Mons. José Luis Mumbiela, graduado de la Facultad de Teología, es el obispo de Almaty, en Kazajistán. FOTO: Cedida

Mons. José Luis Mumbiela Sierra, obispo de Almaty (Kazajistán) visitó la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, donde se licenció en 1994 y se doctoró en 1997. Durante su estancia, habló de la labor de la Iglesia católica en esta república de Asia Central, donde fue enviado como sacerdote 'fidei donum' en 1998. Allí ha ejercido como vicepárroco de Shimkent, en la diócesis de la Santísima Trinidad de Almaty, y como rector del Seminario Mayor de Karaganda.

¿Cómo es la situación de la Iglesia en Kazajistán actualmente?
Creo que nunca hemos tenido un desarrollo estructural tan grande como ahora; siguen surgiendo constantemente vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa y a la vida laical. En verdad hay muchos motivos para ser agradecidos a Dios. Dificultades también encontramos en nuestra labor; pero creo que ese es un factor con el que siempre hay que contar en todas partes, aunque se presente de modos diversos.


¿Cuáles son los principales retos del trabajo de la Iglesia en ese país, donde conviven diversas confesiones religiosas?
En primer lugar, atender bien a nuestras comunidades católicas, en las cuales debemos incluir a muchísimos católicos "por nacionalidad" que no practican su fe debido a la secuela de los setenta años de ateísmo. Junto con esto, evidentemente, nuestras puertas están abiertas a todos aquellos que, sin ser "de tradición católica", se sienten atraídos por los valores del Evangelio. Nuestra tarea en este sentido estará orientada a hacer cercana esta propuesta, esta posibilidad. Y además, algo que todos los sacerdotes y religiosas llevamos muy metido en el alma es la pastoral vocacional. La mejor "estructura" de la Iglesia en Kazajstán será la que esté constituida por vocaciones nativas.


Entre la población de Kazajistán hay fuertes desigualdades sociales. ¿Cómo es la labor con los más pobres?
Por un lado, las ayudas "inmediatas": en bastantes parroquias hay comedores para pobres, y algunos específicamente para niños; se facilitan los medicamentos, estudios, etc. Junto a nuestra catedral de Almaty, por ejemplo, tenemos un dispensario médico.

Pero, por supuesto, ese método es insuficiente para arreglar los problemas. Por eso hay también una labor más amplia, llevada a cabo por centros sociales dependientes de la Iglesia católica. En concreto, en nuestra diócesis hay un centro de promoción de la juventud y dos orfanatos, en los que viven un total de más de 150 niños y niñas desde los primeros años hasta que acaban sus estudios de formación profesional o universitaria.

 

No visitaba la Facultad desde hace varios años. ¿Qué impresión le ha causado a su vuelta?
He podido encontrarme con profesores veteranos y con otros que están dando sus primeros pasos en la enseñanza; he podido pasear por la zona antigua y la zona nueva del edificio... Todo ello me habla de la gran confianza que Dios tiene depositada en esta Facultad. El crecimiento "externo" es un signo del buen camino "interno" que se descubre, y que se inculca en todos los que vienen aquí, ya sea a estudiar, a trabajar, o en una corta visita. El camino del campus sigue siendo estrechito... pero ese otro "camino" que nace de la Facultad ha llegado ya casi a todos los rincones de la Tierra. Resulta reconfortante ver que es un camino vivo en ambas direcciones, porque mantiene el contacto con sus antiguos alumnos y porque puedes siempre volver aquí como a tu propia casa.