“La aportación de la mujer es imprescindible para edificar estructuras económicas, políticas y culturales más ricas en humanidad”
La catedrática de Derecho Eclesiástico del Estado, María Blanco, participó en el Curso de Actualización de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra
La catedrática de Derecho Eclesiástico del Estado, María Blanco, considera “imprescindible” la específica aportación de la mujer “para alcanzar, como dijo Juan Pablo II, una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, una concepción de la vida siempre abierta al sentido del misterio y la edificación de estructuras económicas, culturales y políticas más ricas en humanidad”. Así lo afirmó en la Universidad de Navarra con motivo de su participación en el Curso de Actualización de la Facultad de Derecho Canónico que reunió a más de 200 personas.
Para ello hizo tres sugerencias: “La primera, situar en su contexto el debate sobre la mujer en la Iglesia”. Y, recordando a Mary Ann Glendon, señaló que el sistema de asistencia sanitaria en la Iglesia es el segundo más grande del mundo y está gestionado en su mayor parte por mujeres: “Además de que la Iglesia católica ha sido pionera en la educación de la mujer, abriendo horizontes de progreso humano, profesional e intelectual a muchas jóvenes de países donde tenían cegada toda proyección intelectual”.
En segundo lugar, sugirió que “convendría respaldar institucionalmente el trabajo y la actuación de la mujer evitando que esta presencia femenina en las tareas organizativas y oficiales de la Iglesia aparezca únicamente como fruto de circunstancias coyunturales”. Y, en tercer lugar, sugirió “poner más de relieve que la genuina posición que le corresponde a la mujer no viene dada por la participación en los oficios eclesiásticos, sino por el respeto por el don recibido”. Y dijo que “no puede haber progreso humano y humanizante si no se garantiza también el protagonismo de la mujer en la familia”.
En su mensaje, hizo un breve recorrido por la historia de la mujer en la Iglesia. Afirmó que Jesucristo fue “el auténtico generador y promotor de su dignidad”. Y dijo que desde el siglo I la mujer gozaba de una libertad impensable en el contexto jurídico y social del imperio. Puso de ejemplo a la abadesa de las Huelgas, que desde 1187 hasta 1874 ejerció jurisdicción civil y eclesiástica. Y recordó que la situación de la mujer empeoró en la Baja Edad Media y en los siglos modernos por la influencia del derecho romano, de los principios de la modernidad y del código napoleónico de 1804. “Fue a mediados del S.XX, cuando ‘a fuerza de fuerza’ las mujeres alcanzaron niveles de presencia y proyección en el espacio público similares a los de la Edad Media”, dijo.
Destacó que desde mediados del siglo pasado y hasta el S.XXI la consideración de la Iglesia acerca del papel de la mujer ha dado tres pasos claves: “En primer lugar, la denuncia de toda discriminación que margine a la mujer en su plano de igualdad jurídica con el varón; en segundo lugar, la plasmación de los conceptos fiel y laico como realidades constitutivas del Pueblo de Dios, con misión propia en la sociedad civil y en la comunidad eclesial; y en tercer lugar, la valoración de lo específico femenino como riqueza vital en los dos ámbitos civil y eclesial”.
Además, hizo hincapié en lo que sucede hoy cuando se plantea la mujer como tema de estudio. Dijo que es muy notable el interés y el esfuerzo grande y noble de organismos internacionales, de instituciones públicas, proyectos de investigación en plantear el tema de estudio de la mujer, pero “como el punto de partida en muchas ocasiones es erróneo, no se llega donde se desea”. Y afirmó que “sólo afianzando sólidamente los fundamentos antropológicos se llegará a proteger a la mujer y todo lo humano”.