“El sacerdocio es posible y vale la pena”
José Ruy Correa, sacerdote brasileño de 33 años, estudia la Licenciatura en Teología Histórica en la Universidad de Navarra
José Ruy Correa es un sacerdote brasileño de 33 años estudiante de la Licenciatura en Teología Histórica. Llega puntual a la cita. Le gusta charlar e invertir tiempo en las conversaciones, tiempo de escucha y tiempo para hablar de lo importante. No corre ni manifiesta prisa, más si se trata de hablar de vocación sacerdotal. Asegura que ésta no es tarea fácil: “Las vocaciones están ahí, sólo nos falta entusiasmo para saber buscarlas. La vocación es un anuncio, si no se cuenta, los jóvenes no se enteran. Debemos transmitir lo que nosotros vivimos, que el sacerdocio es posible y que vale la pena. Cada vez más salen vocaciones de familias protestantes o católicas no practicantes. No es que no haya, sólo hay que buscarlas”.
Descubrió la suya el Domingo del Buen Pastor, mientras se preparaba para recibir la Primera Eucaristía, en el año 1997. Apenas recuerda las palabras de la homilía, sólo que se fijó en cómo el sacerdote preparaba el altar para las ofrendas. Fue cuando él se dijo: “¿Por qué yo no podría hacerlo?”. La llamada le desconcertó tanto que, tras la Primera Comunión, dejó de ir a misa.
Cuando era adolescente comenzó a participar en las actividades del Movimiento de la Renovación Carismática. Retomó su participación en las celebraciones eucarísticas e incluso, una vez al mes, que era la periodicidad con las que se celebraban en su parroquia por falta de sacerdotes, le parecía poco. Aprendió a rezar y la llamada volvía a resonar en su cabeza: “Debería haber más sacerdotes”. Entonces tenía novia y en su casa no se imaginaban que su vocación iba por otros derroteros.
A los 16 años comenzó su discernimiento, sin decir nada a nadie. Aunque sus amigos, que sabían que había comenzado una vida más sosegada y había concluido la relación con su novia, se imaginaban algo. En broma le llamaban “Padre Marcelo”, como el sacerdote brasileño que cantaba.
A los 17, ingresó en el Seminario en Nova Friburgo, en Río de Janeiro. “Soy el primer sacerdote diocesano que sale del municipio de Carmo desde hace cien años”, relata con orgullo.
Se ordenó diácono en Pamplona en primavera de 2010, mientras estudiaba el Bachillerato en Teología; y en 2011, cuando volvió a Brasil, se ordenó sacerdote. En estos ocho años, ha ejercido labor pastoral, ha hecho misión, ha realizado tareas burocráticas y ha sido cinco años rector del Seminario donde él mismo se formó en Brasil.
Ahora ha vuelto a la Universidad para estudiar Teología. Asegura que todo lo que es se lo debe a la formación recibida en los dos seminarios, el de Brasil y el de España, y que el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa le ha ayudado a tener una visión universal de la Iglesia. Asimismo, afirma que allí se sintió como en casa, y que, a través de sus compañeros de diferentes nacionalidades, descubrió los modos de ser Iglesia de cada país. A la vez se muestra muy agradecido por la inversión y labor de los benefactores en su formación, pues como él mismo explica: “Para poder entregar nuestra vida, los sacerdotes nunca lo hacemos solos”.
Se declara poco deportista, con lo que saca más tiempo para escuchar a quienes lo necesitan. Llama la atención por su alegría y amabilidad y me cuenta que en este momento “no tiene planes” excepto formarse, y después estará donde la Iglesia le necesite.