El obispo sueco reclama un orgullo católico
Un 2% de la población de Suecia pertenece a la Iglesia católica, según recuerda Mons. Anders Arborelius en la Universidad
Durante su visita a la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, el obispo de Estocolmo (Suecia) reclamó para los católicos el orgullo de pertenecer a la Iglesia. Mons. Anders Arborelius declaró que "a veces los católicos somos demasiado tímidos y nos falta ánimo y orgullo para dar testimonio. Hay que animar a los laicos a que den ese testimonio en su ambiente todos los días. Porque la dignidad de la vida humana y el valor de cada ser humano como imagen de Dios es una aportación necesaria en el mundo de consumismo".
El prelado señaló que "la Iglesia católica en Suecia supone un 2% de la población, unos 150.000 habitantes, en su mayor parte inmigrantes. La Iglesia está aún creciendo, aunque tenemos necesidad de vocaciones y de nuevas iglesias o parroquias, a pesar de la secularización".
En su opinión, "el catolicismo se revitalizará en Europa a través de la vida espiritual. Hay que ayudar a todos los bautizados a descubrir que viven en unión continua con Jesucristo y que su vida diaria es un acto de servicio y adoración". Al referirse a los jóvenes indicó que, "en general, tienen un corazón abierto a Dios y a la religión, pero cada uno necesita una ayuda personal para vivir según el Evangelio".
Europa cristiana y Estado neutralMons. Anders Arborelius subrayó que "para comprender la Europa de hoy es necesario conocer y reconocer su historia cristiana. Hoy día los testimonios de vida cristiana son más necesarios que nunca".
Frente al que considera protagonismo individualista actual, aseguró que "cada ser humano busca comunión, relación, por eso creo que habrá una vuelta a los valores familiares. Los padres tienen que redescubrir su responsabilidad como testimonios y transmisores de la fe. El Estado como tal debe ser neutral, no enemigo, para dar a los padres y a las comunidades su papel de apóstoles de la fe".
Por último, el obispo de Estocolmo resaltó el interés persistente de Juan Pablo II por defender "el valor único de cada ser humano desde la concepción hasta la muerte natural y la unidad de todos los hombres de buena voluntad, de todas las religiones, en favor de la paz y la justicia".