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"En algunos países será imposible conocer la incidencia real del Covid-19, sobre todo en aquellos con un régimen dictatorial o poco transparente"

Marco Demichelis, investigador del Instituto Cultura y Sociedad, analiza la situación de Oriente Medio ante la crisis del COVID-19

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Marco Demichelis, investigador del proyecto 'Religión y sociedad civil' del ICS
FOTO: Isabel Solana
12/05/20 12:40 Natalia Rouzaut

“En algunos países será imposible conocer la incidencia real del virus al no tener datos reales, sobre todo en países con un régimen dictatorial o poco transparente”. Así lo ha asegurado Marco Demichelis, investigador del proyecto ‘Religión y sociedad civil’ del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra, experto en Estudios Islámicos e Historia de Oriente Medio. 

Según el experto, uno de los mayores problemas de la crisis del coronavirus, además de las pérdidas humanas y el impacto económico, es la falta de información. “Esto ocurre tanto en Occidente como, sobre todo, en países de Oriente Medio”. 

Para Demichelis, esto sucede porque los Estados quieren mostrar una fuerza mayor de la que tienen, quieren esconder sus debilidades o evitar manifestaciones o insurrecciones por parte de la población quienes, conociendo los datos reales, podrían ponerse en contra del gobierno. “En países como Irán, Arabia Saudí, China o Pakistán sale a la luz muy poco, no vamos a conocer las cifras reales de muertos”, ha señalado. Sin embargo, ha añadido que, incluso países democráticos, como Inglaterra, los afectados de las residencias de mayores no aparecen en las cifras que el Estado ofrece.

A su juicio esto supone un riesgo, ya que se ofrecen datos como si de una competición se tratara. Así, ha sugerido que, tanto en Occidente como en Oriente, la mayoría de los países están más centrados en ofrecer un análisis de sus propios problemas que en protegerse correctamente del virus.

“Como en la guerra, la verdad en la pandemia dependerá del país y de su capacidad investigadora, su densidad de población y la tensión del problema”, ha dicho, si bien ha insistido en que esta crisis no es comparable a un conflicto bélico por el nivel absoluto de destrucción material y moral de la segunda. 

Pandemia en lugares de conflicto

Si es difícil conocer la información real de la pandemia en países con cierta estabilidad, ver la incidencia real en lugares en conflicto resultará imposible. “En este momento, la atención del mundo se centra en el Covid-19 y hay regiones de las cuales no se habla, como Libia, Yemen, Siria, Somalia o el Congo”, ha puntualizado. Aunque el riesgo de contagio en estos países es menor –por la falta de migración–, los periodistas están de acuerdo es que siguen llegando armas y bienes de primera necesidad. Demichelis ha considerado que este puede ser un posible foco ya que, entre quienes llevan las armas y el personal humanitario, puede encontrarse una persona infectada.

Para el investigador, esta situación se agrava en el caso de los campos de refugiados o los pueblos fronterizos con zonas de conflicto, como el campo de Samos en Grecia o los pueblos en la frontera de Turquía y Siria. Por un lado, no tienen medios para bloquear la pandemia. “Si no hay material sanitario, como mascarillas, para los países industrializados, mucho menos se va a fabricar para los refugiados”, ha criticado. Además, hay muy pocos sanitarios internacionales que puedan trabajar en los campos de refugiados.

Igualmente, los migrantes tienen una salud más débil, por lo que el virus puede afectar más y con mayor mortalidad independientemente de la edad. Según el experto, estas personas solo serán una prioridad cuando el país que los acoge se haya recuperado de la crisis sanitaria.

El mes sagrado del Ramadán

Para los países Islámicos y de Oriente Medio esta coyuntura se desarrolla en el marco del Ramadán, que comenzó el 24 de abril. Durante este periodo religioso los fieles se juntan en las mezquitas para rezar y celebran el fin del ayuno cada noche con comidas con familiares y amigos. Actividades ahora prohibidas o no recomendadas en la mayoría de los países.  

Comparado con la Semana Santa cristiana, el mes sagrado islámico puede suponer mayores riesgos para la población a ojos del investigador. Por un lado, las iglesias católicas permanecieron cerradas durante este periodo, sin embargo, no es posible cerrar todas las mezquitas ya que cada país y región islámica tiene su propia autoridad religiosa. Sin embargo, los jeques e imanes más importantes de la mayoría de los países han enfatizado la posibilidad de no ir a la mezquita y de rezar desde casa. De hecho, el experto ha puntualizado que, tanto para los musulmanes como para los católicos, la primera comunidad religiosa es la familia y este puede ser un momento para ponerla en valor.

Asimismo, la duración del Ramadán, un mes lunar, implica que el riesgo de contagio e incubación sea mayor y dure más tiempo. “El empuje religiosos debe tener cuidado porque algunas regiones no tienen un sistema sanitario suficientemente fuerte como para afrontar la crisis de del coronavirus”, ha indicado Demichelis.

De este modo, el número de fallecidos se puede doblar al fin del Ramadán, sobre todo en países con sistemas sanitarios deficitarios. Un ejemplo sería Pakistán, donde han surgido grupos religiosos contrarios a la cuarentena propuesta por el gobierno. Consideran que la fe es lo único que puede salvarles y, por tanto, deben ir a rezar a la mezquita. Situación que, para el investigador, también se ha vivido en Norteamérica con los evangélicos o en Israel con los algunos ortodoxos.

Las prohibiciones de ir a los lugares de oración suponen un límite a la expresión religiosa pero se han limitado igualmente las demás actividades, como trabajar o ver a la familia. “Debe ser una prioridad común y personal a la vez porque, al fin y al cabo, es la propia familia la que puede infectarse en primer lugar si uno se contagia en la iglesia o la mezquita”, ha concluido.

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