“Si la vida de un sacerdote es llevar la alegría de Jesús y a la vez llorar con quien sufre, así quiero que sea mi vida”
Natural de Venezuela, Juan Pablo Hernández tiene 33 años y es estudiante de último curso del Bachiller en Teología de la Universidad de Navarra
Juan Pablo Hernández Pérez tiene 33 años y es estudiante del Bachiller en Teología de la Universidad de Navarra. Nació en Maracaibo (Venezuela) y tras licenciarse en Ingeniería Electrónica ingresó en el Seminario Sto. Tomás de Aquino, donde se formó durante tres cursos. Llegó a Pamplona hace cuatro años, el pasado febrero recibió la ordenación diaconal y si Dios quiere a finales de año se ordenará sacerdote.
Relata que comenzó a descubrir su vocación cuando tenía 18 años, pero huía de esa idea. Iba a la parroquia los domingos y participaba en alguna actividad con el Camino Neocatecumenal. Comenzó la carrera y continuó con su plan de vida. Conoció a una chica y todo parecía seguir su curso tal y como lo tenía establecido. Quería graduarse y formar una familia.
Fue entonces cuando asistió a la ordenación sacerdotal de un buen amigo suyo. En el momento de la postración pensó sobre qué puede tener una persona en el corazón para decirle al Señor que lo deja todo y se entrega a él. “Eso rompió mi plan de vida”, asegura.
“El Señor me empezó a llamar más fuerte, tanto que me dio miedo. Así que me hacía el loco. Tenía 23 años, todo controlado y a la vez la sensación de que me faltaba algo grande para ser feliz”.
La cercanía con su párroco y con aquel amigo que se había ordenado unos años atrás le permitió conocer cómo era la vida de un sacerdote. “En un mismo día visité a unos seminaristas que estaban de misión, celebramos misa y por la tarde participamos en una actividad con jóvenes en otra parroquia. Ya por la noche celebramos misa de nuevo, hubo confesiones y visitamos a un enfermo. Si la vida de un sacerdote es llevar la alegría de Jesús y a la vez llorar con quien sufre, así quiero que sea mi vida”, destaca.
Concluyó la licenciatura en Ingeniería Electrónica e ingresó en el Seminario Sto. Tomás de Aquino de Maracaibo para estudiar Filosofía. Allí se formó durante tres años. En 2014, tras una visita de su obispo auxiliar a España, éste le animó a venir a estudiar Teología a la Universidad de Navarra. No lo pensó dos veces, hizo sus maletas y se lanzó.
Pronto concluirá su período de formación en Pamplona, cinco años donde asegura que cada uno ha sido mejor que el anterior. Aquí ha descubierto su pasión por la montaña y ha recibido formación de “los mejores”, como él dice, quienes han sido para él “maestros y amigos” a la vez. Recuerda con especial emoción a don Juan Antonio Gil Tamayo, fallecido el pasado 9 de marzo. Fue su director espiritual en el Colegio Internacional Bidasoa: “A pocas horas de que falleciese, pude estar con él en el hospital. Entré nervioso y con miedo en la habitación por si no sabía reaccionar y, sin embargo, salí contento y esperanzado. Don Juan Antonio me había contagiado el deseo del Cielo. Así era él, un ‘santazo’”.
Se muestra muy agradecido por haberse podido formar en la Universidad de Navarra y se emociona cuando cae en la cuenta de todo lo que ha recibido de los benefactores, no sólo por su ayuda económica. Si Dios quiere, en verano regresará a Venezuela y se ordenará sacerdote. Aun conociendo de cerca la realidad del país en estos momentos, afirma que allí está su sitio: “No en una oficina metido, sino cerca de la gente”.