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“Estoy contento porque puedo acompañar al pueblo español con mis oraciones”

Pius Messongon estudia quinto del Bachiller en Teología en la Universidad de Navarra y es uno de los alumnos de Camerún que se forman gracias a la Fundación CARF

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Pius Messongon. FOTO: Chus Cantalapiedra
22/04/20 08:54 Chus Cantalapiedra

Pius Messongon tiene treinta años y es de Camerún. Desde julio de 2016 vive en el Seminario Internacional Bidasoa, donde actualmente está pasando el confinamiento junto con un centenar de estudiantes de distintos países del mundo. Asegura estar contento, a pesar de las circunstancias, por poder acompañar al pueblo español con sus oraciones. Confía en la misericordia de Dios y reza por todas aquellas personas que se han infectado con el coronavirus y sus familiares. Pius es uno de los estudiantes que se forman en la Universidad de Navarra gracias a la ayuda de la Fundación CARF: “Los benefactores saben que con Jesús estamos en el mejor camino, les estoy muy agradecido”.

Afronta con entusiasmo su último cuatrimestre en Pamplona: recibe docencia de la Universidad a distancia y se muestra muy agradecido por el esfuerzo que los profesores hacen para impartir las diferentes materias ahora que el coronavirus obliga a los estudiantes a quedarse en casa. “Nos animan mucho a seguir adelante”, asegura.

Cuando el obispo de su diócesis le ofreció ir a estudiar a la Universidad de Navarra, él sólo se preguntaba cómo podía ser que de los 80 seminaristas que formaban parte de su promoción le hubiesen elegido a él. Sin embargo, con el tiempo afirma con seguridad que “es la voluntad del Señor”. Lo corrobora cuando explica que se vio hasta en dos ocasiones fuera del Seminario provincial de Filosofía de Otélé, en Camerún, porque no tenía los recursos necesarios para costear sus estudios, ni la estancia allí, a 180 kilómetros de su casa. Sin embargo, en ambas ocasiones consiguió financiación, una de ellas en una por la ayuda de un profesor de universidad que conocían las monjitas de su parroquia, donde se había formado desde niño; y la segunda vez rezó una novena al Espíritu Santo y a través del párroco de una Iglesia, donde había estado en verano, pudo continuar sus estudios.

El descubrimiento de su vocación se remonta al año 2000, después de recibir la Primera Comunión, cuando entró a formar parte del grupo de monaguillos de su parroquia, aunque ya con cuatro años dijo una vez en el colegio que quería ser cura. Fue durante una clase hablando de las profesiones que cada niño quería ejercer de mayor.

En la adolescencia comenzó su discernimiento en un grupo de vocacional dirigido por las Hijas de Jesús Kermaria, dentro de su parroquia. Cuando terminó el colegio y tuvo que decidir sobre su futuro, cuenta que para estar seguro hizo un papel con pros y contras sobre ser o no sacerdote: “Pensé si Dios me ha dado la vida, ¿por qué no voy a darle yo la mía?”.

Tomada la decisión, se lo comunicó a sus padres y amigos. Pius narra cómo fue la conversación que mantuvo con uno de ellos: “Nuestra amistad se complementa muy bien, tú vas a ser médico del cuerpo y yo del alma”, le dijo. Y hasta hoy, que gracias a las nuevas tecnologías se mantienen unidos a pesar de la distancia.

Para Pius, una de sus mayores ilusiones sería vivir el sacerdocio en una parroquia, cerca de la gente y “compartir con ellos la alegría del evangelio de Jesucristo”. Es consciente de la necesidad económica de muchas familias de Camerún (aproximadamente el 40% de ellas son católicas) por eso recuerda la labor que hacen los sacerdotes para ayudar a los jóvenes a que se formen en la fe: “Muchos no tienen recursos y si no se les ayuda se convierten en ladrones el día de mañana”.

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