“Aclaro todas mis dudas de rodillas ante el sagrario”
Pedro Antonio Martínez es un estudiante nicaragüense de último año del Bachiller en Teología. Tiene 28 años y accedió a la Universidad de Navarra después de haber estudiado la carrera de Historia en su país de origen
Pedro Antonio Martínez tiene 28 años y actualmente cursa quinto año del Bachiller en Teología en la Universidad de Navarra. Llegó a España el 24 de agosto de 2015. Aún recuerda su aterrizaje en Madrid, con mucha ilusión pero con la nostalgia de haber dejado atrás su casa y su familia. Venía con otros dos compatriotas y allí les recibieron dos compañeros del Seminario Internacional Bidasoa, donde han residido estos años de formación.
Como suele decirse, Pedro Antonio Martínez fue “cocinero antes que fraile”. En este caso historiador antes que seminarista. Estudió la Licenciatura en Historia con orientación en Arqueología en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, en Managua. Fue durante el último año de carrera cuando decidió ingresar en el Seminario. “Mi deseo era ser un sacerdote según el corazón de Cristo”, explica. Entonces tenía novia y estaba pensando en montar una pequeña empresa cuando terminase sus estudios.
Pedro Antonio cuenta que desde pequeño tuvo la inquietud de ser sacerdote: “Jugaba a celebrar la eucaristía, con galletas y Coca-Cola. Y bautizaba a los muñecos de mis primas”, recuerda entre risas. “Incluso llegué a hacer un encuentro vocacional en el Seminario, recomendado por mi párroco. Cuando volví, lo planteé en casa, pero me dijeron que primero sacase una carrera laica. Así que obedecí. Dejé la idea de lado, pero seguía ayudando en la parroquia, al principio siendo monaguillo y cuando fui más mayor en otras tareas como la estrategia para la elaboración del plan diocesano”, explica. Una vez licenciado y tomada la decisión, entró en el Seminario. Tan sólo hacía tres días que su padre había fallecido.
Asegura que en todo el proceso de discernimiento, lo que más le ha servido ha sido “aclarar las dudas de rodillas delante del sagrario”. Eso, y su especial devoción por la Virgen de la Candelaria, patrona de su pueblo: “No hay nada como los brazos de una madre para desahogarse”.
Agradece mucho la formación recibida estos cinco años a sus profesores y formadores: “La académica y la humana. Cuando me ordene pienso servir con alegría y cumplir con las tareas que me encomiende el obispo de mi diócesis, pero sobre todo vivir bien todo lo que he aprendido aquí”. También agradece mucho la ayuda de los benefactores, tanto por sus oraciones como por su ayuda económica: “Gracias a ellos mi diócesis va creciendo en la preparación del clero y en poder modernizar algunas cosas para dar un mejor servicio al pueblo de Dios”.