Enock Rutashubanyuma Leopold es uno de los seis seminaristas de Tanzania que actualmente se forman en la Universidad de Navarra. Estudia el último curso del Bachiller en Teología, tiene 33 años y está plenamente convencido de la necesidad hacer labor evangelizadora cuando vuelva a su tierra: “La Iglesia en África nos espera para que podamos dar fe de nuestra esperanza y llevar muchas almas al Cielo”.

Llegó a España en julio de 2016. No hablaba castellano y, a las dificultades de adaptación por el clima y la cultura, se sumó el dolor por el fallecimiento de su madre a los dos meses de haber aterrizado. Sin embargo, nunca ha perdido la sonrisa. Su perseverancia le ha hecho superar las barreras idiomáticas, climatológicas y culturales, además de haber completado con holgura todos los cursos académicos.

Enock tiene un carácter afable y divertido. Y con mucha naturalidad ha sabido adaptarse a las costumbres locales: ayuda con su labor pastoral en la Parroquia de San Nicolás y se ha ganado el corazón de los niños de Pamplona representando a Baltasar los dos últimos años en la Cabalgata de Reyes. “Ha sido una experiencia increíble”, asegura.

Para él, su vocación viene de lejos, aunque tardó en “darle un sí a Dios”. Es el segundo de una familia católica de 6 hermanos, donde se rezaba el Santo Rosario todos los días y vivían su fe en comunidad en la parroquia de su localidad natal, Kabirizi. En una ocasión, su padre, a quien ayudaba en las labores agrícolas después del colegio, viendo su comportamiento y conociendo sus facultades, le había planteado la opción de ser sacerdote, pero se negó en rotundo.

Poco después de terminar los estudios de secundaria, su padre falleció y decidió ir a la Universidad In Geita Gold Mining Training Center para cursar los estudios de Geología. Junto con su hermano tenía que sacar adelante a su familia. Después de tres años de estudios “y esfuerzos”, comenzó a trabajar para una empresa norteamericana que se dedicaba a la extracción de oro: Geita Gold Mine. Viajaba mucho por cuestiones de trabajo, pero nunca abandonó su fe, a pesar de que el ambiente no siempre fuera favorable. De ahí se ganó el apodo de “el religioso”. “’Bruda’ en mi lengua natal”, explica.

Comenzó a asistir a charlas de formación y a las actividades parroquiales, así como a llevar una vida sacramental más intensa. Poco a poco fue dando pequeños pasos hasta tomar la decisión de ingresar en el Seminario Mayor de Kibosho. Como él mismo asegura, “la vocación es una conversación en la que se cruzan muchas voces, no solamente la de Dios y la nuestra. Cada persona o circunstancia de nuestro camino no son casualidad”.

Una vez concluida su formación en los estudios filosóficos el obispo de su diócesis le mandó a España para formarse en Teología. Si Dios quiere concluirá el Bachillerato en junio y el curso que viene comenzará los estudios de licenciatura.

Este verano participará por segundo año consecutivo en el proyecto de voluntariado que él mismo puso en marcha el curso pasado: “Tanzania Tumaini”, que significa Tanzania esperanza. El objetivo es que jóvenes universitarios, acompañados de un par de sacerdotes, conozcan la vida y realidad de los tanzanos. Ayudan en labores sociales, educacionales y sanitarias: “Aprovechan mucho la experiencia, porque se dan cuenta de que, viviendo sin nada, viven bien y felices”.

Explica con orgullo que fue el primero de los seis alumnos tanzanos que vino a estudiar Teología becado por la Fundación CARF. Y se muestra especialmente agradecido porque según señala la ayuda no sólo ha sido para él, “sino para toda la Iglesia de Tanzania”.