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“Me di cuenta de que la felicidad no dura una fiesta”

Luis Palacios (Bach. TEO’17), actualmente alumno de la Facultad Eclesiástica de Filosofía, cambió la carrera de Ingeniería por el sacerdocio

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Luis Palacios (Bach. TEO’17), alumno de la Facultad Eclesiástica de Filosofía. FOTO: Chus Cantalapiedra
06/11/18 12:21 Chus Cantalapiedra

Luis Palacios es alumno de la Facultad Eclesiástica de Filosofía. Aunque comenzó la licenciatura en septiembre de 2017, no es nuevo en la Universidad. Está viviendo por segunda vez la experiencia de ser alumno, pero ahora como sacerdote, ya que en entre 2013 y 2017 realizó el Bachiller en Teología, mientras residía en el Seminario Internacional Eclesiástico Bidasoa.

Él mismo define su vocación como una vocación a la alegría: “Cuando conocí a personas que amaban a Dios, lo que más me llamó la atención de ellas fue que eran realmente felices, eran jóvenes y hacían las cosas muy bien. Me di cuenta de que la felicidad a mí me duraba una fiesta y pensaba ‘quiero ser tan feliz como ellos’”.

Fue muy rápido el cambio entre imitarles y empezar a sentir él mismo esa alegría. “Si uno conoce realmente al Señor y la felicidad que sólo él te puede brindar no hay nada como entregarse a hacer lo que te pide: en mi caso el sacerdocio, pero en otras personas a través del matrimonio o a través de una vocación religiosa”, afirma.

Estudió en un colegio católico, pero relata que no le gustaba mucho ir a misa ni rezar. De hecho, cuando se graduó en el cole se dijo a sí mismo: “He oído misa para toda mi vida”

Empezó a estudiar en la Universidad Católica de Guayaquil la carrera de Ingeniería Civil, el equivalente en España a la carrera de Ingeniería de Caminos. Cuando estaba en primer año conoció a muchos jóvenes católicos que vivían su fe de una manera divertida: “Me hice muy amigo de ellos, empecé a participar en el grupo católico de ellos (PROCARE) y me fui preguntando poco a poco qué me pedía a mí el Señor. Yo estaba realmente feliz. Tenía una novia, daba catequesis los sábados en sitios marginales de mi ciudad… Pero notaba que algo en el fondo me faltaba. Preguntándole al Señor y comentándole a mi director espiritual, me dijo: ‘¿no será que lo tuyo es ser sacerdote?’”.

“Entre que me decidí y les conté a mis padres la noticia pasaron dos meses. El día que le dije a mi madre que iba a ser sacerdote se puso muy contenta, porque era como que el Señor cumplía y sobrepasaba todos sus sueños. A mi padre le costó un poco más, porque soñaba que trabajase con él en su empresa. Le costó muchos años acostumbrarse a la idea.  Sin embargo, el día de la ordenación lloró tanto como mi madre”.

Sus amigos del colegio no entendieron mucho la idea de querer ser sacerdote, les parecía que era desperdiciar la vida. “A pesar de ello, el día de mi ordenación diaconal se levantaron a las 3 de la mañana para verlo en streaming y después lo subieron a las redes sociales. Y el día de mi ordenación sacerdotal en Guayaquil me acompañaron, incluso vestidos de chaqueta y corbata. Y, aunque nunca van a misa, estaban muy contentos. Durante estos años, me han buscado como referente y como el amigo sacerdote al que pueden acudir cuando lo están pasando mal.

Lo que más le gusta del sacerdocio y a la vez más le impresiona es saber que el Señor le llamó para ser puente entre él y los hombres, como él mismo afirma “a pesar de ser quién soy y cómo soy”.

Se muestra enormemente agradecido a quienes han hecho posible que se forme en la Universidad de Navarra, ahora viviendo en el Colegio Mayor Albáizar y primero viviendo en el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa, donde asegura que le han enseñado “a ser sacerdote”.

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