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“Cada persona es única, y quien escucha de verdad vive más vidas”

Con motivo de su jubilación, entrevistamos a D. Juan Ramón García-Morato, capellán de la Facultad de Medicina

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FOTO: Manuel Castells
14/05/18 15:43 Marta Doblas

El pasado 24 de abril, Don Juan Ramón García-Morato, profesor de Antropología y capellán de la Facultad de Medicina, impartió su última lección después de 35 años en la Universidad de Navarra. Comenzó su andadura como docente en el curso 1983-1984 y calcula que desde entonces le han escuchado más de 11.000 alumnos. Muchos de ellos ya graduados en Medicina, Enfermería, Ciencias, Comunicación, Historia o Nutrición que mantienen el contacto con él tiempo después de pasar por sus clases.

¿Es cierto que durante su carrera universitaria leyó todo Dostoievski?

- Me faltan cuatro o cinco libros, pero las grandes obras las he leído. Empecé en la carrera porque mis profesores, además de enseñarme Medicina, eran buenos maestros y de ellos aprendí el gusto por la literatura. Para un médico es muy importante conocer el alma humana, porque desde la perspectiva biológica la persona se queda en un robot. Dostoievski debió de ver mucho mientras estuvo encarcelado en Siberia, escribe lo que ha vivido. Sus personajes son muy intensos pero reales.

En 1982 le ordena sacerdote Juan Pablo II. ¿Qué siente al pensar que ha recibido ese sacramento de manos de un santo?

- Es muy fuerte. De los cuatro años que llevaba como Papa, era el primero que ordenaba gente. Me ordené en Valencia. Como dice un amigo mío, “en un semáforo”; porque efectivamente montaron el altar junto al Turia. Que te ordene un santo es un privilegio conmovedor del que te das cuenta con el tiempo, conforme le vas conociendo. Qué puedo decir, me siento protegido y si tengo algún apuro sé a quién acudir.

Recuerdos de ayer y de hoy

¿En qué momento llegó a capellanía universitaria?

- Empecé en el curso 1984-1985 siendo el capellán de la Facultad de Filosofía y Letras; en la Facultad de Medicina comencé en 1989-1990, ayudando a Don Antonio. Luego estuve en Comunicación un año y en el 2000 regresé a Medicina, donde he permanecido hasta hoy.

Dicen que cuando Luis Piedrahita estudiaba Comunicación le propuso participar en su proyecto de cortometraje.

- Sí, es verdad. El año que yo daba clase en la Facultad de Comunicación, Luis estaba haciendo 3º o 4º de Audiovisual y cuando vino el asunto de los cortos me ofreció el papel protagonista del suyo. No sé si aún conservo el guion… El malo llevaba una especie de careta y al final resultaba ser el profesor de Ética. Esto debió de ser en noviembre y ese curso me tocó predicar la Novena de la Inmaculada. Estaba preparándola, así que le dije sinceramente: “Te prometo que me apetece un montón, pero no me veo con fuerzas”. No recuerdo quién hizo el papel, pero siempre digo que si lo hubiera aceptado ahora sería famoso.

Una relación única con los alumnos

A algunos alumnos suyos les da la sensación de que usted les “lee la mente”, de que los cala.

- Lo que permite calar a una persona es quererla cada vez más. Mis alumnos me importan, no quiero que ninguno me sea indiferente. Soy incapaz de darles clase si no los quiero. Me parece el mejor método porque das lo mejor que tienes. Por otro lado, si pasas ocho años preguntando a los enfermos cómo están, empiezas a ver cosas. A veces alguien está deseando contar algo y no se atreve, pero las ganas salen por los ojos.

¿Cuál es su secreto entonces?

- Un cura muy sabio me dijo: “Pídele a Dios no juzgar nunca a nadie por nada”. Creo que soy capaz de entenderme con cualquiera, independientemente de lo que compartamos. Cada persona es única y, por tanto, quien escucha de verdad vive más vidas. Yo he aprendido a escuchar, pero para ello hay que dejarse invadir y eso asusta porque no conoces las consecuencias. Los alumnos son listos y tienes que aceptar que te pongan contra las cuerdas. Soy un privilegiado, jamás podré pagar la riqueza que me dan; rezando por ellos intento devolverles algo.

¿Qué es lo que le hace más feliz ver en los alumnos?

- Que tomen poco a poco las riendas de su vida. Busco que mis alumnos piensen, porque una persona que piensa no es manipulable. Es preferible que una persona piense y se equivoque a que no piense para no equivocarse. El que ha aprendido a pensar se acaba dando cuenta de las cosas por sí mismo. Aspiro a que cuando los alumnos terminen mi asignatura sean capaces de relacionarse con gente muy diversa, que salgan de “La Comarca”.

A pesar de que conoce a tanta gente, ¿le sigue sorprendiendo el ser humano?

- El ser humano en general probablemente no; pero sí cada persona, porque no hay dos iguales. Esa es la capacidad de sorpresa y lo que te permite, viendo lo común, encontrar el distintivo. No hay nada más fascinante que la gente te permita descubrir su singularidad. En ese momento la única actitud posible es el silencio y la admiración, pues alguien te ha dado acceso a un sitio donde es mejor que permanezcas callado.

Y el futuro, ¿qué?

¿Qué es lo que más agradece de estos años?

- Que el 90% de mis interlocutores habituales han sido personas entre los 18 y los 25 años, de todos los lugares del mundo, con diferentes creencias y distintas visiones de la vida. Y que, en un diálogo abierto y confiado, hemos descubierto lugares de encuentro y verdadera convivencia; a lo largo de casi 5.000 horas de clase así como miles de conversaciones sinceras.

Usted asegura que su edad es “el secreto mejor guardado de todo el planeta”. Ahora que se jubila, podría desvelar la gran intriga para sus alumnos…

- Aunque nadie me crea, el próximo 22 de julio cumpliré 70 años. Lo cierto es que no soy muy consciente de mi edad porque este día siempre me pilla de viaje y en su lugar celebro San Juan Bautista. Pero este año sí pienso celebrar mi cumpleaños, y será la primera vez.

¿Qué hará a partir de ahora? ¿Qué espera de la vida?

- Pues nada, disfrutar. Para mediados de agosto, espero, habré dejado en orden mi despacho en la Universidad, pero, en principio, me quedo en Pamplona. El 22 de septiembre participaré en el acto de despedida que ha organizado la Facultad y mientras, seguiré disponible en mi correo y móvil de siempre. Como cada día me sorprende, no sé si me compensa planear; no vaya a ser que me quede corto. Cuando uno da lo mejor de sí y no tiene demasiado planificada la vida, a pesar de los errores, el panorama es mucho más amplio. Lo que me hace sobrevivir es poner en juego lo mejor que conozco de mí, y eso va llenando el día de sorpresas. Si hago previsiones tengo la sensación de que me estoy perdiendo algo.

A estas alturas, ¿quiere aprender algo nuevo?

- ¿De verdad?… Ser capaz de amar cada día más y mejor.

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