Raymund Fajardo es un sacerdote filipino de 41 años. Llegó a Pamplona en septiembre de 2018 y actualmente estudia el segundo curso de la Licenciatura en Teología Dogmática en la Universidad de Navarra.

Compagina sus estudios con la labor pastoral. Habitualmente suele confesar en el oratorio de la Clínica Universidad de Navarra. Una tarea que asegura que le ayuda mucho porque en su diócesis (Virac, Filipinas) le encomendaron el cargo de exorcista. “Pensar que el demonio no existe ya es un triunfo para él. La confesión repara el daño del pecado, por eso el desafío está en vivir la cruz de Cristo: rezar, estar en Gracia de Dios y confiar en su misericordia”.

Después de las clases, del estudio y de su compromiso pastoral, “se escapa” al Club Deportivo Oberena. Allí entrena a Ping-Pong. Forma parte de un equipo federado, e incluso el año pasado participó en la Liga del Norte. “Este año no puedo hacerlo porque en mayo presento mi tesina, pero me gusta mucho entrenar y el ambiente”, cuenta. Este paréntesis en sus quehaceres el permite estar cerca de la gente y mostrar que un sacerdote es una persona normal.

Su experiencia en Pamplona no le resulta extraña, más bien lo contrario. Asegura que para él esta ciudad es su “segunda casa”. En ella estudió entre los años 2000 y 2004 el Bachillerato de Filosofía y el de Teología, siendo seminarista del Colegio Internacional Bidasoa: “Sin embargo, el contexto era muy diferente. El edificio del nuevo Colegio Mayor no estaba construido y recuerdo hacer cola en la cabina para llamar por teléfono a mi familia. Aún no existía la plataforma ADI, no había tablets y los apuntes se tomaban con papel y boli. Estábamos absolutamente desconectados”.

Agradece especialmente a los profesores su dedicación y exigencia en las materias, así como a los benefactores que hacen posible su formación: “Me dan ánimo para hacer bien lo que debo, y me ayudan mucho no solamente con los recursos materiales, sino con sus oraciones”.

Raymund es el mayor de cinco hermanos de una familia católica. Entró en el Seminario Menor de su diócesis en el año 1992, con 14 años; y en 1996, con 18, en el Seminario Mayor. Recuerda que era un chico muy desordenado y que siempre se peleaba con los demás. Sus amigos tenían la idea de que al seminario entraban sólo los que eran muy buenos y no confiaban en que llegase a ser sacerdote. Se ordenó el 29 de junio de 2006, tras su tiempo de formación en Pamplona.

Durante los once años que separan las dos estancias en la capital navarra, ha trabajado en el Seminario de su diócesis, en parroquias y en cancillería en Filipinas. Si Dios quiere, presentará su tesina en mayo y en septiembre comenzará el doctorado. Preguntado por sus planes de futuro señala que quiere vivir la vida sacerdotal de un modo entregado, de manera alegre y con fidelidad a Dios y a las necesidades de su obispo: “Me gusta mucho hacer planes, pero al final el plan de Dios siempre triunfa”.