estado implicados especialistas clínicos en hematología, patólogos, biólogos celulares, biólogos moleculares y bioinformáticos. El reto de colaborar con tantos investigadores diferentes es tener una buena organización y comunicación, y alinearse con un objetivo común.

- Si echas la vista atrás, ¿qué dirías que te aportó, para tu carrera profesional, el paso por las aula de la Facultad de Ciencias? ¿Y del doctorado con la profesora María José Calasanz?
Entre la carrera y el doctorado, estuve en la Universidad un total de 8 años, desde el 1993 al 2001. Todavía me siento muy vinculado al campus. De hecho, cuando regreso a Pamplona también visito a mis amigos-colaboradores de la Universidad, la Clínica y el CIMA.

A la profesora María José Calasanz la conocí en segundo de carrera y justo ese año me incorporé como ayudante al Departamento de Genética para colaborar con ella y sus actividades en bioestadística y diagnóstico genético de leucemias. Aquel vínculo de trabajo y amistad sigue vivo hoy. Si tuviera que destacar algo que aprendí en aquellos años –aparte de lo académico- sería su lección de que investigar y enseñar, si se hace disfrutando, es más fácil y más efectivo. Con María José también aprendí lo que supone la colaboración basada en la confianza. Cosas que nunca le he dicho, así que se reirá al leer esta entrevista…

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