El hogar de la familia Mota, ubicado en Punta de Piedras, capital del Municipio Tubores (Isla de Margarita, Venezuela), se llenó de alegría cuando, hace 46 años, nació Alexys Rafael. Aunque creció en una zona suburbana, donde los recursos materiales y económicos eran escasos y el nivel de pobreza muy alto, cuando habla de su niñez lo hace con una sonrisa: “Tuve una infancia muy tranquila, humilde, pero en una familia donde reinaba el cariño”. Criado en un ambiente católico, fue su abuela quien le enseñó a rezar, sentando así las bases de su relación con Dios y de su futura vocación.

Con 21 años, cuando formaba parte del grupo juvenil de su parroquia, San Simón Apóstol, sintió que tenía que servir a Dios por medio de la vida sacerdotal: “Fue un momento muy particular. La llamada de Dios te hace reflexionar mucho y es algo que debes ir comprendiendo poco a poco pero, aunque las dudas siempre asaltan por la gran magnitud de la llamada, fui superando mis temores a lo largo del camino”. Su ingreso en el seminario fue una decisión comprendida, apoyada y celebrada por su familia y sus amigos. Nueve años después, el 7 de diciembre de 2002, se ordenó sacerdote: “Sentí una gran alegría. Es algo indescriptible, no desde los sentimientos, sino desde la perspectiva espiritual. Saber que adquieres una gracia especial para servir a la Iglesia y a los demás es un momento muy grande, porque el sacerdocio es un don a través del cual se hace mucho bien al mundo”.

Tenía 30 años y desde entonces ejerció su ministerio en la Isla de Margarita, como párroco en las parroquias de Nuestra Señora del Carmen, San Francisco de Asís y Santa Rosa de Lima, y como administrador parroquial en la parroquia La Resurrección del Señor. Además, durante 10 años, fue Canciller de la diócesis de Margarita. Explica que en ese tiempo, la relación con sus fieles fue “muy cercana, afable y respetuosa. Además de centrarme en la labor espiritual y pastoral, insistí mucho en el ámbito de la vida formativa parroquial, que es tan necesaria”.

En agosto de 2016, por iniciativa de su obispo, Mons. Fernando Castro, llegó a Pamplona para cursar Derecho Canónico: “Me animó a seguir estudiando y a prepararme bien para dar un mejor servicio a la Iglesia”. Asegura que formarse en la Universidad de Navarra ha supuesto para él “una oportunidad muy valiosa para compartir mi formación con otros sacerdotes, establecer relaciones interculturales y pastorales y crecer a nivel académico y espiritual”.

Alexys Rafael reside en el Colegio Mayor Echalar donde, asegura, está teniendo una experiencia excelente: “He aprendido a tener una mayor disposición de servicio, a ser más metódico y a saber utilizar bien mi tiempo. Todo gracias a mis compañeros, a quienes admiro por su entrega, su caridad y su humildad, y gracias al ejemplo y enseñanzas de mis profesores”. Aunque está feliz, desde la distancia vive la situación de Venezuela, su tierra, con mucha preocupación: “son miles las personas que están viviendo en condiciones precarias, pero no pierdo la fe y la esperanza de que esta situación se revierta para bien de todos”.

Además de servir a su comunidad y de poner en práctica todo lo aprendido en España, cuando regrese a la diócesis de Margarita le gustaría seguir profundizando en el ámbito del Derecho Canónico, un campo de estudio en el que ha podido formarse gracias a la generosidad de sus benefactores: “Les agradezco de corazón la labor que realizan y todo el bien que hacen por nosotros. Quienes procedemos de países aquejados por muchos males no podríamos cursar estos estudios sin su ayuda. Espero que Dios les siga bendiciendo por tan encomiable esfuerzo y trabajo en favor de los sacerdotes que se preparan en esta prestigiosa Universidad de Navarra”.