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Camboya en el corazón

Tres estudiantes de la Universidad trabajaron en un campamento de verano en la capital del país, Phnom Penh

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Yago juega con uno de los chavales. FOTO: Cedida
27/09/13 08:02 Fina Trèmols

Santiago Zarauza Pellejero, de 3º del Grado de Educación Primaria (Pamplona, 1993), Luisa Paloma García-Elorz González del Campo, de 4º de Derecho (Pamplona, 1992) y Anna Carbó Vidal, de 4º de Farmacia (Tarragona, 1992) se encontraron en la capital de Camboya donde la ONG francesa POUR UN SOURIRE D'ENFANT (PSE) trabaja para conseguir la escolarización de los niños asentados en los basureros que aún existen en esta ciudad.

En  2004 se constituyó la ONG en España bajo el nombre "Por la Sonrisa de un Niño, España en Camboya", que es la responsable de la organización de los Campamentos de Verano, entre otras cosas; desde 2002, se realizan cada año, durante el mes de agosto. Los campamentos complementan la escolarización de los niños e intentan evitar que regresen de nuevo a trabajar para sus familias en los basureros de Phnom Penh.  

Santiago (todo el mundo le llama Yago) llevaba pensándoselo tiempo, ya que su hermano Pablo, que estudió Periodismo en la Universidad de Navarra, vive allí desde el mes de marzo. Luisa se enteró por su hermano Antonio que fue tres años consecutivos con su amigo Pablo Zarauza. Y Anna tiene unos tíos que colaboran desde hace años con esa ONG; tenía ganas de ir a ayudar, aunque, al igual que Luisa, nunca había hecho voluntariado anteriormente.

Se organizan 10 campamentos diferentes, 8 en Phnom Penh y 2  en las ciudades de Shianoukville y Siem Reap. En total, este año, han trabajado 140 monitoras y monitores europeos, venidos, principalmente, de España y Francia, y unos 230 monitores camboyanos, cuyo trabajo resulta imprescindible para la comunicación con los niños.

En total, entre los 10 diferentes campamentos, se ha acogido a unos 2800 niños de entre 3 y 15 años cada semana. Yago y Anna estaban en Trapang Chane, una localidad situada a una hora en coche desde Phnom Penh, allí estaba instalado la "Paillote 5", con 130 niños al día. Cada día, al terminar, regresaban a la sede de PSE en Phnom Penh. Luisa trabajaba en la "Paillote 4", en la localidad de Oudong, algo más alejada, lo que no le permitía ir a dormir con el resto.

Su trabajo ha consistido en organizar las duchas, los desayunos y comidas de los niños que atendían, y llevar a cabo las distintas actividades: baloncesto, fútbol, voleibol, bailes, manualidades, juegos de mesa, juegos de agua, lectura de cuentos para los más pequeños.

"Contábamos con 10 monitores camboyanos, que nos ayudaban con el vocabulario básico. Jugábamos a juegos muy sencillos, de manera que el lenguaje no fue un problema para comunicarnos", cuenta Yago. "Nos levantábamos a las 5:40h. Nos aseábamos y cargábamos el coche con arroz y bidones de agua potable. Llegábamos a las 7:30 y el campamento terminaba a las 16:00. Cuando regresábamos al Campamento Central cenábamos con los niños alojados allí y a las 19:00 tenía lugar la llamada «Preillere», un rato de oración con cantos".

"He aprendido con qué poco se puede llegar a vivir. Esos niños juegan con un balón deshinchado y para marcar los límites de la portería les basta con quitarse las camisetas. Nunca verás a un niño jugando solo", dice Yago.

Luisa añade: "Repetiría la experiencia sin dudarlo. Tengo en mente volver en cuanto pueda y todas las veces que pueda. El voluntariado engancha porque te hace comprender que es posible luchar y acabar con la pobreza. El poder de la acción individual, repetida por muchos, puede solucionar el problema. Esta experiencia me ha ayudado a conocerme y saber cuáles son mis fortalezas y debilidades, una especie de análisis DAFO personal".

 

Y Anna prosigue: "Camboya es uno de los  países más pobres  de Asia y en la Paillote 5 estaban los niños también más pobres, cuyos padres casi no pueden ni mantenerlos. La primera semana dormimos en el suelo; el resto de días nos facilitaron unas camas de paja. Por supuesto que una experiencia de este tipo te fortalece. A mí me ha cambiado totalmente la perspectiva del dinero. Hasta ahora he vivido al 100% de lo que me daba mi familia, sin preocuparme demasiado de mis gastos. Desde que he vuelto he decido optar por el apadrinamiento, por lo que tengo que gastar menos. Allí con 8 de nuestros euros puedes mantener a un niño durante un mes. Antes de ir a Camboya me rondaba la idea de trabajar para un laboratorio de cosméticos. Me gustaría volver allí, por supuesto, pero quiero hacerlo desde mi profesión. No me interesan los cosméticos. Quiero ver cómo puedo ayudar a un laboratorio a analizar las aguas para que puedan potabilizarse. Quiero aportar para poder paliar un poco esa situación desde mi profesión. Cuando regresé pensé qué podría hacer desde aquí. Me he apuntado a Tantaka, el banco de tiempo solidario de la Universidad de Navarra. Me acompañarán 4 amigas a quienes les he contado mi experiencia en Phnom Penh. He aprendido a relativizar. Hay cosas que no tienen ninguna importancia. ¿No hay leche para desayunar? Me tomo un vaso de agua, no pasa nada. Todos  los días me acuerdo de Camboya". 

 

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