“Me llevo anécdotas que recordaré toda la vida, historias que nunca creí que iba a escuchar y vidas que nunca pensé que iba a conocer”, explica María Ramos, alumna de cuarto de ISSA School of Management Assistants, tras su voluntariado en Etiopía con las Misioneras de la Caridad. Allí, en la ciudad de Dire Dawa, ha estado junto con otros veinte estudiantes todo el mes de julio, en el que era su último verano con tres meses de vacaciones.

Por las mañanas ayudaban a las Misioneras en el cuidado de sus pacientes: limpiaban las habitaciones de los enfermos, les aseaban, curaban heridas y ayudaban en la lavandería. Por la tarde impartían clase de inglés y matemáticas a los pacientes, jugaban con los niños y hacían compañía a los adultos.

Con la experiencia en su espalda asegura que gracias a ellos ha conocido realmente lo que es el servicio a los demás: “No me gustaría decir que ha sido un viaje maravilloso, porque también hemos sufrido mucho, hemos cuidado a pacientes que al día siguiente no estaban, las condiciones de vida del centro son muy precarias y muchos no podían luchar contra su enfermedad. Sin embargo, gracias a este viaje, he vivido una vida mucho más sana que la que podríamos tener la mayoría de nosotros en nuestro país, una vida sin caprichos ni comodidades, sin tecnología, con unas condiciones de higiene básicas pero suficientes. La comida era mínima, pero no necesitábamos más”.

Es consciente de que llegó a preocuparle más el bienestar de sus pacientes y compañeros que el suyo propio, sin embargo afirma con aplomo que se ha llevado mucho más de lo que ella podría haber dejado allí: “He recibido mucho cariño, un cariño real sin esperar nada a cambio”.