Cristina Gómez es antigua alumna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra y es residente de tercer año en la Clínica Universidad de Navarra. Actualmente se encuentra en Estados Unidos formándose en lo que más le gusta: cirugía plástica. Vía e-mail, nos acercamos a ella para conocer su experiencia profesional y sus recuerdos de cuando era estudiante.

¿Estudiaste Medicina por vocación o por otros factores?

Yo diría que por vocación. Soy hija de dos médicos y desde los 6 años he querido ser médico. Siempre me ha gustado ayudar a la gente y echar una mano a mis padres cuando en casa nos hacíamos alguna avería. Siempre me he sentido atraída por el mundo sanitario, de hecho no me veo ejerciendo en otro tipo de trabajo. 

¿Qué recuerdas de tu etapa de estudiante?

Recuerdo la etapa universitaria con mucho cariño. Ésta implicó salir de casa, conocer a muchas personas especiales que influyeron en mi desarrollo personal,  y cómo no la Universidad de Navarra. Desde el día uno, no sólo me enseñaron conocimientos médicos, sino que también me transmitieron diferentes valores: humanidad, solidaridad, respeto, responsabilidad, esfuerzo, entre otros.

Eres residente de tercer año  de cirugía plástica en la CLínica Universidad de Navarra. Ahora estás fuera, en Estados Unidos, ¿qué diferencias has encontrado entre España y América?

El hecho de que el Sistema de Salud americano sea privado conlleva, entre otras cosas, tener mejores recursos, lo que facilita una asistencia médica más completa. Además, su práctica médica se basa en la evidencia científica, que implica progreso, protocolos de actuación, mantenerse constantemente actualizado en el mundo médico e investigar. También se esfuerzan por conseguir la excelencia en su país, por lo que invierten ilusión y tiempo en la formación de sus trabajadores. Sin embargo, el gran inconveniente y diferencia con nuestro país es que su sistema de salud no es universal. 

¿Por qué la cirugía plástica?

Cuando entré en la Universidad iba con la idea de hacer Cirugía General. Pero, gracias al apoyo de mis padres, realicé una rotación en el Departamento de Cirugía Plástica del Presbyterian Hospital en Nueva York. Fue entonces cuando entendí que esta especialidad engloba mucho más que la estética. De hecho, el área de cirugía reparadora no es solo una puerta para la creatividad del cirujano, sino también de esperanza para el paciente. Es muy gratificante. Gracias a ella se puede recuperar la funcionalidad y mejorar la cosmética de regiones anatómicas alteradas previamente.

Estás haciendo tu rotación en la unidad de pacientes quemados del Hospital de Boston. ¿Está siendo dura la experiencia?

Bastante. Los pacientes son grandes quemados, es decir, pacientes que sufren quemaduras de 2º y/o 3er grado en más del 20% de su superficie corporal. Son pacientes críticos, algunos incluso desfigurados, con historias trágicas de fondo, que van a requerir mucho tiempo y muchas cirugías para intentar tener una reincorporación psico-socio-laboral lo más parecida a antes del accidente. Sin embargo, el trabajo en equipo y la motivación ante las pequeñas mejoras que se van consiguiendo, hacen que sea más llevadero.

¿Te gustaría establecerte en Estados Unidos profesionalmente o en España?

El día de mañana sí que me gustaría trabajar en Estados Unidos, temporalmente entre 2-3 años, y luego volver a España.

¿Cuál va a ser tu siguiente paso?

Completar mi formación en Cirugía Plástica, así como orientarme y prepararme para un fellowship al acabar la residencia. 

Para los alumnos que están acabando, ¿qué recomendación/es les darías para el futuro?

Les animaría a que confíen en ellos y a que empleen todo su esfuerzo e ilusión hacia un objetivo claro, sin miedos. Nuestra profesión es una suerte y una forma humana de mejorar nuestra sociedad.