Una postal profética
Conversación con Dilson Arturo Salinas, que ha terminado sus estudios de Bachiller en la Facultad de Teología
Dilson se crió en un ambiente católico. Su abuelo es catequista en una de las parroquias de la diócesis de Sta. Ana, en El Salvador, que ha proporcionado más sacerdotes al país: 40 en 25 años. Su tío, Jorge Rivas, hermano de su madre, también es sacerdote. Se marchó a estudiar a Roma y estando allí le mandó una postal de la basílica de San Pedro en la que escribió: "Algún día estarás por estas tierras europeas". Dilson tenía unos 4 años.
Su familia vive en el cantón de El Resbaladero y su parroquia es Nuestra Señora de Guadalupe. Él es el mayor de cinco hermanos. Allí llegó Miguel Mancía, un sacerdote joven, a quien Dilson considera ahora una persona muy importante en su camino vocacional. Le enseñó a tocar el órgano y le invitó a formar parte del coro de la parroquia. Entretanto empezó a pensar que Dios le pedía algo más, pero lo interpretó como un sentimiento pasajero, porque como siempre había estado en este ambiente, quería conocer otros.
En 2005 a Oscar Alberto, el hermano de Dilson con quien se llevaba solo un año, le descubrieron una enfermedad degenerativa que le fue restando fuerzas hasta quedarse paralizado. Tenía 14 años. Su padre emigró a EE.UU. para ganar dinero con el que poder costear los gastos que suponían cuidar de Óscar. Durante el año y medio que Óscar estuvo en la cama los sacerdotes le visitaban e intentaban que pasara un rato agradable. Su padre regresó un día antes de que falleciera. A Dilson esto le marcó profundamente. Pudo ver cómo sus padres sobrellevaban esta situación cristianamente, porque el dolor es compatible con la fe. Y se replanteó muchas cosas; "un sacerdote es alguien que representa a Cristo, que consuela, que está cerca de los enfermos. Con esta situación sentí que Dios me decía «aquí es donde te quiero», explica.
Y ese mismo año inició los encuentros vocacionales, a los que acudió durante tres años, mientras terminaba sus estudios de secundaria y bachillerato. Hizo los papeles para entrar en la Universidad, pero no acudió al examen.
En 2008 ingresó en el seminario propedéutico de Santa Ana, el mismo donde estudió Ulises. Ese año entraron 26 chicos de tres diócesis distintas. Tenía 18 años y era la primera vez que se iba de casa. Sus padres estaban felices. Siempre le han apoyado en su decisión de hacerse sacerdote. Al año siguiente se fue a estudiar Filosofía al seminario san Juan XXIII. Antes de terminar el semestre le llamó su tío Jorge, que por aquel entonces tenía un cargo en la diócesis –hoy es el rector del seminario– para decirle que él y otros cuatro seminaristas tenían la oportunidad de marcharse a estudiar fuera, a la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. Se lo pensó durante… 1 minuto.
Se cumplían esas palabras escritas 20 años antes en una postal que todavía conserva: "Algún día estarás por estas tierras europeas".
Dilson recibió la orden del diaconado el 22 de marzo en la Parroquia de San Nicolás de Pamplona. Ha estado aquí durante 5 años, los que dura el Bachiller Teológico. Recuerda emocionado a quienes fueron sus profesores y han fallecido a lo largo de ese tiempo: Jutta Burggraf y "su forma de tratar a los demás con delicadeza, siempre sonriente. Era una sabia, entregada a la facultad y a sus alumnos". A don Francisco Domingo, a quien todo el mundo llamaba don Patxi: "Fue el primero que me recibió en la Facultad. Me habló de El Salvador como si hubiera estado allí alguna vez. Se aprendía características de nuestros países de origen para que nos sintiéramos acogidos". Y a don Paco Lucas Mateo-Seco: "tuve la oportunidad de cuidarle dos veces en la Clínica de la Universidad de Navarra. Fue un profesor muy sabio y también muy santo".
Regresa a su país el 19 de junio. Espera que su Obispo le ordene presbítero en diciembre. "No soy una de esas vocaciones que aparecen de golpe, que nadie se imaginaba; más bien soy una vocación que el Señor ha ido modelando poco a poco –a través de personas y acontecimientos- a lo largo de mi vida. El sacerdocio hay que vivirlo con alegría. Mi celibato no es una imposición: es mi alegría. Me he entregado totalmente a Dios. Creo que es muy importante que un sacerdote muestre su gozo de servir a Dios y a su Iglesia", termina Dilson.