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Alfonso Carrascosa: «En mi experiencia, la ciencia no destruye la fe»

Alfonso Carrascosa, doctor en Ciencias Biológicas, explora y visibiliza trayectorias de científicas católicas españolas. En esta entrevista, explica cómo sus estudios buscan destacar la compatibilidad entre ciencia y fe y ofrecer una perspectiva enriquecedora sobre cómo ambas pueden coexistir y complementarse mutuamente.

03 | 09 | 2024

En el cruce entre la ciencia y la fe, pocas voces se han alzado con la claridad y determinación de Alfonso Carrascosa. Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en microbiología. Tras un giro a su actividad científica se volcó al estudio e investigación de la historia de la ciencia desde una perspectiva que desafía las narrativas tradicionales sobre la incompatibilidad entre ciencia y religión. 

Carrascosa, a través de su investigación, busca demostrar que ciencia y fe no sólo pueden coexistir, sino también colaborar de manera sinérgica en el enriquecimiento del conocimiento. En los últimos años, ha publicado más de un centenar de semblanzas biográficas de científicas españolas que, además de lograr avances significativos en sus respectivos campos, mantuvieron una profunda fe cristiana a lo largo de sus carreras. 

En esta entrevista, explica su empeño por resaltar el papel de las mujeres científicas católicas españolas, una labor que no solo enriquece nuestra comprensión del pasado, sino que también ofrece una nueva visión sobre la relación entre ciencia y fe en la actualidad. 

¿Qué le inspiró a investigar y escribir sobre mujeres científicas católicas españolas?

Este tema siempre me ha interesado profundamente. Me di cuenta de que no había nadie que lo abordara de manera sistemática, a pesar de que existen muchas mujeres que cumplen con este perfil. Además, estoy convencido de que al visibilizar a estas mujeres, podemos ayudar a demostrar que la ciencia y la fe católica no solo son compatibles, sino que han coexistido y se han enriquecido mutuamente a lo largo de la historia. Esto contrasta con el discurso historiográfico laicista y políticamente correcto que predomina hoy en día.

Mi objetivo es proponer hechos concretos a través de nombres de mujeres católicas practicantes, que además han desarrollado una destacada labor científica o docente en el ámbito universitario. Creo que de esta manera contribuyo a la nueva evangelización a través de la cultura, siguiendo la propuesta del Atrio de los Gentiles que planteó Benedicto XVI en su discurso de diciembre de 2009.

En mis investigaciones, me he centrado especialmente en el CSIC (el Consejo Superior de Investigaciones Científicas), donde he encontrado un buen número de mujeres científicas que, además de su labor académica, llevaban una vida de fe católica fervorosa. Algunas incluso decidieron dejar sus carreras científicas para ingresar en conventos. A lo largo de la historia contemporánea española, estas mujeres han existido, pero su estudio ha sido limitado. Mi trabajo busca corregir esa omisión.

¿Cuáles han sido los mayores desafíos que ha enfrentado al destacar las contribuciones de estas mujeres en la ciencia?

Sin lugar a dudas, el mayor desafío ha sido demostrar su condición de creyentes católicas practicantes. Esto no es un problema exclusivo de las mujeres; también ocurre con los hombres. En muchos casos, parece que temen posibles consecuencias desfavorables por manifestar abiertamente su fe. Hubo un tiempo en que declararse católico podía ser beneficioso, pero hoy en día es más bien una actitud testimonial, casi martirial, en el sentido más puro de la palabra. De hecho, considero que este testimonio es una forma de evangelización de primera magnitud. Es importante ofrecer estos modelos a los jóvenes creyentes para que sepan que es posible combinar fe y ciencia de manera plena.

En general, las científicas católicas españolas no suelen hacer pública su fe más allá de su entorno cercano, lo que las mantiene invisibles para la mayoría de la sociedad. Este hecho, de manera indirecta e involuntaria, refuerza la narrativa laicista de que no existen mujeres científicas católicas, algo que sigo demostrando que es totalmente falso.

En mis investigaciones, las entrevistas a familiares, la revisión de material de archivo y documentos personales han sido clave para reconstruir las trayectorias individuales de estas mujeres. 

¿Cómo ha sido la recepción de sus artículos tanto en la comunidad científica como en el público general?

En términos generales, creo que la recepción ha sido buena y, además, ha sorprendido a muchos. Hasta hace poco, se ignoraba la existencia de tantas mujeres creyentes que se dedicaban a la investigación científica. Muchas personas, tanto del mundo académico como fuera de él, ven con buenos ojos estas historias biográficas que son ejemplos vivos de la compatibilidad entre ciencia y fe. Se alegran al saber que alguien está visibilizando estos hechos. Es importante que sigamos creyendo en lo que hacemos, y por eso tengo una marcada vocación por escribir y publicar estas semblanzas. Siento que es mi deber contribuir a una narrativa científica más inclusiva que reconozca la dimensión espiritual de estas mujeres.

¿Cómo ve la relación entre la fe católica y el avance científico en el contexto de las mujeres sobre las que escribe?

Veo la relación entre la fe católica y el avance científico como dos realidades que no solo se complementan, sino que son sinérgicas, es decir, se ayudan mutuamente. Dios se deja conocer a través de sus obras, y la actividad científica busca describirlas y entenderlas. No conozco ningún caso en el que una mujer u hombre haya perdido su fe católica a causa de su trabajo científico. En lugar de ver una creciente tendencia de científicas ateas, lo que observamos es que algunas personas se convierten en científicas sin que ello implique necesariamente un conflicto con la fe. La aparente incompatibilidad entre ciencia y fe católica puede ser más un reflejo de la expansión del ateísmo que de una verdadera discordancia entre ambas.

Actualmente, estoy trabajando en ejemplos y semblanzas de mujeres que han integrado ciencia y fe en sus vidas. He publicado en internet más de cien semblanzas biográficas de científicas, muchas de ellas se encuentran en Religión en Libertad, en la revista Ecclesia y la Cope.

Hace un par de años atrás, el Gobierno de Navarra me pidió escribir sobre María Josefa Molera Mayo, una científica navarra pionera en el estudio de la fórmula de la Coca Cola y experta en combustión, quien pasó toda su vida dedicada a la ciencia y fue la primera científica navarra de la historia. Su biografía será parte de una colección de libros dedicada a destacar figuras femeninas influyentes en la ciencia.

¿Tiene planes para futuros proyectos o publicaciones relacionados con este tema?

Sí, tengo planes para continuar destacando la existencia de mujeres que combinan la ciencia y la fe católica en sus vidas. Mi objetivo es asegurar que esta información quede bien documentada en Internet, para que cualquier persona interesada en estas temáticas pueda encontrar y conocer los perfiles de estas mujeres.

Este año, con motivo del 85 aniversario de la fundación del CSIC, publicaré un libro  titulado Cien católicas y científicas españolas. Este libro destacará a muchas mujeres que han desarrollado sus carreras científicas en el CSIC.

¿Qué consejos daría a los jóvenes científicos, especialmente a las mujeres, que desean integrar su fe con su carrera científica?

Les diría que las científicas católicas han existido, existen y seguirán existiendo. La fe no se pierde por el hecho de investigar; más bien, puede ser una fuente de fortaleza y guía. Les recomendaría buscar maneras de fortalecer su fe a través de las diversas realidades eclesiales que la Iglesia Católica ofrece, ya que están diseñadas precisamente para apoyar a quienes deseen integrar su fe con sus vocaciones.

Sobre todo, les animo a recordar las palabras de San Juan Pablo II: “¡No tengáis miedo!”. No duden en dar a conocer, aunque sea de manera sencilla, que la fe y la ciencia son perfectamente compatibles. Este gesto no solo les hará un favor a muchas personas, sino que también puede ser el mayor favor que hagan a sus propias hijas, ya que la fe es un don que se puede transmitir y recibir, sin importar cuán mayor sea uno.

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