"Ahora veo que puedo dar más y, entonces, ¿por qué no darlo todo?"
Ceci de Vittori (ISSA´16) ha participado este verano por segunda vez consecutiva como voluntaria para atender a ancianos y enfermos en Lourdes. "El año pasado me impresionó tanto la experiencia que esta vez hice todo lo posible por tener esa semana libre y repetir".
Nacida en Sorengo, Suiza, actualmente vive y estudia en Pamplona, en concreto el tercer curso del Grado en Asistencia de Dirección-Management Assistance de la Universidad de Navarra. Siempre ha sentido la necesidad de ayudar a los demás, de hecho, hasta hace poco lo hacía siempre en organizaciones de su zona, "pequeños voluntariados" los llama ella. "Ayudar a enfermos a comer, pasar un rato con ellos, organizar una tarde de juegos en una residencia de ancianos... O también con jóvenes organizando fines de semanas de estudio o actividades formativas". "Ahora -afirma convencida- veo que puedo dar más y, entonces, ¿por qué no darlo todo?". Su madre vivió la misma experiencia hace años y siempre le habló bien de ella, pero fue una amiga quien más insistió para que fuese ella también, y el año pasado lo hizo. Participó como voluntaria en la peregrinación organizada por una asociación de peregrinajes de la diócesis de Lugano (Suiza). |
"Es una experiencia que recomiendo a todos, por lo menos dos veces en la vida. Dos veces, porque la primera, normalmente, no se disfruta tanto del servicio como de la compañía -parte fundamental del peregrinaje, pero no la principal. Es a partir del segundo año cuando se vive de verdad la semana en Lourdes. Cuando eres consciente de que lo más importante y bonito de este voluntariado es el servicio. El darte incondicionalmente a los demás, el ambiente que se crea y se vive en cada instante; el optimismo que transmiten los enfermos y cómo gracias a ellos sales de ti mismo. Ellos logran que a pesar del cansancio salga siempre una sonrisa, que todo se haga con gran cariño y ternura. Es impresionante ver el ambiente que se crea desde el primer momento en el que uno se monta en el tren: no se oye una queja, ni se ve una mala cara, ni a nadie descontento. Siempre y solo sonrisas, caras cansadas, ojeras, bostezos, pero siempre felices, siempre dispuestos a ayudar".
|
|
|
Ceci sentía la necesidad de hacer algo por los demás, por eso se apuntó a esta experiencia. Quería aprender a tratar con ancianos y enfermos. Entre los 220 voluntarios de este año, 40 eran jóvenes con ella y la mayoría también estudiantes. "Es una experiencia tan bonita y enriquecedora que una vez vivida se siente la necesidad de compartirla con amigos y por eso el grupo de los jóvenes crece cada año.
Creo que hay mucha gente que comparte este cariño por el voluntariado, pero otras tantas que no lo entienden. Mis amigas, al escucharme contar de esta semana en Lourdes, siempre quedan impresionadas. Les gusta, pero les parece una locura. Una locura de las grandes, porque se nota que el trabajo es mucho y que no es una semana de vacaciones. Algunas comparten las ganas de darse a los demás e incluso se animan a ir al año siguiente. Otras aprecian lo que hacemos, pero no lo ven para ellas. Los voluntariados no son para todo el mundo, y menos uno con ancianos y enfermos. Pero, aun así, creo que sería bueno que todos lo viviéramos alguna vez en nuestra vida".
El peregrinaje a Lourdes dura una semana, de la cual dos días son de viaje. Se viaja en tren, desde el cantón Ticino (Suiza) hasta Lourdes: unas 20 horas de viaje. "Desde el momento en el que uno se monta en el tren, empieza el trabajo. Hay que atender a los enfermos en todo. En el tren, algunos voluntarios se ocupan de hacer compañía a los huéspedes, mientras que otros distribuyen la comida y les ayudan en sus necesidades.
Una vez llegados a Lourdes, las tareas son esencialmente dos. Un primer grupo se ocupa de los enfermos en las habitaciones. Es decir, levantarles por la mañana, lavarles, vestirles, acompañarles al desayuno, ordenar la habitación, recogerles, prepararles y acompañarles a las funciones y actividades que se organizan hasta la comida, momento en el que se les acompaña otra vez al "accueil" (el hospital para los enfermos que van a Lourdes) para prepararlos para la comida, y así sigue el día.
El segundo grupo se ocupa del comedor; distribuir la comida y ayudar a los que no pueden comer solos, recoger el comedor, limpiarlo y prepararlo para la siguiente vez. Estos dos grupos están formados por "enfermeras" y "brancardier", como se les llama a los voluntarios en Lourdes. Otro grupo que participa en el peregrinaje son los scouts. Ellos se ocupan más bien de la animación y del orden durante las funciones".
|
|
Sin embargo para Ceci hay algo más importante que el trabajo físico que realizan los voluntarios. "Más allá del trabajo físico que supone, está la parte más emocional, la que realmente es la esencia de Lourdes: ser apoyo moral para los enfermos en los momentos más emotivos e impactantes, ser compañía cuando necesitan desahogarse, conseguir que de verdad se diviertan y disfruten de la semana.
El trabajo que hacemos nos llena mucho. Cada tarea, hasta la más mínima, es un servicio que hacemos por los demás. En esa semananos olvidamos todos por completo de nosotros mismos y vivimos solo para los huéspedes".
Antes de concluir, Ceci afirma convencida "repetiré la semana en Lourdes tantas veces como me sea posible, porque, entre otras cosas, trabajar con personas que sufren nos recuerda la suerte que tenemos".